Latinoamérica permite mantener la demografía gallega en 2,7 millones de personas

M. Varela / I. Castro-Pérez / Adrián Valiño REDACCIÓN / LA VOZ

RETORNADOS · Exclusivo suscriptores

Shanna Jiménez, venezolana que se mudó a Vilagarcía desde Chile junto a su perra.
Shanna Jiménez, venezolana que se mudó a Vilagarcía desde Chile junto a su perra. MONICA IRAGO

La población total de nacidos en otros países supera ya en Galicia las 182.00 personas frente a la caída constante de habitantes con origen en la comunidad. «La cultura gallega siempre estuvo presente en mi familia», cuentan los recién llegados

08 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

En Galicia muere más gente de la que nace desde finales de los ochenta. La brecha es cada vez mayor, pero la población total se mantiene prácticamente invariable desde hace más de veinte años, rondando siempre los 2,7 millones de gallegos. De hecho, según los datos provisionales publicados ayer por el Instituto Nacional de Estadística (los definitivos se difunden en diciembre), el censo de la comunidad aumentó ligeramente respecto al primer trimestre del año, un 0,12 %. Es un 0,53 % más que en julio del 2024, ganando 14.426 personas desde entonces. La población total se asienta así en 2.720.469, el dato más alto desde el 2015.

La respuesta a este freno en la pendiente demográfica está en el continuo crecimiento de nacidos en el extranjero que se afincan en Galicia. Nunca ha habido tantos como ahora: 182.467 a julio del 2025, un 17,5 % más que en enero del 2025. Es el doble que hace solo seis años, y casi cinco veces más que en el 2002, cuando comienza la serie histórica del INE.

Otra forma de medir la dimensión de estos datos es compararlos con la evolución de la población nacida en Galicia. Según los últimos datos del centro estadístico, en julio de este año se redujo en un 0,5 % respecto a enero del 2024 (12.550 personas menos). En total son 2.538.002 habitantes con nacionalidad española, la cifra más baja desde el inicio de la serie histórica. Comparado con el 2002 son 121.241 personas menos.

Es el otro lado del Atlántico el que salva la demografía gallega. El país de origen principal de los llegados a Galicia durante el último trimestre es Venezuela (1.660). Le siguen Colombia (1.280) y Cuba (1.070). Por provincias, la población extranjera en las provincias de Lugo y Ourense representa más del 9 % del total; en A Coruña es un 7 % y, en Pontevedra, un 6 %.

Los datos del INE también contabilizan la población por franjas de edad, y detecta el aumento de personas centenarias durante el último año. En el mes de julio había 1.753 personas con 100 años o más, 175 más que hace un año. Además, hay 349.718 gallegos menores de edad.

7 millones en España

El incremento del 0,12 % del censo gallego es el séptimo más bajo entre el resto de comunidades autónomas, similar al experimentado por La Rioja. Aragón muestra la mayor evolución con un 0,91 % más, y Extremadura está a la cola con un 0,05 %. En España, el incremento fue del 0,24 %, 119.811 personas más durante el segundo trimestre del año. El censo total se sitúa así en 49.315.949 habitante, casi un millón más que hace dos años. La población extranjera creció un 6,2%, hasta superar los 7 millones, mientras que los españoles subieron un 0,23 %, hasta 42.265.775 personas.

Ramiro Raigosa, venezolano que migró a Culleredo después de sobrevivir a dos intentos de asesinato en Colombia.
Ramiro Raigosa, venezolano que migró a Culleredo después de sobrevivir a dos intentos de asesinato en Colombia. CESAR QUIAN

Ramiro Raigosa, venezolano. Tras recibir un disparo en la mano mientras trabajaba en Colombia, decidió mudarse junto a su mujer a Culleredo hace cinco meses.

«Aquí se me recibió bien desde el primer día» 

La historia de Ramiro Raigosa es la de muchas personas que se marcharon de su país de origen buscando una vida mejor en Galicia. Motivado por la difícil situación económica de su Venezuela natal, con incluso racionamientos de comida en los supermercados, decidió junto a su esposa marcharse en el 2017, aunque su primer destino fue Colombia. Allí, lejos de poder encontrar un lugar estable para asentarse, sufrió hasta dos intentos de robo con armas de fuego. En el segundo, en julio del 2024, y mientras dirigía el autobús en el que trabajaba como conductor, llegó a recibir un disparo en la mano. Fue el punto de inflexión que le hizo hacer sus maletas y viajar a Europa. «Tristemente, en Latinoamérica se ve este fenómeno mucho», se apena.

