Taurinos vs antitaurinos: aquí sus argumentos

Elena G. Bandera
E. G. Bandera GIJÓN

GIJÓN

Anadel celebra mañana una manifestación contra las corridas de toros en la penúltima jornada de la Feria de Begoña en El Bibio

13 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La controversia entre taurinos y antitaurinos es inevitable en una ciudad que celebra corridas de toros. Mañana será el día en el que coincidan en El Bibio al haber convocado la Asociación Nacional Animales con Derechos y Libertad (Anadel), por décimo año consecutivo, una manifestación antitaurina que parte, a las 16.30 horas, de la plazuela de San Miguel rumbo a la plaza de toros, que celebra la quinta corrida de la Feria de Begoña de Gijón. Unos y otros exponen sus argumentos sobre las seis principales claves que les enfrentan antes de esta convocatoria, que el año pasado sumaba más de 1.500 participantes.

¿Es o no es la tauromaquia un espectáculo cultural?

La presidenta de la Federación Taurina del Principado de Asturias, Maritina Medio, defiende que la tauromaquia tiene una dimensión artística y plástica «enorme». En este sentido, recuerda que ha sido fuente de inspiración para poetas, artistas, músicos y directores de cine. «La tauromaquia es patrimonio cultural de España. Sales fuera y, ¿con qué te identifican? Con los toros y es algo evidente». El escritor y crítico taurino Fernando Fernández-Guerra, que es miembro del consejo municipal de expertos taurinos, considera que es una «escuela de valores, en la que el joven aprendiz de torero sacrifica su adolescencia para entrenar y tener una oportunidad de jugarse la vida para el disfrute de quienes le están viendo».

En cuanto a la dimensión cultural o artística, Fernández-Guerra asegura que «es la inteligencia humana, y no la barbarie, la que ha transformado la singularidad que tiene el toro de lidia de ser el único animal que se defiende acometiendo a quien lo inoportune, en lugar de huyendo, en un espectáculo ritual basado en el valor, la técnica y el arte de quien lo ejecuta. Y esos valores culturales y artísticos han sido reconocidos por sociedades avanzadas hasta convertirlos en patrimonio cultural internacional, léase Francia. La fiesta, además de ser un componente social, ritual y sacrificial, aúna la tradición más rural con la expresión multiartística de la ciudad, al condensarse bien reglamentada y con un protocolo complejo en un espectáculo en la ciudad».

La responsable de Anadel en Asturias, Elena López, es muy rotunda: «La realidad es que a día de hoy se está maltratando hasta la muerte a un animal y se le llama cultura, pero no lo es».

¿Deben mantenerse los espectáculos taurinos porque son una tradición?

En Gijón, según relata Maritina Medio para defender la tauromaquia por ser una tradición ancestral, existen referencias documentadas que demuestran que al menos ya existían espectáculos taurinos en el siglo XVII, «aunque lógicamente no eran iguales que los actuales». En concreto, esos espectáculos que tenían a los toros como protagonistas se celebraban desde 1640 en Cimadevilla, delante de la Casa del Chino, en la actual plaza de la Soledad. Con posterioridad, hubo otra  plaza anterior a la actual de El Bibio (que tiene ya 128 años) y que estaba situada en Begoña, en donde hoy se sitúa el café Dindurra. La lidia actual, explica, se remontaría a 1860, año en el que se celebraban festejos muy parecidos a los actuales. Maritina Medio también menciona que, en 1517, cuando Carlos I de España y V de Alemania desembarcó en Asturias para hacerse rey, se celebraron en su honor festejos taurinos en Villaviciosa. «Era una manifestación popular para celebrar su llegada. Así fue como el pueblo lo celebró», dice la presidenta de la Federación Taurina de Asturias. Fernando Fernández-Guerra también recuerda que, en época de Alfonso X, «se dieron toros delante de la Catedral de Oviedo» y, yendo más allá, asegura que el primero que toreó desde un caballo a un toro fue Rodrigo Díaz de Vivar, con motivo de las bodas de sus hijas. «Siempre hubo toros, pero yo no me apoyo en la cuestión de la tradición porque la pena de muerte también tiene tradición y hay que abolirla. Si la corrida fuese recién inventada también sería defendible», sostiene.

