Las lágrimas de Federer, el héroe vulnerable: «Yo solo quería jugar al tenis»

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DPA vía Europa Press | EUROPAPRESS

El suizo ofrece un emotivo discurso, entrecortado por 20 minutos de llanto intermitente, arropado por su familia y sus rivales, con Nadal conmovido: «Cuando Roger se va, una parte de mi vida también se va»

30 dic 2022 . Actualizado a las 17:42 h.

Le jaleaban sus rivales —Djokovic, Murray, Tsitsipas—, le besaba su familia —su mujer, Mirka Vavrinec, sus dos parejas de mellizos y sus padres—, le aplaudían los mitos —Laver, McEnroe, Borg—, y con él lloraba su némesis —Rafa Nadal—. El epílogo de la carrera de Roger Federer, el más elegante de los tenistas, ganador de 20 grand slams y atleta de culto para millones de aficionados alejados del tenis, se bañó en lágrimas en el monumental O2 Arena de Londres, la ciudad donde ganó ocho títulos de Wimbledon, solo una parte del legado inabarcable de un deportista ejemplar. «Estoy feliz, no triste», repitió una y mil veces, mientras en las pantallas del pabellón se disparaban algunos de los milagros que había creado sobre una pista.

A los 41 años, Federer eligió retirarse en la Laver Cup, el duelo que él mismo creó para enfrentar a dos equipos de Europa y el resto del mundo. Y tuvo tanto gusto para que su equipo diseñase todos los detalles de su despedida, que además eligió retirarse en un partido de dobles, acompañado por Nadal, el más cruel de sus verdugos —que le amargó 24 de sus 40 enfrentamientos directos, incluidas 10 de sus 14 finales de grand slams—. El tenista con el que forjó una de las más ejemplarizantes rivalidades de la historia del deporte. Perdieron contra Jack Sock y Frances Tiafoe en el súper tie break del tercer set, pero dio igual.

Federer, número 1 del mundo durante 310 semanas y ganador del 20 grandes —por los 22 de Nadal y los 21 de Djokovic—, el último el Open de Australia del 2018, apenas compitió durante los dos últimos años. Incluso machacado por sus lesiones de rodilla, ofreció ayer destellos de su magia. Como cuando coló involuntariamente la bola por un mínimo hueco entre la red y uno de los palos que la sostienen. La primera en empezar a llorar fue su madre, Lynette, de la que heredó la plasticidad del revés a una mano. Y desde entonces se sucedieron los mensajes desde la grada agradeciendo su enorme legado para el tenis.

Hasta que le tocó hablar, entrevistado a pie de pista por el extenista Jim Courier. Cuando elaboró un discurso sencillo y emotivo. «Hemos conseguido pasar esto de alguna manera», comenzó, y continuó hilvanando ideas de forma entrecortada, interrumpido casi a cada frase por las lágrimas: «Nunca hubiera esperado todo esto. Yo solo quería jugar al tenis. Ha sido perfecto, lo haría de nuevo. Mi final ha sido como lo deseaba».

Federer, que prolongó su carrera con récords de longevidad gracias a un físico privilegiado que trabajó de forma metódica lejos de los focos, pudo despedirse en una pista de tenis. «Ha sido una día maravilloso. Estoy feliz, no triste. He disfrutado de ponerme mis zapatillas una última vez. He tenido a mis amigos aquí, a mi familia, a mis compañeros... Estoy muy contento de haber jugado este partido», añadió ante el griterío de 20.000 personas, que asistían a un momento trascendental para la historia del tenis en un evento de reciente creación como la Laver Cup que recibe ahora un espaldarazo superlativo.

Las lágrimas de Federer evocan también las aristas de un héroe vulnerable, que construyó su carrera en una continua lucha por domar el carácter temperamental de sus primeros años como profesional, y el dolor de las derrotas que acompañan el camino hacia la cumbre de cualquier deportista. Sobre todo, en las derrotas frente al rival al que eligió como compañero el día de su despedida. «Esto me está matando», reconoció al perder contra Nadal en la final del Open de Australia del 2009.

Esa vulnerabilidad, alejado del espíritu asesino de otros grandes mitos del deporte, también hizo diferente a Federer. «Son muchos años compartiendo muchos momentos. Cuando Roger se va, una parte importante de mi vida se va también», le despidió Nadal.

Nadal, de hecho, solo viajó a Londres para jugar el partido con Federer. En plena época de descanso, para no machacar más un físico achacoso, no disputará ningún otro encuentro de la Laver Cup.  «Ha sido emocionante, inolvidable, triste también. Es difícil, ha habido muchas emociones, pero bueno, al final, ha sido un día muy especial, inolvidable y al final para todos hay un comienzo y hay un final. Es la vida», resumió el tenista español, de 36 años y al que se le auguraba, en el principio de su carrera, una trayectoria mucho más corta. 