El destino de Ramiro, lejos de ser una gran ciudad europea, las más conocidas en Sudamérica, fue la pequeña parroquia de Santa Gema, en Culleredo. «Debido a esos intentos de asesinato, mi esposa comentó que tenía un sobrino acá que estaba dispuesto a echarnos una mano y al final tomamos la decisión de venirnos. Era muy difícil vivir con esa situación de inseguridad», asegura. En este municipio coruñés se encuentra desde el mes de abril, con el objetivo de continuar siendo «una persona de utilidad acá, en el país que nos ha dado su acogida, y aportar lo máximo que podamos para su desarrollo».

Aguarda por su solicitud de asilo, ahora mismo en trámite, razón por la que tampoco cuenta con un permiso de trabajo aún. «Hay que esperar, ni modo. Gracias a Dios, el sobrino de mi mujer nos dejó quedarnos en su casa y vamos tirando con nuestros ahorros», explica. Aquí, en Galicia, espera poder volver a trabajar de busero, un empleo para el que tiene conocimiento de que existe una gran demanda en la comunidad.

A la espera de documentación para trabajar

Se encuentra en la misma situación su esposa, Liliana, enfermera de profesión, pero que no puede ejercer hasta que no homologue su título. «Un proceso un poco tardío y tedioso», según indica su marido. Ramiro explica que incluso le habrían recomendado volver a estudiar enfermería o un curso de auxiliar en España, «porque la homologación se tarda tres años o incluso más». También aguarda a que le concedan un permiso de trabajo Michelle Rico, una joven de 25 años, también venezolana, que se mudó en febrero a Pontevedra. Su destino inicial, sin embargo, era Francia, donde ella y su pareja habían recibido una oferta de trabajo que finalmente no resultó. Desamparados, en un país sin su mismo idioma y con un océano de por medio con su casa, unos amigos suyos gallegos les tendieron la mano. Conectaron con ellos gracias al abuelo de él, emigrante nacido en Galicia.

Michelle Rico, una joven venezolana que se mudó a Pontevedra junto a su marido después de migrar a Francia por una oferta de empleo que fracasó.
Michelle Rico, una joven venezolana que se mudó a Pontevedra junto a su marido después de migrar a Francia por una oferta de empleo que fracasó. PEDRO DABOUZA

Michelle Rico, venezolana. La joven de 25 años se mudó a Pontevedra hace seis meses desde su país natal junto a su pareja tras un trabajo fallido en Francia.

Con los pocos ahorros que habían reunidos, esperanzados por un futuro laboral cercano en el país galo, recalaron en la capital pontevedresa. Decidieron no volver a Venezuela, «principalmente por la situación económica, la violencia y, bueno, la falta también de oportunidades que hay en el país para las personas jóvenes». Ella, al igual que su marido, hizo su solicitud de asilo en abril, aunque le avisaron de que este trámite, como muy pronto, podría resolverse en el 2028. Michelle explica que, además, no podrá solicitar un permiso de trabajo hasta pasados seis meses de haber hecho lo propio con el de asilo. Por ello, la pareja se ha visto obligada a desarrollar trabajos sin seguridad social, en cuidado de menores y limpieza, ella, y el albañilería, él.

«Estamos explorando la opción de que mi marido se saque la nacionalidad a través de su abuelo, que igual tarda bastante tiempo también, pero puede ser un poquito más rápido», indica. Al principio acudieron a Cáritas para poder subsistir y la asociación Asovedra, de apoyo a los inmigrantes en la provincia, «nos ayudó mucho, en asesoramiento legal y muchas otras cosas». Indica que al principio les costó encontrar sustento económico propio y les preocupó «quedar algún día viviendo en la calle». Tanto, que valoraron volver a Sudamérica, «pero nuestro temor a regresar era tan grande que nos dijimos "vamos a aguantar"».

Al principio, Michelle y su marido vivieron junto a sus conocidos, pero desde hace poco han conseguido reunir el suficiente dinero para alquilar una habitación en un piso compartido. Les gustaría alquilar una vivienda para ellos solos, pero «la desventaja que tenemos es no contar con papeles». Explica que para hacerlo precisarían de un contrato de trabajo en regla. Es una situación que entiende, pero que espera con ansias poder resolverla. La joven venezolana clama que «desde el primer día quedamos enamorados de Pontevedra, es una ciudad tranquila y para mí es perfecta. Galicia nos ha abierto las puertas y estamos muy agradecidos».

