«Me va a matar, va a acabar conmigo», confesó Sonia Mitre a una amiga

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Sonia Mitre
Sonia Mitre

El juicio contra el acusado del homicidio de la hostelera gijonesa ha continuado con la declaración de familiares y amigos de la víctima

28 feb 2018 . Actualizado a las 19:13 h.

El juicio contra el ciudadano de origen senegalés Abdou Ndiaye, más conocido como Makelele, acusado del homicidio de la hostelera gijonesa Sonia Meléndez Mitre, ha continuado este martes en la Sección Octava de la Audiencia Provincial con sede en Gijón con la declaración de familiares y amigos de la víctima, que han coincidido en el miedo que tenía ella al procesado y han negado que la mujer tuviera deudas con un clan gitano. «Me va a matar, va a acabar conmigo», ha indicado una de las testigos que le confesó la víctima.

Según esta amiga, el acusado «maltrataba físicamente» a Sonia, como ella le dijo. Incluso una vez vio cómo el acusado le dio un empujón. También la víctima le mandó mensajes de voz en los que le decía que estaba aterrorizada y que la había amenazado con matarla. Y si bien le sugirió denunciarlo, ella se negaba porque «tenía mucho miedo a que la matara», ha sostenido. Fue la propia víctima quien dos días antes de su muerte le avisó de que había despedido a Makelele. «Estaba muy nerviosa», ha testificado. Al día siguiente fue a ayudarla a trasladar una caja y la notó aterrorizada. «Lloraba, del miedo estaba paralizada», ha relatado. Además, ha apuntado que habló con una de las empleadas de la víctima, alma de confianza de esta, quien rechazó la idea de que hubiera una banda de personas de etnia gitana que le reclamaran una deuda a Sonia.

Por otro lado, ha indicado que Makelele comenzó a desprestigiar a la víctima y que el día de su muerte la empleada de Sonia la llamó porque estaba asustada al ver que no daba con ella. Ese día la víctima había madrugado para acompañar a su hija a la estación de autobuses, y había decidido ir a descansar a casa. Más tarde vio al acusado por el entorno del bar, nervioso y vestido con chándal. «Tenía un desasosiego tremendo», ha indicado, para agregar que le pareció extraño. «Cuando ella dijo 'no' fue cuando empezó la violencia», ha opinado. «Primero la aisló y luego la aterrorizó», ha testificado.

Sin noticias de Sonia

Posteriormente, la empleada citada corroboró la versión de la primer testigo y negó que acusado y víctima hubieran tenido una relación sentimental, aunque sí se acostaban juntos. Dicho esto, ha matizado que el procesado sí le dijo que mantenían una relación desde hacía más de dos años. Fue ella quien dio la voz de alarma al no lograr contactar con Sonia, la cual se había olvidado de dar las llaves para cerrar el local. Llamó entonces a Makelele sobre las 16.15/16.20 horas para que le trajera sus llaves, pero este negó que las tuviera ya. Poco antes de las 17.00 horas, Makelele pasó por el local y le comentó lo del clan gitano que había amenazado a Sonia, aunque ella no tenía ninguna noticia. Lo vio nervioso y en chándal, algo que no era habitual en él.

Unas tres horas más tarde, volvió a verle, ya vestido de calle, y le contó que había quedado con la víctima y un abogado y esta no había ido. Entonces ella le mandó acompañado de un amigo a casa de Sonia a por las llaves, pero luego la llamó que ya iba a ir el tío de la víctima. Precisamente este familiar ha explicado cómo, tras llamarle Makelele sospechó y decidió acompañarle junto a su esposa. El testigo, que es Policía, avisó previamente a la Comisaría de que iba a acceder a la casa. Al entrar se dirigió él solo a la habitación y allí encontró el cuerpo de su sobrina, tirado en el suelo.

