¿Cuántas calorías has comprado esta Feria de Muestras?

J. C. G. GIJÓN

GIJÓN

Entregarse a los placeres de la comida más contundente es uno de los atractivos tradicionales del certamen. Esto es lo que aportan algunos de sus alimentos más demandados

17 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El quid de cualquier feria es el intercambio. Cuanto más, mejor. La Feria Internacional de Muestras de Asturias no es una excepción. Para los organizadores, se trata de hacer que los visitantes salgan del ferial con algo de lo que carecían cuando entraron. Que el dinero se quede dentro y uno se vaya a cambio con un sofá, una sartén antiadherente, una picadora milagrosa, una cabaña prefabricada, un descapotable… o un plus de calorías respecto a las que albergaba en su cuerpo cuando entró. La comida es una parte esencial de los ritos de la feria agosteña en Gijón, y la conducta del visitante ante ella es exactamente igual que ante cualquier otro artículo del ferial: uno acude a consumir lo que necesita, pero también a exponerse a la perversa tentación de consumir con gran placer lo que no necesitaba. Es una forma como otra de describir el lujo. Y las calorías procedentes de alimentos preparados de la forma más persuasiva están entre esos lujos que nos toleramos; entre las propiedades adquirimos en el interior del ferial.

Hay mucho con lo que dejarse tentar. Lo sabe cualquier asiduo del recinto «Luis Adaro». Como sabe de antemano que está ejerciendo su derecho al exceso cuando se deja llevar ante la visión de esa pirámide de chorizos que sudan y esperan junto a la brasa, ese gofre voluptuosamente desbordante de chocolate que otro ya ha devora, esa ración de tarta o ese pastel de Belém venido expresamente desde Lisboa para incitar nuestra gula.  La cuestión, como siempre en consumo, reside en saber qué se compra cuando se compra. No se trata de ser «aguaferias», sino más bien de satisfacer una curiosidad morbosa y de hacer un repaso de las rotundas antidelikatessen que adornan el certamen. Y de animar a seguir paseando por pabellones y calles comerciales del ferial hasta devolver al menos una parte de lo adquirido. Lo que sucede (dietéticamente) en la Feria de Muestras, se queda en la Feria de Muestras.

Bocata de calamares, un clásico
Bocata de calamares, un clásico

Entre el pan

Siempre partiendo de la base de que los 100 gramos de pan de harina blanca andan por las 255 kilocalorías (kcal), los bocadillos feriales despliegan un abanico calórico tan amplio como sus posibles rellenos. En la parte baja de la tabla está uno de los bocadillos míticos del certamen, tanto en el sentido clásico como en el más recientemente acuñado por los adolescentes: el típico bocata de calamares. Siempre hablando de raciones de 100 gramos, los cefalópodos en crudo no tienen más que 82 kcal; fritos suben hasta los 125.

La pizza, que no es un bocadillo por aspecto y proceso de elaboración pero sí en el fondo por el concepto, y que es además novedad en el ferial este año, ronda las 234 kcal. La humilde pero contundente tortilla de patata aporta 270 kilocalorías por sí sola, sin pan. El perrito caliente, sube hasta 315, bollo incluido. El venerable bocata de jamón -curado en dehesas mesetarias y recién cortado en muchos puestos- sube hasta las 380 kcal. Y en la cima de esta modalidad brilla y reluce el chorizo frito, en suculentas variedades ibéricas o locales: 468 kcal. por solo un puñado de euros.

Costillas en la brasa
Costillas en la brasa

Tomando asiento

Cuando se trata de tomar asiento y pedir comanda, la oferta se amplía de modo notable. A menudo, los frutos de parrilla, las delicias de merendero y los menús de feria y romería son menos agresivos de lo que a veces parecen. Por ejemplo, el pulpo, ese animal maravilloso, solo tiene 57 kilocalorías por 100 gramos cuando se lo cuece. Naturalmente, suele traer entre los tentáculos una buena ración de cachelos -80 kcal- y hay que regarlo con aceite de oliva, lo cual también suma alguna decena de aporte energético. Las costillas no tienen mucha carne, pero sí deliciosa si están bien braseadas al carbón, y no llegan a las 160 kcal.

El pollo a la brasa tiene incluso alguna menos.El lacón cocido va bastante más allá, con las 214 kcal (y de nuevo el añadido de cachelos y chorreón de aceite), y el cordero a la estaca que ya no hay forma de dejar de asociar a la oronda figura de uno de sus fans más entusiastas, el autor de Juego de tronos George R. R. Martin, araña las 250 kcal sin contar el canónico acompañamiento de ensalada.

La paella (o lo que se sirve aproximadamente como tal, con permiso de sus más puristas defensores) aporta 223 kcal si es mixta de marisco y pollo. Claro que nadie se queda en 100 gramos de paella. Variedades más ligeras, como la de verduras, y otras más cargadas, como la de carne, no se dejan ver en la feria.

Un huevo frito tiene 197 calorías. Pero también es una de las entidades más solitarias y menesterosas de la gastronomía ferial. Siempre pide compañía, siempre ataca en grupos: patatas fritas -300 kcal por 100 gramos-, pimientos fritos, pan abundante y seguramente algún segundo y algún postre arruinan su aparente humildad energética.

Pasteis de Belem
Pasteis de Belem

La feria en dulce

A nadie se le escapa que el dulce es la parte maldita de la pirámide nutricional. Y por tanto, nadie encuentra mayor placer transgresor en términos dietéticos que entregarse a sus azúcares. También abundan en la feria, y asaltan por todas partes. Desde las entrañables cookies que muchos probaron por primera vez en el ferial -478 kcal por 100 gramos- hasta los termonucleares gofres, que en su versión chocolateada disparan el marcador hasta las 555 kcal o la contundencia de los ultraconcentrados dulces marroquíes, de los que no hay constancia calórica en concreto, aunque sí de algunos de sus componentes fundamentales: la miel, con sus 300 kcal, las almendras, con 620 kcal, los piñones, con 660 y los pistachos, con 581. Por fortuna, son de un solo bocado. O quizá por desgracia.

Opciones también plenamente feriales son los lácteos, que en su versión helado (al margen de las grandes variaciones en sabores) rondan las 160 kcal, aunque siempre se pueden pedir sin azúcar. Y otra presencia que ya es habitual y que muchos adoran: los portugueses pasteis de nata, que -dependiendo de versiones- circundan las 100 kcal por pieza. No parece tanto... Si uno se comiese 100 gramos del modesto y genuino Chupa-Chups, estaría por el contrario metiendo en el cuerpo unas 380 kcal. Pero la pieza no pasa de los 15 gramos.

No es preciso andar por los puestos con la calculadora. Casi nadie lo hace tampoco cuando adquiere otros productos en la Feria de Muestras. Pero quizá si convenga recordar, a cambio, que la situación del ferial es magnífica para emprender después un paseo por la bahía gijonesa o regresar a casa dando un rodeo por el Parque Fluvial, por ejemplo. Incluso seguir dando vueltas un rato más por sus pabellones, algo que seguramente agradezcan los feriantes y la organización. No será suficiente, por supuesto. Pero, al fin y al cabo, ¿ no se trataba de ir a la feria y volver a casa con algo que no se tenía antes de salir?