«Una sensación de arraigo»

En el caso de Florencia Dezi, una joven de 24 años de Buenos Aires que decidió mudarse a la ciudad de A Coruña en marzo, la atrajo «una sensación de arraigo». Su bisabuela emigró en su día a Argentina desde Galicia, y «era la que nos alimentaba de la cultura gallega». Destaca que, tras su muerte, es su abuela la que tomó su relevo: «Los domingos en mi casa de Argentina no eran solo de asado, eran de asado y tortilla. Mi abuela las cocina usando un delantal con la bandera de Galicia».

Florencia Dezi, emigrante argentina que vive en A Coruña.
Florencia Dezi, emigrante argentina que vive en A Coruña. CESAR QUIAN

Florencia Dezi, argentina. Tras otras dos etapas temporales en Galicia, decidió probar suerte ella sola en A Coruña a sus 24 años. Lleva cinco meses en la ciudad, apoyada por una amiga suya gallega.

Utiliza la misma palabra, «arraigo», Hanoi Vidal para explicar su llegada a Lugo desde La Habana en septiembre del año pasado. Este cubano de 50 años, con una discapacidad visual, es nieto de emigrantes gallegos. «La cultura gallega siempre estuvo presente en mi familia, en la comida, la música... Mi hermano es músico e hizo mucha gallego-portuguesa con un grupo que tenía en Cuba». Con él fue con quién llegó a Galicia, debido, en sus palabras, a la difícil situación del país centroamericano. Lo hicieron con sus propios medios, aunque al llegar pudieron acceder a la subvención de retornados del Servicio Publico de Empleo Estatal (SEPE), siempre apoyados por la Asociación de Inmigrantes y Retornados Rioplatenses.

Hanoi no tiene trabajo, aunque por el momento asegura que tratará de salir adelante a través de su obra artística. Es pintor, y viene de ganar un premio internacional en el Festival de Arte Menotti, en Italia. Por el momento, en Galicia, ha presentado sus obras en varias exposiciones de la Xunta, como la celebrada en la ciudad amurallada el pasado abril, aunque su sueño es abrir sus propias galerías en la comunidad.

Hanoi Vidal, pintor cubano que está intentando desarrollar su carrera artística en Lugo.
Hanoi Vidal, pintor cubano que está intentando desarrollar su carrera artística en Lugo. Óscar Cela

Hanoi Vidal, cubano. Descendiente de gallegos, a sus 50 años trata de desarrollar su carrera como pintor desde Lugo. Se mudó a la ciudad amurallada hace 11 meses junto a su hermano.

Florencia ya había estado en otras dos ocasiones en Galicia de forma pasajera. «Soy más argentina que el mate y el dulce de leche, pero Galicia siempre estuvo presente en mi vida», resume. Y es que su hermana también es gallega, nacida en Santiago cuando la familia estuvo viviendo en Silleda siendo ella casi una recién nacida, en el 2002. Aunque apenas cinco años después, todos ellos volvieron a cruzar el Atlántico para regresar a Buenos Aires. Allí continúan viviendo sus familiares, pero ella decidió volver de intercambio universitario en el 2021, esta vez hacia A Coruña, y allí reconectó con la cultura gallega. Tanto, que este mismo año regresó para asentarse en la ciudad herculina definitivamente. «Siento que me adapté muy rápido, creo que porque ya conocía la ciudad y tenía amigos acá que me ayudaron muchísimo», reconoce. Precisamente, Sara, una gallega que conoció durante su intercambio, le ha dejado vivir en su casa hasta que pueda pagarse una vivienda propia. Desde hace un mes, después de bastante tiempo buscando, ha logrado por fin trabajo.

De Argentina a Galicia, pero esta vez hasta Pontevedra. Bajo la ilusión de vivir y conocer Europa, Grisel Aguilar viajó a España en el 2022, de aventura entre Barcelona e Ibiza, pero fue en enero del año pasado cuando esta mujer de 24 años decidió instalarse en Campo Lameiro para convivir con su prima: «Aquí se me recibió bien desde el primer día. Me costó adaptarme al clima y al transporte, ya que no tenía coche y a veces era complicado moverme».

Grisel Aguilar, argentina en Pontevedra.
Grisel Aguilar, argentina en Pontevedra.

