«En España hay mucho talento, pero la industria cinematográfica lo desperdicia»

Pablo Batalla Cueto GIJÓN

GIJÓN

Pablo Hernando
Pablo Hernando

Pablo Hernando presenta «Berserker« en Gijón y recibe una retrospectiva del certamen

24 nov 2016 . Actualizado a las 09:09 h.

Pablo Hernando (Vitoria, 1986) viene al Festival Internacional de Cine de Gijón con Berserker, una película que comienza con una cabeza humana pegada al volante de un coche y que ha sido rodada con las limitaciones propias del cine independiente. Hernando es al mismo tiempo su productor, su guionista, su director, su cámara, su director de fotografía y su montador. Él mismo es un ejemplo palmario de algo que denuncia al final de esta entrevista: en España hay talento cinematográfico a raudales, pero poca capacidad o voluntad de la industria para darle salida.

-Viene al FICX con su película Berserker. Háblenos de ella.

-Es una película que nace de dos lados. Por un lado, la imagen de la que arranca la película: una cabeza humana pegada al volante del coche como origen del misterio. Por otra lado, la idea de alguien que abandona una investigación cuando se encuentra con una situación de peligro. Me gustaba esa estructura de película de detectives pero con un detective que es una persona real en lugar de un detective de thriller de Hollywood. Además, siendo así era una película que se podía rodar con poco dinero, porque no hacía falta pagar toda la parafernalia estética propia de un thriller o del cine de género convencional. No la necesitábamos.

-¿Por qué cineasta? ¿Qué caminos le llevaron a dedicarse a esta profesión?

-Yo de pequeño quería ser paleontólogo. Quería ser paleontólogo por Parque Jurásico, que fue una película que me impactó muchísimo. La vi en el cine y después, cuando la echaron por la tele, la grabé y llegué a verla cuarenta y siete días seguidos una vez al día, hasta que mis padres me lo prohibieron. El caso es que cuando echaron la película en la tele echaron también el making off, y a mí me fascinó. Me fascinó ver cómo hacían los dinosaurios, pero también ver las cámaras, el movimiento, la parte industrial. Después de eso, abandoné aquel deseo de ser paleontólogo y empecé a querer ser cineasta. Luego, en la Primera Comunión, me regalaron una cámara de vídeo y a partir de ahí empecé a grabar películas con mis primos.

-¿Cómo eran aquellos primeros vídeos? ¿Eran meros divertimentos, o ya eran pequeñas películas con una introducción, un nudo y un desenlace?

-No, no, eran ya pequeñas historias. Me lo tomaba en serio. Era jugar, pero era jugar en serio. Cada verano grabábamos alguna cosa, y una vez incluso preparé un guion en Word, aunque no llegué a rodarlo. No tenía formato de guion, pero sí diálogos y demás.

-¿Cuáles son sus influencias? ¿Qué directores le gustan? Se le ha relacionado con David Lynch.

-Sí, me gusta muchísimo David Lynch, pero bueno, una cosa es que alguien te gusta y otra que te influya. Cuando la gente pregunta por referencias pregunta quién te ha influido, y eso es imposible de decir, porque son procesos inconscientes. Los directores que más me gustan no son necesariamente los que más me han marcado. Y en todo caso va por épocas… Pero bueno, uno que siempre me ha fascinado es Polanski. Me fascina cómo rueda: su forma de rodar en interiores, de usar y deformar el espacio, no la supera nadie.

-Su última película es Esa sensación, rodada al alimón con Juan Cavestany y con Julián Génisson. De ella se dice que saca a la luz el reverso tenebroso de la vida cotidiana: momentos aburridos -una chica echando dinero en un parquímetro, dos amigos yéndose a la montaña, un padre comiendo con su hijo…- que de repente se vuelven oscuros. ¿Es así? ¿Fue esa su intención?

-En cierta manera sí, aunque al ser una película codirigida cada una de las tres historias es distinta, y en todo caso ese tono no fue algo preparado. No hubo una intención consciente de coger situaciones normales y exagerarlas, o de coger situaciones extrañas y tratarlas como cotidianas. Era algo más bien intuitivo. Cada uno fue cogiendo historias que le hacían gracia o le interesaban y coincidió que en todas ellas había algo no verbal que nos atraía. Es después de rodar la película cuando nos hemos ido dado cuenta de esas coincidencias.

-Hace sus películas con una asombrosa economía de recursos: rodó Berserker, su anterior película, con un equipo de sólo tres personas en el cual usted hacía las veces de guionista, director, productor, editor y director de fotografía.

