Courtois-Oblak, dos muros bajo los palos del Real Madrid-Atlético

óscar bellot / ignacio tylko

DEPORTES

Duelo de altura en la portería. Thibaut Courtois, en estado de gracia e invicto frente a su exequipo, y Jan Oblak, rehabilitado por su fenomenal actuación en Champions ante el Oporto, serán dos de los grandes focos de atención en el duelo que el Real Madrid y el Atlético librarán mañana en el Bernabéu

11 dic 2021 . Actualizado a las 09:17 h.

Thibaut Courtois vuelve a verse las caras con su pasado. El gigante de Bree disputará mañana su octavo derbi capitalino defendiendo al Real Madrid. Todavía no sabe lo que es perder contra el Atlético, equipo para el que disputó 154 partidos que le convirtieron en leyenda rojiblanca. Así lo atestigua la placa con su nombre que luce en los exteriores del Metropolitano. Encajó 125 tantos, dejó a cero 76 veces su portería y fue pieza determinante en los cuatro primeros títulos de la era Simeone: la Europa League de la campaña 2011-12, la Supercopa de Europa y la Copa del Rey de la 2012-13 y la Liga de la 2013-14.

El primer encuentro tras su cambio de chaqueta, librado el 29 de septiembre del 2018 en el Santiago Bernabéu, quedó marcado por el cerrojazo que impusieron el belga y su sucesor bajo los palos del Atlético, Jan Oblak. Desde entonces, Courtois se ha convertido en un adversario imbatible para su exequipo, contra el que acumula tres victorias y cuatro empates, habiendo encajado solo dos tantos.

Mantener la racha es el propósito de un guardameta que alcanza la cita en estado de gracia. Es uno de los bastiones sobre los que el Real Madrid ha cimentado su liderato en la Liga y ha logrado el pase como primero de grupo a octavos de final de la Champions, la competición en la que tocó fondo en su segundo curso en Chamartín. Sustituido entonces bajo pitos por una gastroenteritis al descanso del duelo con el Brujas, cuando los blancos caían por 0-2 con una actuación que le había dejado señalado, el belga es hoy indiscutible.

Ha validado con creces la apuesta de su fichaje y muchos le colocan ya en el panteón de los mitos que han custodiado la meta del trece veces rey de Europa, con Iker Casillas a la cabeza. Su sobriedad ha sido fundamental para consumar sin excesivos sobresaltos el cambio de guardia en la zaga. Con 15 goles encajados en 16 jornadas de Liga, está bien situado en el Trofeo Zamora, que aspira a conquistar por cuarta ocasión. Los dos primeros los logró con el Atlético. El tercero lo consiguió ya con el Real Madrid, providencial para abrochar el campeonato del coronavirus.

«Para ganar hay que tener un buen portero y Jan es el mejor del mundo», sentenció Simeone tras la reciente exhibición del gigante esloveno en O Dragao. Después de sufrir sus peores cuatro meses en el Atlético, Oblak no falló en la cita clave, se echó al equipo a la espalda, recuperó la magia y volvió a ser ese hombre decisivo, indiscutible, artificiero, bombero y héroe. Sin él, los colchoneros ya estarían fuera de Europa.

Se presentó a la final de Oporto con sus peores números en siete años de rojiblanco: 23 goles encajados en los 20 partidos del curso y solo seis porterías a cero. Tres días atrás, daba puñetazos al césped después de que el japonés Take Kubo certificara el asalto del Mallorca al Metropolitano. El esloveno, tercero en la votación al premio Yashin, por detrás de Donnarumma y de Mendy, campeones de Europa con Italia y el Chelsea, respectivamente, lleva un curso extraño, con la sensación de que el robot se ha vuelto humano. En Liga, le condenaron el despiste en Getafe, la sonada pifia en Cádiz, con el partido ya resuelto, y, sobre todo, las dudas que transmitía. Transitan los colchoneros a diez puntos de sus eternos rivales, aunque con un partido menos, pero el triunfo en O Dragao les permite ver el derbi con esperanza. «Hay que mantener la cabeza alta y mejorar cuando se pierde y las cosas no salen, y estar tranquilo si ganas porque no has hecho nada. En el Atlético, siempre hemos sacado todo lo bueno cuando más necesario ha sido», concluye Oblak. Pura filosofía cholista.

Pese a sus temblores en la actual campaña, es indiscutible. Su renovación, la tercera desde que aterrizó en el 2014 en el Atlético, es casi cuestión de Estado. Siempre fue introvertido, más aún en esos inicios con dificultades idiomáticas que retrasaron su adaptación, pero es uno de los guías del vestuario. Mensajes claros, cortitos y al pie. Blindarle ya fue un asunto capital en el 2019, cuando amplió su vínculo hasta el 2023. Dejó cerrado un salario a su altura, 10 millones netos. Los 16 kilos pagados al Benfica parecían una barbaridad, pero fue una de las mejores inversiones en la historia del club rojiblanco.