Elena López, de Anadel, comparte en cierto modo con Fernández-Guerra el argumento de que no todas las tradiciones deben mantenerse por el mero hecho de serlo. «Una tradición no puede estar nunca por encima de la razón. También lo era la esclavitud y no se sostiene».

¿El ataque a los espectáculos taurinos está politizado o responde a una creciente conciencia social sobre el trato hacia los animales?

Maritina Medio asegura que los taurinos siempre fueron de todas las ideologías políticas. De izquierdas y de derechas. En este sentido, recuerda la visita que en 1959 realizaba el Che Guevara a la madrileña plaza de Las Ventas para asistir a una corrida de toros. «La fiesta nunca había estado politizada y ahora es lo que están pretendiendo, no me digas por qué. Se está identificando el toro con lo español, con el folclore más tradicional, y es algo que existe desde hace más de 100 años». En opinión de Fernando Fernández-Guerra, «en la actual sociedad enferma priman los valores de los animales inferiores sobreponiéndolos a los del animal superior y adjudicándoles derechos y privilegios que no son capaces de enumerar, exigir y cumplir. Otra cosa es que los seres humanos hagamos de tutores y estemos por encima de los animales inferiores pero que se alegren de que un toro mate a un torero sin respetar que el animal más importante es el humano no tiene ninguna lógica. Los animalistas», añade, «son un grupo de antisistemas que se oponen a todo por revanchismo, aprovechando las libertades que da el sistema que desean derribar». Aquí cuenta, a modo de anécdota, que en una ocasión a la entrada de la plaza de Pontevedra, antitaurinos le preguntaron «¿cómo te lo permite tu karma?» y que respondió que «los taurinos no tenemos karma, solo conciencia».

Para Elena López, de Anadel, afirmar que se está politizando el asunto no tiene un fundamento sólido. «Hay una conciencia social importante y va en aumento. Las corridas, aunque están legalizadas, no son éticas. Se coge a un animal y se maltrata hasta su muerte. Lo que existe es una sensibilidad contra el maltrato animal. No hay ninguna bandera, sino gente que opina. No se está politizando en absoluto. En las corridas de antaño se lidiaba y se mataba al toro, ahora es un evento social, en el que se buscan figuras, con toreros que salgan en prensa, es algo sensacionalista y se va para figurar porque está Fulanito, va Menganito...». También toma las declaraciones que realizaba hace años la alcaldesa de Gijón, Carmen Moriyón, como ejemplo: «Ella decía que no entendía la tauromaquia, que eran las sensaciones que vivía. El conjunto de los sentimientos. Ahora está claro que la importancia recae en que es más un evento social». Como prueba de la creciente conciencia social que está generando en España el rechazo a festejos populares con animales, recuerda que la primera manifestación contra las corridas de toros en Gijón tuvo un centenar de participantes, que el año pasado fueron alrededor de 1.500 personas y que en la de mañana se espera una mejor afluencia.

¿El toro en la plaza es o no víctima de maltrato animal?

«Los zapatos que vestimos son de piel y, a no ser que seamos vegetarianos, todos nos alimentamos de animales. Estamos matando animales continuamente para alimentarnos, para vestirnos, para todo», asegura Maritina Medio, para justificar que los animales están «lógicamente» al servicio del hombre. Además, trae a colación un estudio que asegura que el toro no sufre en la plaza, «cuando va al matadero es cuando se estresa y está demostrado que el toro en la plaza no sufre». En su opinión, los argumentos que sostienen que existe sufrimiento animal en las corridas de toros se deben a que «hay un grupo de personas que, por algún interés, están orquestadas al servicio de alguien y se dedican a esto».