Mandó salir, entonces, del piso a Makelele, que había empezado a abrir las puertas de los armarios de la cocina, y llamó a la Policía. En el salón, en un lugar visible, había una nota manuscritra en la que se podía leer: «Mucho tiempo detrás de ti nosotros y de tu negro». Incluso el acusado llegó a decir al tío de la víctima que este clan gitano le había ofrecido un reloj, que él poseía, a cambio de la dirección de la casa de Sonia. Ha apuntado, además, que esa tarde el acusado le llamó unas cinco veces diciendo que no localizaba a la víctima. Ha recalcado que empezó a sospechar cuando le dijo que no había llevado las llaves a las camareras, porque su sobrina «nunca jamás» se hubiera olvidado de darlas. 

Por parte de otra de las empleadas de la víctima, esta sí que presenció, dos días antes del crimen, una discusión acalorada entre Makelele y la víctima, porque el primero le reclamaba más dinero de lo que la hostelera aseguraba deberle. Según la testigo, él estaba sentado mirando a Sonia «con desprecio y soberbia, y ella le llegó a llamar hijo de puta».

Asustada

Esta testigo también aportó en su día los whatsapps que le mandó la víctima en esa fecha advirtiendo de que el acusado estaba en su puerta picando y que si le pasaba algo ya sabían quién fue y qué hacer. Y el día de la muerte de Sonia lo vio sentado en el bar de enfrente y hablando con un hombre.

En el juicio también ha declarado la hija de la víctima. Esta ha opinado que, pese a que su madre no le dijera que eran novios, ella sí creía que mantenían una relación sentimental. El procesado, de hecho, le había llegado a preguntar qué día y a qué hora se iba de Gijón a estudiar fuera y cuándo volvía. Ha apuntado, además, que el acusado mantenía una relación estrecha con su familia. Ya las dos últimas Nochebuenas su madre había optado por no ir para no dejar solo al acusado, como también corroboró el hermano de la víctima.

Asimismo, ha testificado que ella notaba que su madre tenía miedo del procesado y se inventaba excusas para que él no fuera a su casa. Sí le confesó que estaba asustada porque le mandaba mensajes raros. Por todo ello, la joven creía que estaba obsesionado con su madre. De hecho, ha relatado que el día que le despidió, su madre le pidió que fuera pronto para casa porque él estaba aporreando la puerta. Según ella, se sentía amenazada por el acusado. A su parecer, su madre no decía que eran novios porque «probablemente se avergonzaba», mientras que Makelele se creía que era su novia.

Un amigo de la víctima, que es policía, testificó que daba la impresión de que eran novios, pero ella no dijo nunca que fueran pareja. Este ha apuntado que la víctima le contó lo del empujón que le había dado Makelele, mientras que él, pese a que ella nunca dijo nada, le llamó uno o dos días después de su muerte para decirle que la habían amenazado personas de etnia gitana.

Por otro lado, una prima de la víctima, y trabajadora de ella, ha asegurado que consideraban al acusado parte de la familia y que era evidente que había una relación entre ellos. No obstante, no supo nada del supuesto maltrato hasta que se lo comentaron otras camareras, si bien ha reconocido que lo despidió porque él estaba más agresivo.

Además, su prima le alertó de que si le pasaba algo, que ya sabía qué hacer, que Makelele había cambiado. En su día, incluso, llegó a decir al juez que creía que el acusado había matado a su prima tras pillarle «en una serie de mentiras». También ha explicado que el en piso donde se encontró el cuerpo había vivido anteriormente el acusado.

En el juicio, además, ha testificado un hostelero dueño de un local donde estuvo la tarde de autos el acusado y que el vio por las inmediaciones de la calle Corrida, sobre las 16.35 horas. También ha declarado una prostituta que dijo que el acusado había contratado sus servicios unos dos días antes de que ver en las noticias lo del crimen y el arresto de Makelele. Esta ha indicado que le registró sus ropas cuando le dijo que no tenía dinero suficiente para pagarla. Así lo ha dicho para justificar que restos de su ADN hubieran aparecido en la nota amenazante que fue encontrada en la casa de la víctima.

El juicio contra Makelele continúa este miércoles. Cabe recordar que el acusado, que pide su libre absolución, se enfrenta a penas de entre 15 y 20 años de cárcel.