«Se queda», la crónica del humillante circo de Neymar

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CHARLES PLATIAU | REUTERS

El plazo para inscribir futbolistas en la Liga de Campeones cerró a las seis de la tarde sin que el Barcelona lograse un acuerdo con el PSG para fichar al brasileño

02 sep 2019 . Actualizado a las 20:49 h.

Se bajó la persiana del mercado. Las competiciones domésticas apuran sus últimas horas de contratación pero, a las seis de la tarde de este lunes, terminaba el plazo para inscribir futbolistas en la Liga de Campeones. En París desempaquetan a Keylor Navas, traspasado por el Madrid al PSG sobre la campana. Y deberán retirar la polvareda de la que se ha cubierto Neymar. El brasileño seguirá dónde estaba, pese al delirio del Barça por lograr su regreso. En París, se quedan a un futbolista que habían apartado. En Barcelona, se secan la frente tras su esperpéntico y retransmitido negocio infructuoso.     

7 de agosto del 2019. «Neymar es el que tiene que salir a hablar». Piqué reclamaba que se postulase en público. La respuesta del brasileño fue una foto en la playa. Dos años después de dejar tirado al Barcelona, Neymar incendiaba al PSG. El Parque de los Príncipes se inundó de pancartas en su contra. La presión fue tal que el club ordenó retirar sus camisetas de las tiendas. Pero las idas y vueltas de directivos del Barcelona a París seguían sin encontrar un punto de encuentro.

27 de agosto del 2019. El directivo del Barcelona, Javier Bordas, aterriza en la capital catalana, tras reunirse con la cúpula del PSG. «Estamos más cerca», espetó ante una nube de periodistas. Ante la insistencia, aclaró que la bandera blanca seguía sin consumarse. «Estamos negociando y no hay acuerdo». Había plantado en la mesa de los franceses su última oferta. La cesión con opción de compra obligatoria por valor de 170 millones de euros. A Nasser Al-Khelaïfi no le pareció suficiente. Quería el dinero ya. Y no quería menos de los 222 millones que había desembolsado dos veranos antes. «Sólo se irá por 300», le deslizó el jeque a un futbolista del PSG. Desde ese día, el globo de Neymar, con el que el barcelonismo se ha entretenido en la etapa estival sólo ha hecho desinflarse. En la previa al encuentro ante Osasuna, Valverde dejó señal evidente de su hartazgo. «¿Neymar? Tengo muchas ganas de que acabe todo esto y descansemos». Ya no quedaba, en la rendija, ni un ápice para la ilusión. «Del 1 al 10, ¿cuán cansado estás del mercado de fichajes?», le cuestionaron tras el encuentro en Pamplona. «Un 9» sopló antes de levantarse. 

El plante y 222 millones gastados en dos suplentes

«Se queda». La imagen de Piqué abrazado a Neymar dio la vuelta al mundo el 23 de julio del 2017. Once días después, el brasileño era ya propiedad del PSG. Su traspaso, 222 millones, sigue sin ser superado. «Me fui porque quise un nuevo desafío, el de ganar y buscar algo nuevo», reveló luego en una entrevista a la Fox. Parecía que dejase atrás a un club de tercera fila. El Barcelona, indigesto con el desplante, se agarró a la caja para pasar página. Le había costado 88.

Nada más llegar a París, Neymar se peleó con Cavani sobre el césped por decidir quién tiraba un penalti ante el Lyon. El pasado abril, tras perder la final de la Copa francesa frente al Rennes, le propinó un puñetazo a un aficionado que lo grababa con el móvil desde la grada. Neymar sólo ha ganado competiciones domésticas en Francia. El Real Madrid atropelló al PSG en octavos de la Liga de Campeones en su primera temporada y el discreto United lo apeó en la misma ronda en la segunda, con el brasileño ausente por lesión. Entre las molestias físicas y los escándalos extradeportivos, tampocó concursó en la última Copa América. Tan obsceno es justificar que el jugador se ha revalorizado en estos dos años -el PSG empezó tasándolo en 250 millones de euros- como vislumbrar al Barcelona, apretado ahora por el fair play financiero, pordioseando en una subasta su retorno. De bochorno puede calificarse la gestión que el Barcelona hizo con aquellos 222 millones. Se gastó 105 -más otros 40 en variables- en traerse del Dortmund a Dembélé. Afrontó luego el fichaje más caro de su historia: pagó 120 millones -más otros 40 en variables- al Liverpool por el traspaso de Coutinho, que acaba de salir cedido a Múnich por la puerta trasera. Bartomeu y su dirección deportiva vaciaron la caja por dos futbolistas que no convencieron a Valverde.