Las camisas IKE ya son piezas de museo (del Pueblu d'Asturies)

J. C. G. GIJÓN

GIJÓN

Fragmento de un anuncio publicitario de las camisas IKE
Fragmento de un anuncio publicitario de las camisas IKE

El Muséu del Pueblu d'Asturies recibe dos donaciones de prendas de los años 60 y 70 que dan testimonio de la Asturias de la época, y en la que la legendaria factoría de las camisas más famosas de España tiene un peso especial

07 nov 2018 . Actualizado a las 15:41 h.

Ocuparon los escaparates y los expositores de mercerías como Marijose, en el barrio de El Coto de Gijón, o en El Siglo XX, de Cangas del Narcea, locales que son ya historia, y vistieron a las primeras generaciones del desarrollismo en Asturias. Han dormido el sueño de los justos en almacenes privados y ahora pasan a las vitrinas de un museo y adquieren la dignidad de testimonio de la historia. Son las prendas que hablan no solo de cómo se vestía, sino también de cómo los asturianos vivíamos, consumíamos, nos presentábamos en sociedad o evolucionábamos en nuestros gustos y nuestras conductas en años de grandes cambios. Incluso de cómo producíamos y fabricábamos. Porque la parte principal de la donación de indumentaria de los años 50 a los años 70 que acaba de recibir el Muséu del Pueblu d'Asturias fue fabricada en las empresas de confección que florecieron en Gijón en la segunda mitad del siglo XX. Una selección de estas prendas donadas, en concreto de las famosas camisas IKE, se expone desde hoy en la recepción del museo hasta enero del 2019.

Son ropa y complementos de todo tipo -desde camisas hasta pijamas, desde ropa interior femenina hasta delantales, zapatos o boinas- que cubren un hueco hasta ahora sin colmar e las colecciones del etnográfico gracias a la generosidad de María Josefa Menéndez Sánchez, de Gijón, y Noemí Menéndez Liste, de Cangas del Narcea. La ropa procede de comercios que cerraron y conservaron sus existencias hasta hoy. La primera ha legado el género rescatado de la mercería 'Marijose', que atendió durante la década de los 60 en El Coto, mientras que la segunda donación rescata prendas que sobrevivieron al cierre de 'El Siglo XX', un longevo establecimiento que se puso ese nombre no a humo de pajas, puesto que nació con el siglo pasado y sirvió durante casi 70 años.

Las dos colecciones incluyen artículos confeccionados en Cataluña, la localidad almanseña de Albacete, de reputada industria del canzado, de Valladolid y, ante todo, de Gijón, de donde proceden los fondos más elocuentes: ropa fabricada en empresas de confección que se establecieron en Gijón en los años 50 y 60, y que cerraron la mayoría a finales del siglo XX. Confecciones Gijón S. A. -factoría de donde salieron la emblemática marca IKE, pero también y Arpón, Cosver y Tassa- y otras mucho menos conocidas como la fábrica de delantales 'Peláez', localizada en la carretera de la Costa, o las manufacturas de punto Alce o AAR.

Pero el protagonismo principal es de las inolvidables camisas IKE, que fueron pioneras en muchos aspectos, y cuyos últimos años constituyeron uno de los capítulos más intensos y recordados de la lucha obrera en Gijón en el tiempo de las reconversiones. Antes de ese largo episodio de movilización laboral de sus trabajadoras y del cierre en 1990, IKE fue una marca de proyección nacional que lanzó productos inéditos en España como las camisas con tres largos de manga y dio lugar a un aparato publicitario de gran impacto en la cultura popular de los años 60 y 70. De su voluntad de sintonizar con los tiempos y adquirir un cierto aire de producto internacional da idea incluso su nombre, un homenaje a Dwight Eisenhower, apodado así: el apóstol del Plan Marshal, que visitó a España en 1959 para anunciar el paquete de ayudas americanas que marcó el inicio del cambio económico tras la autarquía franquisa. 

Siete años antes, Confecciones Gijón, S. A. había sido fundada por Enrique López González en El Coto. Especializada en la confección de camisas de caballero, llegó a ser la mayor empresa textil de Asturias a principios de los años ochenta, empleando a 700 personas, la mayoría mujeres, y a fabricar más de un millón de camisas al año. La pérdida del tren de la competencia tecnológica y los apuros financieros, agravados por la gran crisis del textil en Europa, acabaron con esa historia fabril. Ahora son historia de Asturias, sin más.