El dragón galés se puso amarillo

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PHILIPPE WOJAZER | REUTERS

Geraint Thomas doblega a Froome para adjudicarse su primer Tour en un incipiente cambio de era

30 jul 2018 . Actualizado a las 22:20 h.

Le llamaban G. Era el rey de la pista y su negocio son las bodas. El tercer británico que mantuvo el amarillo Tour en los Campos Elíseos es un dragón galés de 32 años que parecía estar de vuelta. Pero Geraint Thomas, G para los amigos, (Cardiff, 1986) se opuso a ser el gregario de un Chris Froome que se resiste a pasar al lado oscuro. Ni aunque el Tour le vetase su participación (accedió casi obligado por la UCI), ni aunque un gendarme le arrojase al suelo tras considerarle un intruso, ni siquiera aunque la superioridad de Thomas le dejase en evidencia, primero en La Rosiere y después en el mítico Alpe d’Huez.

Precisamente fue en esa cima en la que en el 2012 Froome y Wiggins protagonizaron un pulso de egos en el Sky. Thomas no dio lugar a que tal situación se repitiese este año. Por mucho que Froome siga diciendo todavía que él es el líder del Sky. Puede que a Geraint Thomas, su primer Tour le llegase un poco tarde, pero no el éxito. Este organizador de bodas (negocio que mantiene junto a su esposa Sara Elen y que impulsaron con su propio enlace en el 2015) fue el rey de la pista durante más de un lustro, en el que consiguió tres mundiales (el primero con 21 años) y dos oros olímpicos en persecución (en Pekín 2008 formando equipo con Bradley Wiggins). Desde entonces es miembro de la Orden del Imperio Británico.

Formado en la sorprendente cantera deportiva del Whitchurch High School de Cardiff, el mismo centro educativo en el que estudiaron el madridista Gareth Bale y el excapitán de la selección galesa de rugbi, Sam Warburton, la vida de G no se movía a golpes de pedal, tal como lo entiende hoy. Lo suyo era la cerveza y el rugbi. De niño, su amor no correspondido fue la natación, y acabó dando vueltas en una pista de ciclismo que rodeaba el campo de fútbol del suburbio de Maindy, construida para los Juegos de la Commonwealth de 1958 y olvidada desde entonces. A falta de piscina, los padres de Thomas lo inscribieron en el club de ciclismo.

Ya había debutado como profesional en el 2005 (coincidiendo precisamente con Froome en el Barloworld) pero el mejor ciclista galés de todos los tiempos (el primero en todos los hitos del Tour) se replanteó la vida cuando la pista se cruzó en su camino. «Tuve que hacer mucho esfuerzo para adelgazar», presume. Esa sería una de las claves de la progresión de este pistard en su trayectoria en asfalto, configurándolo como un buen contrarrelojista, un escalador notable y un competidor constante, aunque poco espectacular.

Flema y humor británicos

El ganador del Tour ya tenía en su palmarés una etapa de la Grande Boucle, la Vuelta a Baviera, la del Algarve, la de los Alpes, la París-Niza y el critérium del Dauphiné. El Giro del año pasado se lo arrebató una caída, y lo mismo le sucedió en la última ronda gala, de la que fue el primer maillot amarillo y de la que se retiró tras romperse la clavícula bajando el Col de la Biche. Con todo, hizo gala de su humor británico y colgó en Instagram una foto de su jersey destrozado y bañado en sangre junto al texto: «Se vende maillot. Solo usado una vez. Estado no al 100 % perfecto. Leves señales de uso. Puede ser que necesite un lavado».

Esta reacción le retrata y él lo sabe. Más de una vez comentó: «No suelo estresarme. Obviamente, quiero ganar cada vez que puedo, pero al mismo tiempo, es solo ciclismo. No es todo o nada. No es como ir a Afganistán o algo así. Eso sí que es duro». De todos modos, ayer, en los Campos Elíseos, liberó sus emociones. «Es irreal, increíble. Me llevará un tiempo asimilarlo. En las últimas vueltas tenía la sensación de estar flotando. Tenía la piel de gallina», celebraba.