Estrella Sánchez revela en el Museo Evaristo Valle perspectivas inéditas del recinto ajardinado del centro en la exposición fotográfica «Secretos y susurros»
03 nov 2018 . Actualizado a las 10:06 h.El simbolismo de los jardines siempre los ha relacionado con la idea del lugar cerrado, el recinto donde la naturaleza domesticada se convierte en testigo y depósito de confidencias, ocultaciones, secretos y tesoros escondidos. Secretos que hay que saber escuchar y tesoros que hay que saber encontrar, incluso cuando ya se escucha y se ve tanto como en los magníficos jardines de 'La Redonda', la finca de Somió donde se ubica el Museo Evaristo Valle. Es lo que ha hecho Estrella Sánchez (Santander, 1952) cámara en mano a lo largo de casi una década: ahondar una experiencia personal de paseos, contemplaciones, descubrimientos y capturas fotográficas en el territorio ajardinado que protagoniza la exposición de fotografías que a partir de este domingo muestra en el mismo museo Valle. Susurros y secretos es su título, y reúne cuatro series -una por estación del año- en el que «el protagonista principal es el jardín»; pero no uno cualquiera: este peculiar jardín gijonés en el que la naturaleza convive en plena intimidad con el arte, a través de la colección de escultura que forma parte de los fondos del centro.
Empezó en 2009, en un largo proceso de exploración y fascinación de un paisaje interior que Estrella Sánchez conoce bien, como artista y asidua del museo, y también como amiga y conocedora de muchos de los creadores que donaron o cedieron su obra para enriquecer el recinto. «Fue algo muy paulatino, algo que no buscaba», recuerda. Al principio eran paseos normales, exploraciones que se fueron haciendo poco a poco más frecuentes conforme el lugar, aparentemente bien conocido, empezaba a revelar perspectivas e historias que Estrella no había advertido antes: «Me di cuenta de que el lugar poco a poco me fue atrapando. Empecé a ir de forma muy esporádica, pero fue a más. Yo no sé si son esas historias que te creas en la cabeza, pero llegó un momento en que sentí: "El jardín me llama, mañana tengo que ir"», relata la artista.
Y obedeció. «En todas estas visitas, he ido escuchando lo que me el jardín mostraba. Debo reconocer que hay explorarlo y que darle muchas vueltas. Aunque todo está a la vista, no es an fácil descubrir todo lo que ocultan los árboles, arbustos, flores, esculturas… Me di cuenta al cabo de años, es que el jardín tenía muchos secretos», explica Estrella Sánchez. Como muestran sus fotos, no es tanto cuestión de los objetos individuales -naturales o artificiales- que contiene el cercado de la finca 'La Redonda' sino las inesperadas e iluminadoras relaciones que se establecen entre ellos.
«No sabía muy bien cómo atacar cada fotografía, pero las cosas fueron saliendo, de manera que cada una muestra una historia, cada una la suya, aunque formen parte de un conjunto», apunta la artista, que ha intentado cada vez más meterse «mucho más cerca, bajar todo elemento del pedestal, ponerlo a la altura de lo humano» atendiendo detalles y diálogos.
Visión y escucha
El proceso -asegura- ha tenido tanto de visión como de escucha. Quizá incluso más de esto último: «No me ha interesado tanto que la escultura fuera de fulanito o menganito, como lo que tenían que decir o cómo se relacionaban con todo lo demás. Hay esculturas que me gustan más que algunas que he fotografiado, pero que me era mucho más difícil adaptar a lo que yo quería o no las necesitaba para lo que quería contar. He ido escuchando esas otras voces en un ir y venir de años», asegura.
No ha dejado Estrella Sánchez que la técnica se convierta en un presencia interpuesta que dificulte esa relación con los jardines del Museo Evaristo Valle: «La máquina es lo de menos. He empleado una Canon vulgar y corriente, con un objetivo de 50mm, el 24/70 y el trípode», cuenta. Cuando el objetivo no concede suficiente proximidad, «te tiras al césped». Un césped que se ha convertido, al final, para una mirada educada en la pintura, en algo así «como el fondo en un lienzo para algo pintado sobre él»; imágenes que recogen los susurros y secretos de un jardín como pocos en España.
Pero no todos: «Otra cosa que he descubierto es que un jardín te quiere contar algo, pero no te lo quiere contar todo. Lo tienes que ir descubriendo». Y hacerlo del modo en que refleja en el texto de presentación de la muestra su hijo, Carlos Vara Sánchez: «Mira. Vuelve a mirar. Ahora, otra vez, vuelve a mirar. Incluso lo aparentemente más inmutable ha cambiado. Sí, quizá no de un modo ostensible, pero lo ha hecho; allá donde hay vida no existe la quietud. Tan solo es cuestión de ajustar la mirada».
Ahora, sin voluntad de forzar nada, piensa en dibujos sobre ese mismo universo confinado. Antes vendrá un libro que se publicará durante la estancia de la exposición en la sala de muestras temporales del museo.