«Cohete» Suárez: «Todo es culpa de mi padre, nunca me regaló un balón»

DEPORTES

Nacho Carballeira

El piloto asturiano José Antonio 'Cohete' Suárez se ha alzado con el Supercampeonato nacional de ralis

13 oct 2021 . Actualizado a las 08:58 h.

Cuatro carreras (de trece) le sobraron a José Antonio Cohete Suárez (Pravia, 1990) para llevarse el Supercampeonato nacional de ralis.  La serenidad con la que analiza su momento parece una evolución del Cohete que fue un ejemplo de precocidad en el Mundial, el Nacional de tierra, en el Europeo, en Francia...

—¿Cómo contextualiza su Supercampeonato?

—Es un título muy importante para el Recalvi Team. Yo hice lo que debía, que es lograr el objetivo marcado al inicio de temporada. Pero eso ya fue y ahora toca preparar el 2022.

—¿No se permite relax mental?

—Ya descansaré cuando me muera.

—¿Ha encontrado la estabilidad?

—Nunca tuve problemas de velocidad, pero necesitaba encontrar el equilibrio con la seguridad, para que la velocidad fuese por dentro del trazado y no por fuera. Ahora estamos bien.

—La fiabilidad no era su fuerte.

—Cuando empiezas eres todo valor. Después, buscas el balance.

—También me refería a tener un patrocinador estable.

—Eso claro que da una estabilidad enorme. Recalvi pasó de ser un patrocinador a ser como de la familia. Tengo una amistad enorme con Chema. Ahora tenemos que consensuar la próxima temporada.

—¿Tras este dominio, no le apetece volver al Mundial?

—No se me pasa por la cabeza. En el Nacional podemos tener una larga trayectoria. Tenemos la intención de ganar todos los nacionales que se pueda. Y el año pasado ya no lo ganamos por circunstancias extrañas. El tren del Mundial no toca cogerlo ahora.

—Cuando usted era niño, le pedía autógrafos a su copiloto actual, Alberto Iglesias.

—Cosas de la vida. Es uno de mis ídolos e iba con otro, de piloto, Hevia. Siempre fue un sueño llevarlo a mi lado y al fin lo pude conseguir. Por su experiencia y su forma de ser, se ha ganado el respeto y le imprime autoridad. Es como un jinete y va regulándome.

—También tiene relación con Iván Ares, que su principal rival.

—Pues mira, no teníamos buena relación y ahora viene a comer a mi casa. El Ares Racing es una gran familia. Es un gusto que un amigo te ayude, aunque haya rivalidad. No es una cuestión deportiva, sino ética, la que debe prevalecer. Somos caballeros en las carreras.

—Hablando de rivales, con tanta diferencia entre usted y los demás, ¿qué nivel cree que tiene el Supercampeonato?

—Pues alto, pero debo decir que nosotros realizamos un trabajo minucioso y exhaustivo. Fuimos muy regulares y no cometimos errores graves.

—Supongo que eso fue bueno para usted y malo para los aficionados.

—No te creas. A mi me gusta la guerra también, la igualdad. Y aunque parezca fácil lo que hemos conseguido, no lo es. Hay mucho trabajo por detrás. Dedicamos doce horas diarias exclusivamente a esto.

—¿Qué piensa ahora de aquella etapa en el Mundial?

—Pues digamos que viví una vorágine de experiencias sin tener experiencia. Y tampoco es que hiciese demasiado caso a los consejos que me daban los demás.

—Pues para verlo así, tan mal no le fue.

—Me peleé con grandes pilotos que después aspiraron al título de WRC. Me sirvió para crearme buenas bases. Yo era todo valor. Ahora soy más tranquilo. Creo que podría haberlo hecho mejor. Pero fui esquivando baches bastante bien.

—¿Cuáles son sus primeras memorias de las carreras?

—Luis Climent, Jaime Azcona, Luis Monzón, Salvador Canellas, Joan Vinyes...

—Y antes recuerde el glamur que tenía este deporte, con esos míticos modelos de automóviles...

—Estamos trabajando para que eso regrese. Tenemos otras armas, como la tecnología y las redes sociales. Vamos consiguiéndolo poco a poco. Las redes me permiten estar cerca de la gente, en el día a día, tener más empatía y conexión. Me gusta que la gente lo viva como si fuese dentro del coche conmigo.

La intensidad con la que el piloto asturiano vive el deporte que practica le ha granjeado incluso el apodo con el que se le conoce.

—Le llaman Cohete desde la época del karting.

—Me lo puso un mecánico... vaya liadas... Llevo desde los 9 años con el casco puesto. Tengo muy normalizadas situaciones que a otros les sorprenden.

—Se suele golpear el casco antes de competir. ¿Es supersticioso?

—Algo. Pero esas manías son rituales para entrar en mi zona de concentración. Trabajo desde hace once años con mi psicólogo deportivo. Hay mucha preparación tras cada rali.

—Ha vivido situaciones extremas, como aquel grave accidente en el Princesa de Asturias, por el que perdió la visión durante un par de días. ¿Cómo gestionó el miedo?

—Es que nunca tuve miedo a nada, solo a no poder seguir compitiendo. Los que nacimos con esta enfermedad por la gasolina... yo sabía que estaba vivo y que recuperaría la vista. De hecho, el miedo era en ese momento más que nada a la bronca que me iba a echar mi padre por destrozar el coche.

—¿Y la hubo?

—Claro que la hubo, pero la encajé y seguí corriendo. Porque siempre fue por él. Esto es todo por su culpa. Nunca me compró un balón, solo me metía los coches en la cabeza. Soy víctima de su propia pasión. Por eso, verle a él y al alma máter de Recalvi en la meta (curiosamente, ambos se llaman Chema), de dio mucha satisfacción. Todo esto es gracias a ellos.

—¿Nunca se planteó trabajar en la empresa familiar?

—A veces estuve en la cuerda floja, pero supe sobrevivir y salir adelante. Cuando hubo una temporada mala, me recuperé en la siguiente.