Relevo en el socialismo asturiano, incertidumbre en el gijonés

J. C. Gea GIJÓN

GIJÓN

La Casa del Pueblo de Gijón, durante las primarias del pasado mes de mayo
La Casa del Pueblo de Gijón, durante las primarias del pasado mes de mayo

La victoria de Barbón arroja una triple incógnita sobre la agrupación gijonesa, la situación de los socialistas en la oposición local y el futuro del portavoz del grupo municipal y presidente de la gestora, el derrotado José María Pérez

19 sep 2017 . Actualizado a las 07:11 h.

¿Y Gijón? ¿Qué pasa después del 17-N con la mayor agrupación socialista de Asturias? ¿Una agrupación que no solo ha votado mayoritariamente al candidato Adrián Barbón, sino que además ha dicho «no» en un significativo tanto por ciento a quien es presidente de su gestora y portavoz del grupo municipal de su partido? Resuelta la incógnita sobre la secretaría general de la Federación Socialista Asturiana, para muchos dentro y fuera del PSOE gijonés esa era ayer la siguiente cuestión en el análisis de la situación. ¿Qué efectos tendrá la victoria de Barbón y el vuelco hacia el sanchismo de la FSA sobre el futuro inmediato de la gran -y muy polarizada- familia socialista gijonesa, las aspiraciones del PSOE a recuperar la alcaldía de la ciudad, sus relaciones con las dos fuerzas locales de la izquierda? ¿Qué expectativas restan para el propio José María Pérez?

Empezando por el final, el candidato -que ayer tuvo un día para el retiro, la reflexión y seguramente una no por probable menos dura digestión de los resultados- encara un periodo muy incómodo. Cualquier político con experiencia sabe que exponerse a una derrota en primarias, y más en unas como las que acaba de vivir la FSA, implica una fuerte desautorización interna y, en este caso, también en otras canchas. Es lo que ha dicho la militancia, y en un porcentaje no menor. Más de uno se preguntaba ya antes de que Pérez diese el paso por qué habría de jugársela a carta tan incierta después de la derrota en Gijón del susanismo/oficialismo, también por abrumadora mayoría, el pasado mayo. Pero esa dialéctica no explica del todo la posición de Pérez.

Quienes conocen bien a Josechu -y se llevaron las manos a la cabeza con su decisión de ser candidato- rechazan por simplista la teoría de las fuertes presiones desde el socialismo más institucionalizado para hacerle acceder a la candidatura. Aseguran que, en última instancia, fue una decisión estrictamente personal. Una decisión menos política que moral, menos táctica que testimonial. «Si la ola del sanchismo iba a llegar con fuerza a Asturias, mejor plantar cara e intentar abrir brecha que esperarla sentado», comenta, sobre las motivaciones del político gijonés, alguien que le conoce bien y que ha sido testigo de sus decisiones de los últimos meses.

El factor Podemos

Pero no solo se trataba de dar respuesta a la oleada de la nueva corriente hegemónica en el PSOE, sino sobre todo de oponerse a una parte de lo que pudiera traer consigo. En concreto, en términos un posible acercamiento hacia Podemos y lo que Podemos significa. En el caso de José María Pérez, la animadversión política hacia los morados no mimetiza sin más la que, por ejemplo, pueda tener Javier Fernández como presidente y socialista. En Gijón, la candidatura de unidad popular Xixón Sí Puede frustró a conciencia el regreso a la alcaldía a un PSOE en el que tira aún mucho la cicatriz de la inesperada derrota de 2011 y que no ha acabado de encajar que XsP prefiriese ver de nuevo a Carmen Moriyón que al propio Pérez sujetando el bastón de regidor. Los morados han rehusado con reiteración cualquier operación destinada a que eso suceda. Y no con un PSOE, en abstracto, con se pudo pactar en otras muchas plazas, sino con el que representa en concreto Josechu, a quien consideran viva encarnación de todo lo que rechazan frontalmente del PSOE.

De ese cuadro no poco visceral, y aun a riesgo de deslizarse hacia el psicologismo o el moralismo, se puede deducir que buena parte de lo que algunos han descrito como «autoinmolación» de Pérez se basa en un rechazo que va más allá de lo meramente político. O que, como ha recordado reiteradamente durante la campaña, es para él también políticamente una «cuestión de principios» y de «no hincar la rodilla» ante Podemos. Una descripción muy gráfica del modo en el que el gijonés interpretaría ciertos entendimientos con la formación morada.

Dos congresos por delante

Archivada así la que consideraba su aspiración prioritaria como candidato a la secretaría general de la FSA -declaradamente: encabezar «el diseño de un proyecto político para la región»- le toca ahora regresar a su tarea, más modesta, en la oposición local gijonesa. Se encontrará de vuelta con un grupo municipal que le arropará, pero que también queda políticamente tocado. Salvo uno de sus concejales -Celso Ordiales- todos los demás apoyaban la derrotada candidatura de su portavoz. Por descontado, los concejales responden ante sus votantes. Pero también son los defensores de las políticas que determina un partido que se prepara para poner fin en noviembre un largo periodo de provisionalidad bajo la gestora que Pérez preside desde febrero de 2016, cuando dimitió el secretario general y portavoz municipal gijonés Santiago Martínez Argüelles.

Sobre esa provisionalidad orgánica ha llovido en ese periodo la sucesión de crisis políticas que ha vivido el PSOE a escala nacional, y se han reproducido con mucha virulencia en la multitudinaria agrupación gijonesa, precisamente por su tamaño siempre escaqueada en numeroass familias y sensibilidades. Es verdad que, en términos de nuevo del tanteo sanchismo/susanismo, Pérez habría reducido distancias respecto a las primarias de mayo. En este caso han sido poco menos de un centenar de votos los que han determinado la derrota, y la diferencia entre ganador y perdedor ha superado ligeramente el 10 por ciento. Pero en todo caso, los números siguen pintando pintar una agrupación dividida que primero tendrá que elegir representantes para el congreso regional de octubre y luego elegir nueva ejecutiva local para liquidar la gestora. Una prueba para las prédicas de unificación de una y otra parte.

De momento, las aguas parecían más bien tranquilas ayer, con más mensajes de unidad y llamamientos al entendimiento que ganas de hacer leña del árbol caído. Al menos, a juzgar por lo leído en redes sociales. No faltó, con todo, algún planteamiento recordando que la gestora de Mieres ya dimitió, y que lo propio sería que la gijonesa siguiese sus pasos, como muy tarde, antes del congreso regional para dejar paso a otro proceso interno que seguramente se produce demasiado pronto como para que haya dado tiempo a que la rosa gijonesa lime espinas y recobre alguno de los pétalos perdidos en el enfrentamiento.