-Y montador, y cámara… Es algo fruto de la necesidad y de la falta de medios. Cuando no tienes dinero, tienes que hacer muchas cosas que normalmente harían varias personas.

-¿Ha sido así también con Esa sensación?

-Sí, sí, sí. Incluso menos. En mi parte éramos sólo Lorena -la actriz- y yo, y algunas veces Julián Génisson ayudándonos a revisar el material.

-Ha contado también que usa como vestuario la propia ropa de los actores.

-Sí, aunque no siempre. En Cabás, la ropa que lleva Sabine en el desierto era vestuario diseñado ex profeso. Pero sí: normalmente, como no hay presupuesto, y como además las historias se mueven en una textura de realismo cotidiano, ponemos a los actores con su ropa real, lo cual da lugar a un look mucho más natural.

-Tiene contado que escribe los guiones pensando ya en esas limitaciones, y que ha llegado a modificar escenas por darse cuenta de que no tenía suficientes recursos para rodarlas.

-Sí. En Berserker hay una escena concreta que iba un coche yendo muy deprisa por una carretera nacional de noche. Eso sin dinero no lo podíamos rodar, porque se iba a matar alguien, así que la reescribí y la cambié por un plano fijo de dos minutos de ese coche llegando a Madrid y una voz en off. La escena nueva es muy diferente, pero bueno, funciona bien de otra manera, y es un ejemplo de que a veces las limitaciones te fuerzan a ser más creativo.

-¿A qué tipo de escenas debe renunciar, en general, por falta de presupuesto?

-Bueno, hasta ahora, como he sabido que las pelis se iban a hacer sin pasta, las he escrito con ese techo, con ese límite que se acababa volviendo inconsciente. No escribía nada que fuera imposible de rodar. Hombre, tienes que tener cuidado con las localizaciones, no puedes poner lo que quieras. No puedes poner lluvia, por ejemplo, porque durante el rodaje no puedes sentarte a esperar varios días a que llueva. Y luego están los movimientos de cámara: tampoco puedes hacer lo que quieras.

-¿Qué película haría si tuviera todos los recursos que necesitara?

-Haría una que tengo escrita. No es una gran producción y no requiere un presupuesto que te cagas; no es Star Wars, ni mucho menos, pero comparándola con lo que he hecho hasta ahora es una película cara. Por lo demás, no me seduce especialmente hacer una película cara, porque me da la impresión, en base a lo que oigo a compañeros, de que para hacer una película cara hay que hacer primero un trabajo político que no es lo mío.

-¿A qué se refiere?

-Cuando hay veinte millones de euros en juego, la gente tiene miedo de correr riesgos y quiere asegurarse de que está haciendo una buena inversión, y eso pasa por meter mano, por controlar todas las decisiones. Tienes que negociar y justificar ante un comité cada decisión. Y yo no quiero estar en esa situación.

-Rodar con pocos recursos, ¿tiene alguna ventaja con respecto a rodar con muchos? ¿Se gana, por ejemplo, en libertad creativa?

-Hombre, sí, no tienes que rendir cuentas ante nadie, y eso te da libertad total. No tienes que pasar un filtro: tú eres tu propio filtro. Además, al ser tan pocos se crea un ambiente más familiar. Eso sí, se come peor que en los rodajes grandes, y no puedes hacer muchísimas cosas.

-¿Cómo financia sus películas?

-Tiro de ahorros y pido ayuda a mis familiares. Claro, estamos hablando de cantidades ridículas. De todas maneras, para producir Berserker hubo un momento en que tuve que hacer un crowdfunding, porque ya no me quedaba dinero. A financiarme estoy empezando a aprender ahora, porque para el siguiente proyecto sí que voy a tener que buscar algo más de pasta.

-¿Cómo valora el momento del cine español?

-La verdad es que de las últimas películas comerciales que he visto no me ha gustado ninguna, pero del cine independiente me han gustado todas. Estoy pensando, por ejemplo, en Las amigas de Àgata, la última que he visto y que me ha gustado mucho. El problema es que las películas que a mí por lo menos me parecen más valiosas tienen muy poco recorrido por falta de recursos y de apoyo institucional.

-El problema del cine español no es de talento.

-Claro, ése nunca es el problema. Talento hay en todas partes, e ideas hay a montones. El problema es qué modelo de negocio se pone sobre eso; qué tipo de producto fagocita el talento. En España se desperdicia el talento; la industria desperdicia el talento que hay. A mí, por lo menos, de las películas de los últimos años que han ido a los Goya no me ha gustado ninguna. Sin embargo, las de Luis López Carrasco, las de Miguel Llansó, las de Ion de Sosa, las de Chema García Ibarra…, me flipan. Claro que hay talento.