El otro Rastru del domingo

Elena G. Bandera
E. G. Bandera GIJÓN

GIJÓN

El mercadillo de Rastru, en el museo del Pueblo de Asturias, con asistentes a una sesión de cuentacuentos en primer término.
El mercadillo de Rastru, en el museo del Pueblo de Asturias, con asistentes a una sesión de cuentacuentos en primer término.

El nodo de Gijón de la red asturiana de comunidades de trueque celebra el segundo aniversario de su mercadillo del Pueblo de Asturias

26 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Todo se mercadea en copinos. E incluso se admiten euros que se cambian por copinos (un copín equivale a un euro) para los visitantes que no pertenecen a Rastru, la Red Asturiana de Comunidades de Trueque, y a los que se invita a sumarse a esta iniciativa que no tiene otro sentido que volver a los tiempos en los que el dinero no era necesario para intercambiar y adquirir servicios y productos. La crisis impulsó las redes que utilizan moneda social por toda España y, en Asturias, desde finales de 2012, se recuperaron los copinos con los que antaño se comerciaba con cereales. Con varios grupos, denominados nodos, repartidos por Asturias, Rastru llegaba a Gijón hace tres años y, desde hace dos, sus integrantes celebran un mercadillo todos los últimos domingos de mes en el museo del Pueblo de Asturias. Ayer precisamente se celebraba el segundo aniversario de este mercadillo, el otro Rastru del domingo.

«Empezamos en el colegio Federico García Lorca, en donde nos dejaban el patio cubierto», recuerda Alejandra Delgado, que explica que ya antes de crearse el nodo de Gijón de Rastru rondaba la idea de establecer un grupo de consumo entre vecinos de La Calzada pertenecientes a otros colectivos e interesados en adquirir productos de huerta ecológica e intercambiar productos para fomentar el reciclaje. Una vez establecido el contacto con el nodo de La Fresneda, en donde surgió la idea de establecer la red asturiana, se pusieron en marcha los mercadillos de fin de semana, en los que se reúnen una media de entre 30 y 50 personas, y el grupo de consumo, que aglutina a unos 300 participantes en Gijón. En toda Asturias, Rastru tiene casi 2.000 miembros.

«Hace justo un año, cuando celebramos el primer aniversario de los mercadillos en el Pueblo de Asturias, hubo como un reclamo de personas que querían participar y, desde entonces, el museo nos abrió las puertas siempre», cuenta Delgado, que explica que también ocasionalmente se celebra algún mercadillo en La Calzada. «La filosofía es simplemente que se pueden conseguir las cosas de otra forma y que tiene que ver con aportar algo al grupo, desde productos hasta tu tiempo. Siempre invitamos a quienes no forman parte de Rastru a que primero prueben», explica. El copín es el que marca todos los intercambios. Los euros que se generan a raíz de los mercadillos se emplean en actividades o necesidades del nodo de Rastru en Gijón.

El copín como moneda de cambio

En los mercados, como el de ayer, se pueden adquirir productos de la huerta, platos veganos, pan casero e incluso objetos de segunda mano. Mónica Castillo lleva un año participando en el mercadillo y forma parte de Rastru. Ofrece productos veganos, en su mayoría sin gluten, como sobrasada o queso untable. «Hoy como es un día especial hice tabulé de quinoa con setas shiitake», explica, indicando que si pertenece a esta red en la que el dinero no hace falta es porque «creo que se debería volver al trueque y una buena manera de conseguirlo es impulsando el copín». Sin embargo, no hace falta tener copinos para adquirir, por ejemplo, los productos que se ofertan cada semana en el grupo de consumo. Siempre se parte de cero, pero eso no impide que el recién llegado pueda realizar su primera compra. «El copín como moneda social nos sirve sobre todo para hacer un trueque en diferido. Siempre hay un balance y no importa si quedas en positivo o en negativo. Lo medimos en copinos porque es una forma de tener esa medida de cuánto puedes dar y cuánto puedes conseguir», explica Alejandra Delgado.

Algunos miembros ofrecen servicios, como pueden ser la enseñanza de idiomas, realizar reparaciones o cualquier otra habilidad, y también abundan por supuesto los productos comestibles, artesanos y ecológicos como cremas faciales o jabones. «Podemos intercambiar todo tipo de servicios, bienes y habilidades», indica Mónica Castillo, que explica que uno de sus amigos pertenece precisamente al nodo de Langreo, en donde ya está prevista la próxima celebración periódica de mercadillos como el que ayer tenía lugar en Gijón. El primer tendrá lugar el próximo 16 de octubre en la estación de autobuses de La Felguera.

No todos los participantes del Rastru gijonés tienen por qué ser de la ciudad. Guillermo Álvarez, que reside en Luarca, lleva ya tres años asistiendo con sus productos de la huerta, artesanía y otros enseres a los mercadillos que tienen lugar en Gijón. «La idea es hacer intercambios, trueque, todos tenemos cosas que nos sobran y es una manera de tener menos gastos. En mi caso, produzco artesanía y tengo un huerto, y esto va precisamente de sobrevivir, de ir tirando con lo que tienes», asegura. En Navia, cerca de donde vive, explica que también existen iniciativas similares, sin moneda social, pero en las que también se intercambian productos. Pone precisamente el ejemplo de toda la fruta que llegan a tener que tirar quienes tienen árboles frutales. El, ayer, intercambiaba un kilo de ciruelas por un copín. Y con ese copín, en el grupo de consumo, se puede adquirir un manojo de acelgas. O de berza asturiana. Y es un solo un ejemplo de todas las posibilidades de esta red de economía social.