Amanda Sampedro, capitana del Atlético de Madrid: «En el fútbol femenino estar en la élite no te garantiza tener la vida resuelta»

DEPORTES

A sus 28 años, la capitana del Atlético de Madrid se ha convertido en un referente para muchos jóvenes y deportistas. Desde muy pequeña, luchó por ser futbolista, y no solo lo ha conseguido, sino que hoy es una de las grandes del fútbol femenino español

25 nov 2021 . Actualizado a las 09:12 h.

Desde que tiene uso de razón, Amanda Sampedro (Madrid 1993) recuerda estar con un balón entre los pies. Sus padres enseguida vieron que lo suyo por la pelota era pasión, y le brindaron todo su apoyo. A los 6 años la apuntaron al equipo del colegio, y a pesar de que era la única niña del grupo, esto nunca fue un problema. Nada que ver con Mandy, la protagonista de Campeona, el libro que acaba de publicar. Una historia, que aunque comparte pinceladas con la suya, va más allá. «Quería darle ese toque al libro por si alguna compañera se podía haber sentido así en algún momento mientras peleaba por sus sueños, de ahí esa vuelta a mi historia. Mandy, me recuerda mucho a mí, pero yo tuve la suerte de no tener ningún rechazo o impedimento», señala la capitana del Atlético de Madrid, que se reconoce en la protagonista en las ganas que tiene de jugar y en todo lo que está dispuesta hacer para conseguirlo. «Su mayor preocupación es divertirse jugando al fútbol, y quiere demostrar a la gente por qué no puede jugar siendo una niña si tiene talento para ello, disfruta y es lo que más le gusta», explica Amanda.

Sin embargo, esta madrileña es consciente de que esto no siempre es así, de que hoy en día, hay muchas niñas que no cuentan con todos los apoyos necesarios cuando deciden a una edad temprana, todavía en el cole, correr detrás de la pelota. Muchas veces porque a sus padres les echa para atrás que sea la única niña del grupo. «Por desgracia, sigue habiendo este tipo de comentarios, pero ni las profesiones ni los deportes tienen género —subraya—. Cada uno se tiene que dedicar a lo que realmente le guste, para lo que tenga talento».

Ella comenzó jugando en el equipo del colegio y luego con los amigos del barrio. En la cabeza, siempre un único objetivo: «Mi padre y mi abuelo siempre han sido del Atlético, a mí desde muy pequeñita me llevaban al Calderón y me inculcaron esos valores, yo siempre había soñado con vestir la camiseta», relata. Y lo consiguió. Con 15 años debutó en el primer equipo. Confiesa que hay una parte de suerte, «de que te salgan bien las cosas», y otra de que te den la oportunidad, «a mí me la dieron, la aproveché, y hasta hoy». Cuenta que ella no recuerda una situación incómoda, solo lo típico de: ‘Pero no dejes que te regatee que es una niña'. «Creo que era más por ignorancia que por hacer daño. Podía haber cierta ignorancia, pero nunca he sentido que me hayan insultado por ser una niña», dice Amanda, que lamenta que hace unos días se escucharan comentarios desafortunados en el campo del Osasuna. «Si vas a ver el fútbol, vas a ver el fútbol, no vas a hacer críticas ni nada. Seguramente no se atreverían si fueran hombres. Estamos hablando de un tema de desigualdad y de menospreciar a las mujeres y eso lo tenemos que cambiar», apunta. Tampoco nunca se vio en la tesitura que se ve Mandy de escoger entre el fútbol, su pasión, y sus amigos, un tema que toca en el libro para ponerse en el peor extremo en caso de que a una niña le gustara el fútbol. Ella tenía a sus amigas de siempre, a las que no les gustaba el balón, y que entendían a la perfección que ella optara por jugar cuando tenían un rato libre. «Eso no quiere decir que me tuviese que separar de ellas, y que no fuese a tener amigas. Hay tiempo para todo», comenta.

Mientras se labraba una prometedora carrera deportiva (ha ganado tres Ligas, una Copa de la Reina y una Supercopa; y ha sido campeona de Europa sub-17 y sub-19, además de contar un bronce en el Mundial sub-17) nunca descuidó los estudios. El último curso de bachillerato se lo sacó en el centro de deportistas de élite, ya que los horarios de los entrenos y las convocatorias le impedían seguir el calendario “normal”. Fueron años complicados, duros a nivel de exigencia, «pero yo creo —insiste— en que el deporte te da mucha disciplina y mucha organización. Cuanto menos tiempo tienes, más tienes que hacer por sacarlo, por estudiar y llevarlo todo al día».

DIFERENCIAS

A la par que era duro, también era muy gratificante porque le permitía hacer lo que realmente quería, que era jugar al fútbol, sin tener que renunciar a su formación. No se conformó con el bachillerato. Continuó estudiando, se graduó en Fisioterapia, y cursó un máster en Nutrición Deportiva y un MBA en Gestión Deportiva. «En el deporte femenino hay muchas compañeras que se están sacando su carrera, incluso algunas muy exigentes, como puede ser Medicina. Es otra mentalidad, o quizás ese grado de que aunque estés en la élite no te garantiza tener la vida resuelta, y es lo que te hace saber que te tienes que seguir formando», explica. Y desde ahí, desde lo más alto del fútbol femenino, afirma que también se ven diferencias con el masculino. «Estamos a años luz, también es verdad que no generamos el mismo dinero, porque nos sacan muchos años de adelanto, y lo que ingresan ellos ahora mismo, no lo ingresamos nosotras. Tenemos que ir por el camino paralelo a ellos, para poder aprovecharnos, ir creciendo de su mano y que nos vayan llevando a lo más alto», indica Amanda.

Su lema es «esfuerzo, trabajo y sacrificio», que lleva tatuado en el gemelo derecho para no olvidarse de dónde viene. A quién le gustaría parecerse siempre lo tuvo claro, su referente es Fernando Torres, «porque ha dado lecciones de ser un buen capitán, pero, sobre todo, persona por encima de buen deportista». Y aunque le cuesta y no le gusta hablar de sí misma, ella ha seguido esa trayectoria. «Me considero muy exigente conmigo misma, alguien que mira primero por el equipo que por sí misma, me gusta intervenir en el juego para ayudar a las compañeras», destaca. Dentro del campo, juega de centrocampista, la mueve la intuición. Siente para dónde tiene que ir el balón, se guía por sus sentimientos para saber en lo que creen que pueden hacer daño al rival. Para ella, ser la capitana supone «una responsabilidad, tener la empatía suficiente para ponerte en el lugar de cada una de las compañeras. Hay que pensar primero en ellas, tú eres la última, tienes que intentar que todo el mundo esté a gusto, y cuando hay momentos malos, evitar que el resto se dé cuenta», explica esta joven que con su característico gesto de determinación, cresta y pelo rapado se ha convertido en un referente para muchos jóvenes y deportistas.