Grisel Aguilar, argentina. Esta porteña de 24 años conoció a su familia gallega cuando tenía 15 años. En el 2022 decidió salir de su país y tras pasar por Barcelona e Ibiza, recaló en Galicia en enero del 2024.

Actualmente trabaja de operaria de fábrica y, a principios del 2025, se mudó a la ciudad en la que convive con su pareja: «Yo creo que los gallegos son lo más trabajadores de toda España. En otras comunidades, las empresas me ponían muchas pegas en las entrevistas. Aquí lo único que les interesaba era si realmente tenía ganas de trabajar». Sobre las ventajas de Galicia, Grisel dice que la gente «vive con mucha calma. En la primera mitad del año estuve trabajando en un bar y volvía caminando sola a mi casa de madrugada. Eso en Argentina no lo hubiese pensado jamás».

A escasos 20 kilómetros de Pontevedra vive Diana Morales, con su marido Hernán y su hijo Matías, en Redondela. Ellos decidieron salir de Colombia por la inseguridad del país y «buscar un futuro diferente para nuestro niño». Antes de escoger el destino, la mujer de 42 años encontró en internet documentación sobre la comunidad gallega: «Cuando empecé a ver las fotos y la información sobre Galicia, me enamoré y le dije a mi esposo que quería vivir ahí». Hernán llegó de primero, el año pasado, y ocho meses después, cuando encontró trabajo estable en una tienda de chocolate, llegó el resto de la familia.

Diana lleva diez meses en Galicia y el proceso de adaptación «está siendo una montaña rusa. Estamos encantados con la naturaleza y la tranquilidad de estas tierras, pero claro, un poco de nostalgia siempre se siente». Ella confía en quedarse aquí mucho más tiempo, porque su hijo «está feliz y la calidad de los estudios que recibe, así como la relación entre el profesor y el estudiante, es diferente respecto a Colombia», concluye.

Yessica Lavalle, argentina en Vigo.
Yessica Lavalle, argentina en Vigo.

Yesica Lavalle, argentina. Vive con su marido y su hijo en Vigo desde junio del 2024. Esta mujer de 39 años trabaja de teleoperadora y salió de Argentina para mejorar su calidad de vida.

Más hacia el sur, en el barrio vigués de Coia, vive Yesica Lavalle, una argentina de 39 años. Tras cinco años buscando alternativas para migrar, su marido Martín viajó solo a Galicia para trabajar en Lugo y posteriormente en una panadería de Vigo: «Mi nene Joaquín y yo tardamos ocho meses en venir junto a mi esposo».

Durante las primeras semanas, la incertidumbre y las dudas sobrevolaban por la cabeza de Yesica, pero poco a poco «hice un grupo muy lindo con las mamás del cole. Al principio no podía trabajar, porque yo no tenía el arraigo, entonces lo que hice fue meterme automáticamente en el ANPA del colegio para colaborar y ayudar». Desde diciembre, está empleada como teleoperadora y sueña con poder «cumplir esos objetivos que uno tiene como persona. En Galicia se puede pensar en dejar algo el día de mañana de herencia, esto en nuestro país está muy complicado».

A Vilagarcía se mudó en octubre Shanna Jiménez. Esta venezolana de 32 años, sin embargo, llegó desde Chile, donde estuvo viviendo durante algunos años. Desde allí decidió viajar hasta Galicia, acompañada por su perra Moka, «porque las cosas empezaron a ponerse muy feas en cuanto a migración y a seguridad». Ella fue la primera de su familia en emigrar y «la meta siempre fue España», pero fueron conocidos venezolanos que viven en Galicia los que la animaron a mudarse a la comunidad en octubre del año pasado.

Shanna Jiménez, venezolana que se mudó a Vilagarcía desde Chile junto a su perra.
Shanna Jiménez, venezolana que se mudó a Vilagarcía desde Chile junto a su perra. MONICA IRAGO

Shanna Jiménez, venezolana. Pasó por Chile, desde donde recaló en Vilagarcía, cruzando el Atlántico acompañada de su perra Moka.

De momento, Shanna continúa aguardando a que se tramite su solicitud de asilo, para la que le dieron una estimación de espera hasta el 2027. Tampoco tiene permiso de trabajo, pero no quiere trabajar «en negro». Hasta ahora, ha podido vivir de sus ahorros y de empleos telemáticos puntuales, haciendo de traductora para clientes venezolanos, pero espera poder desarrollar su profesión en Vilagarcía.