Fernando Fernández-Guerra también coincide en su argumentación para defender que no existe maltrato animal. «No se puede comparar escaldar centollos, matar anguilas con tabaco y tener a un pez dando vueltas con las atenciones y los cuidados que hacen vivir al toro bravo a cuerpo de rey, sobreviviendo a las reses que son ejecutadas para comer con apenas seis meses. A la ternera normal es lo que le pasa. Los toros viven cuatro años a cuerpo de rey y salen a pelear en una plaza donde pueden conseguir el indulto. Al ganado de carne no se le indulta. Además se ha medido científicamente el nivel de estrés por endorfinas que es mucho mayor, por ejemplo, cuando sube al camión que cuando pelea en una plaza».

El veterinario Luis Royo, que es miembro de la Asociación de Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia y del Maltrato Animal (AVATMA), aprovecha que se menciona ese estudio para explicar que en febrero de 2007 «los medios de prensa taurina se hicieron eco de una hipótesis», lanzada por el entonces director del departamento de Fisiología de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid. Según añade, «basándose en las respuestas del sistema neuroendocrino (nervioso y hormonal) del toro después de la lidia, estudiadas tras su muerte en el ruedo, este veterinario afirmó que los animales habían producido durante la corrida grandes cantidades de sustancias que reciben el nombre de betaendorfinas. Gracias a esta alta producción de hormonas, llegó a afirmar que el toro, durante la lidia, era capaz de neutralizar el dolor y el estrés al que estaba siendo sometido».

Royo indica que si se consulta en Internet y en «libros de dudosa calidad científica» qué son las betaendorfinas se encontrará que también se las llama las hormonas del placer o de la felicidad y que, después de todo lo que se ha escrito e investigado sobre ellas, «resulta hasta cierto punto lógico que un profano en la materia pueda pensar que el toro de lidia siente placer y felicidad cuando se le está lidiando, es decir, cuando se le clavan puyas y banderillas, se le agota físicamente por medio del toreo de capote y muleta, se le clava el estoque, se le descabella (a veces) y se le apuntilla».

Sin embargo, sostiene que después de cinco de años de contrastar este tipo de informaciones «que pertenecen más a la sabiduría popular que a la científica, los veterinarios que formamos parte de AVATMA podemos afirmar que estas conclusiones carecen de fundamento y que son totalmente falsas». Aporta 15 causas identificadas por las que un mamífero produce betaendorfinas, «y todas, absolutamente todas, las padece el toro durante la lidia». Por ejemplo, que tienen relación con el dolor: «Se producen cuando se padece una sensación dolorosa, pero sólo a nivel del sistema nervioso periférico. Si fueran capaces de neutralizar el dolor: ¿para qué usamos analgésicos? Si son capaces de neutralizar el dolor: ¿por qué hay muchos toros que cojean durante la lidia y se duelen en el tercio de banderillas?».

O que se generan cuando un mamífero se encuentra en situación de alto estrés, cuando padece hambre y sed, cuando se produce un agotamiento físico, lesiones musculares («el toro, tras la lidia, padece numerosas lesiones musculares, comprobadas en análisis post mortem, y curiosamente dichas lesiones se dan en los músculos relacionados con la locomoción, no en los heridos por los instrumentos cortantes y punzantes que se le clavan») o cuando hay una hemorragia («un toro puede perder entre un 8 y un 18% de su volumen sanguíneo sólo con la aplicación de las puyas»). En definitiva, según Royo, «sabemos que la lidia provoca dolor en el toro, y ya hemos dicho que la sensación dolorosa es un factor que provoca la descarga de estas hormonas. ¿Hay dudas de que las puyas, banderillas y el resto de utensilios que utilizan los toreros y sus subalternos causan dolor en estos animales? Imposible dudarlo. Y todo lo sabemos porque la ciencia, con mayúsculas, así lo dice tras numerosas investigaciones en el campo de la endocrinología».