Nadal tampoco paró de llorar durante los discursos de su íntimo rival, con el que entrelazó las manos en el banquillo después de jugar y mientras se emitían las imágenes de algunos de sus episodios más emotivos.  

La visión de Nadal: «Llorar es bueno, necesitas soltar emociones»

«Estoy muy feliz de que Roger, después de muchos momentos complicados que sé que ha pasado en estos últimos tiempos, haya podido despedirse en la pista. Cosa que, personalmente, sabía que era difícil que pasara por cómo se encontraba. Estoy feliz de que se haya despedido, feliz de que haya recibido el momento que se merecía en la pista, enfrente de tanta gente y que el mundo haya podido verle despedirse en pista para mí es algo que realmente se merecía sin ninguna duda. Se va alguien que ha sido y es un icono, de los iconos más importantes de la historia del deporte en general», razonó el tenista español, que explicó su emoción durante los homenajes a Federer tras el encuentro del O2 Arena. «Soy una persona bastante sensible. No me preocupa tampoco [llorar]. Llorar es bueno a veces. Necesitas soltar estas emociones. Se va una parte de mi vida por lo que es difícil».

Nadal espera en las próximas semanas el nacimiento de su primer hijo. De hecho, a la paternidad atribuye Federer parte de su todavía mayor sintonía personal durante las últimas temporadas. «Hemos estado muy conectados, especialmente durante los últimos diez años. Creo que desde que tengo hijos. No sé si eso me ha ayudado o me ha cambiado de algún modo o si nuestra rivalidad ha evolucionado. No tengo ni idea», reconoció Federer.

De hecho, su relación más allá del tenis ha crecido durante las últimas temporadas, en las que no disputaron tantos encuentros de máxima rivalidad: «Me hace muy feliz ver dónde está nuestra relación hoy en día, que pueda llamar a Rafa y hablar de lo que sea. Creo que él se siente del mismo modo. Ha sido especial también que la familia de Rafa haya estado estos días aquí, porque te demuestra que no es solo que Rafa haya venido a jugar y a nadie de su equipo le importe. Puedo sentir su pasión por mí, como persona».

«Espero que a él le pase lo mismo con los hijos que va a tener. Le puedo dar algunos consejos. No es fácil -se rio Federer-, pero como padres siempre tenemos que dar lo mejor. Disfrutamos de la compañía del otro y tenemos muchos recuerdos, pero también nos gusta pasar tiempo juntos. Siento como que, cada vez que pasamos una tarde juntos, nos falta tiempo», desveló el suizo. 

Nadal, cuya mujer, Xisca Perelló, llegó a estar hospitalizada por las complicaciones de su embarazo mientras él competía en el US Open en Nueva York, accedió a hablar de su vida personal y familiar. «Han sido semanas difíciles, pocas horas de dormir, un poquito de estrés en general. Situaciones un poco más complicadas de lo habitual en casa. He tenido que lidiar con una presión diferente a la que estás acostumbrado en la vida profesional. Por suerte todo está bien, mucho más tranquilos y en ese sentido he podido venir aquí que para mí era importante», explicó. 

Y enlazó otro paralelismo entre ambos. «Sé que, cuando uno lleva tiempo con lesiones, que no ve el final, es frustrante y en ese sentido para él han sido tiempos difíciles, con recuperaciones que llevan mucho tiempo, mucho esfuerzo mental y al final te das cuenta de que no llegas. Que se haya retirado en la pista era muy importante para él y yo no podía faltar en este día. Y aquí he estado, más allá de las circunstancias personales en las que yo estaba».

Anoche todavía no sabía si permanecería en Londres para arropar a su equipo de la Laver Cup o volvería a Mallorca: «Necesito volver a la habitación y pensarlo bien. Ahí tengo que decir. Tengo un conflicto interno bastante importante y ahora mismo no os puedo contestar. Cuando terminen todos estos momentos de emoción volveré a mi habitación y veré qué es lo que tengo que hacer».

¿Y su futura retirada, a la que cada vez se refiere con más frecuencia? «No lo sé, no estoy en ese momento aún. Estuve cerca de ese momento este año, no os voy a engañar. Durante Roland Garros pensaba que quizás fuera mi último torneo, esta es la realidad. Aunque desde ahí todo salió muy mal físicamente, me rompí el abdominal dos veces, en Wimbledon y en Nueva York. Ha sido un cúmulo de desgracias importantes, sumados a todas estas cosas personales. Pero no estoy en ese momento ni quiero pensar en ese momento. A día de hoy lo que quiero es recuperar la normalidad, que el tema personal todo siga bien, que es la prioridad máxima y después organizar mi vida de la manera adecuada. Tener tranquilidad en mi vida personal y profesional».