Las primeras colas de la Renta Social: normalidad, esperanza y críticas

J. C. Gea GIJÓN

GIJÓN

Colas ante el mostrador de Atención a la Ciudadanía del Centro Municipal de El Coto
Colas ante el mostrador de Atención a la Ciudadanía del Centro Municipal de El Coto

Más de 350 de personas registraron sus solicitudes a las ayudas del Plan de Emergencia en el primer día hábil para la primera fase de la controvertida convocatoria

30 may 2017 . Actualizado a las 08:03 h.

Ajetreo, colas, algunas dudas, algunas quejas de fondo, pero todo dentro de la normalidad y de las expectativas. Y más de 360 solicitantes. Es el balance oficial tras la primera jornada de colas ante las ventanillas abiertas a los solicitantes del Plan de Emergencia Social -más conocido como Renta Social Municipal- la controvertida ayuda que, finalmente, ha activado su mecanismo administrativo para llegar a los gijoneses y gijonesas en situación de mayor precariedad económica, y que lo mantendrá abierto en una primera fase hasta el 31 de julio. 

El responsable del Área de Empleo del ayuntamiento, Pelayo Barcia, estimaba a final de la mañana en «más de un centenar, quizá doscientas» las personas que ya habían presentado su solicitud en los cuatro centros municipales integrados. Eran muchas más, en realidad, las que arrojó el conteo vespertino en las sedes del ayuntamiento en La Calzada, El Llano, El Coto y Pumarín, las oficinas de la Pescadería Municipal o la ventanilla electrónica abierta al efecto. A ellas hay que dirigirse para aspirar -según las bases- a alguna de las dos modalidades de ayuda de cuantías y finalidad variables que repartirán, en una primera oleada de concesiones, unos 3,8 millones de euros.

«Todo está funcionando normalmente, aunque también con las dudas normales sobre las bases y los trámites», señalaba Barcia tras un encuentro con las funcionarias que se ocuparán de gestionar el aluvión de solicitudes desde la oficina abierta al efecto en el Centro Muicipal Integrado de El Coto. El responsable municipal de empleo subraya que «se trata de un proceso muy sencillo»: «Lo único que hay que hacer», precisa, «es presentar su solicitud por registro. Que no le den vueltas. Simplemente centro municipal, solicitud, que pongan los datos que conozcan -datos de ayudas o subvención que puedan tener- punto final. No hace falta que se preocupen de si falta algo; que soliciten, que ya se les requerirá la documentación y, como ayuntamiento, disponemos de toda la información telemática».

A la normalidad aludía también la jefa de división de Promoción Social de la Fundación Municipal de Servicios Sociales, Regla Mock, al frente estos días de la citada oficina. Pasado el mediodía, regresaba a El Coto después de una revista por todos los mostradores de atención ciudadana abiertos al público: en todos ellos, entre diez y veinte personas, guardando pacientemente cola por la coincidencia de la convocatoria con las de que, de por sí, provoca cada año el servicio de asesoramiento municipal para otro tipo de renta: la que hay que declarar cada año por estas fechas ante el Fisco.

Son, de momento, cinco funcionarias de Servicios Sociales y la Agencia de Empleo las que irán recibiendo las solicitudes remitidas desde registro. A ellas, según Mock, se sumaran otras dos en las próximas fechas. «Iremos dimensionando en función de las solicitudes», comentaba Pelayo Barcia, que dice comprender que se hayan detectado «algunas expectativas erróneas de cobrar mañana, mismo». Las enfría y les pone un plazo: «Espero que a finales de junio la gente pueda empezar a tener sus tarjetas». Se refiere a las tarjetas prepago que gestionará la Unión de Comerciantes, destinadas a la adquisición de los bienes y servicios de primera necesidad que se contemplan en las bases en una serie de establecimientos de la comarca asociados al programa. 

Paciencia, satisfacción y escepticismo

A la otra parte de la ventanilla, entre los candidatos a recibir la ayuda, se esperaba con una mezcla de paciencia, cierta esperanza, cierto escepticismo y alguna carga de profundidad. Un aspirante de 67 años que prefirió guardar su anonimato, artesano de profesión y beneficiario del salario social, esperaba tener derecho «a la famosa tarjeta», dado que sus percepciones están por debajo del mínimo de 675 euros fijados por la convocatoria. «Lo que me extraña un poco, aunque tiene su lógica hasta cierto punto, es que condicionen en qué se puede gastar o no. Eso tendrán que explicarlo bien. Echo de menos, hasta donde sé, que no se incluya la comida entre los gastos posibles, pero entiendo que te digan que no puedes ir al casino, eso es normal», razonaba. Pero sobre todo -advertía- «somos muchos los que estamos así, y todo lo que sea ayudas es bienvenido. Al menos, respiras un poquitín».

En idéntica situación estaban algunos otros de los que guardaban cola en El Coto. Un grupo de ellos que entretenía la espera con conversación compartía su condición de parados y beneficiarios del salario social. Entre ellos, una administrativa pendiente de la convocatoria «desde hace meses», pero que «el fondo no creía que fuese a ser verdad». Tiene 47 años y lleva uno año en el desempleo. Aspira a los 90 euros de complemento que aún dice poder percibir, pero tiene sus dudas. «Quiero informarme de si hay un cupo; la gente no está muy bien informada», señalaba ayer.

A su lado, Jorge, con diez años menos, suma seis en paro y ha llegado a vivir «dos años y medio en cajeros y en la calle». «Empezó a fallar todo, a caer todo. Solo encuentro trabajo precario en verano, echando horas en la tralla y sustituyendo a algún camarero. Tengo el salario social, pero no es eso lo que necesito, no es la solución al problema de fondo ni para mí ni para nadie», argumentaba: «Lo que se necesita es trabajo, y para eso no nos dan soluciones. La solución es un trabajo donde salgas de esta rueda y de una situación en la que se hace negocio con la pobreza. Esto es un negocio». Y, aunque aspire a lo que considera «nada más que un parche», su posición es muy crítica: «Es simplemente una forma de que gente se quede quieta y no se eche a la calle para montar una revuelta».