¿Está realmente en peligro el toro de lidia si se prohíben las corridas?

Maritina Medio, entre las razones con las que defiende que los espectáculos taurinos sigan adelante, menciona que si desaparecieran «lo haría también un ecosistema. El toro de lidia desaparecería si no fuera por la lidia».

El veterinario Luis Royo rebate este argumento explicando que en España existen 37 razas ganaderas autóctonas y que 30 están catalogadas como en peligro de extinción y, las siete restantes, entre las que se encuentra el toro de lidia, se catalogan como de fomento, es decir, las que por su censo y organización se encuentran en expansión. «Por lo tanto, consideramos que antes de preocuparse por la raza de lidia, hay otras 30 de las que deberíamos estar preocupándonos ya, describiéndose hasta ocho razas autóctonas ya desaparecidas que los protaurinos olvidan y de las que no quieren hablar». Además, incide en que la raza de lidia tiene una alta diversidad genética «como demuestran muchos artículos científicos cuando se analiza como una única raza. Sin embargo, no es lo mismo cuando la dividimos en las cinco castas y los cruces en que está subdividida según el Real Decreto 60/2001 de 26 de enero».

Aporta datos actuales: «Tomando como ejemplo los toros lidiados en 2015 en plazas de primera, segunda y tercera categoría, casi el 95% de los festejos y toros lidiados pertenecen a la misma casta, Vistahermosa, estando la segunda casta más utilizada, la Vazqueña, con solo el 2% de festejos y animales lidiados. Muy por debajo del 1% encontramos a las castas Gallardo y Cabrera, los conocidos Pablo Romero y Miura respectivamente. Ni un solo toro de la casta Navarra aparece en las estadísticas de corridas de toros en 2015. Hay que suponer que el mantenimiento de las ganaderías de estas últimas castas, sobreviven gracias a otro tipo de festejos».

Royo considera que, con estos datos, «se vuelve a desmentir otro tópico taurino: en realidad, hoy en día, las corridas de toros tienden al mantenimiento y a la crianza de una monocasta, empujando peligrosamente hacia la desaparición al resto. Se compromete, por lo tanto, la variabilidad genética de la raza bovina de lidia y, por extensión, del acervo genético de los bovinos de España, que no olvidemos que es patrimonio de todos y no solo de los que se autodenominan salvadores de la raza».

¿Debe prohibirse la asistencia de menores de edad a las corridas de toros?

Maritina Medio, que es madre de tres hijos, asegura que los lleva a la plaza de toros desde que tenían entre 3 y 5 años «y son unos niños modélicos. No han salido ni raros ni les pasa nada extraño. Y a sus amigos lo mismo, porque también son niños de lo más normales. Eso son tonterías». Fernando Fernández-Guerra, tres cuartos de lo mismo: «He llevado a muchos niños a los toros y no conozco a ninguno que haya salido traumatizado. Antes bien, los hay de dos tipos: los niños que se aburren y los que quieren volver. Ni uno solo me ha dicho jamás que estaba traumatizado. Es un invento, un cuento chino. Luego juegan con juegos electrónicos en los que tienen que matar humanos».

Ana López, de Anadel, recuerda que esta misma semana se daba a conocer el resultado de un estudio elaborado por psicólogos de las universidades Complutense de Madrid y Swansea de Gales, que concluye que los mensajes verbales que acompañan a la visualización de una corrida tienen un impacto fuerte en los menores y, en concreto, «poseen consecuencias significativas en la agresión, la ansiedad y los impactos a nivel emocional». Con estas conclusiones, solicitaban por registro al Ayuntamiento de Gijón que se prohibiera la entrada de menores a los espectáculos taurinos. «El propio Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas recomienda que no vayan a las corridas ni asistan a escuelas taurinas por todo el impacto emocional que pueden recibir, al estar expuestos a la violencia de las corridas de toros», añade López.