«No hay animal más tonto que el milmillonario; se va a morir igual, el muy imbécil»

J. C. Gea GIJÓN

GIJÓN

José Luis Cuerda, en el hotel Hernán Cortés de Gijón
José Luis Cuerda, en el hotel Hernán Cortés de Gijón

José Luis Cuerda participó en un encuentro con el público para presentar en el FICX su último largometraje, «Tiempo después», un regreso del albaceteño al espíritu de «Amanece que no es poco» o «Total»

26 nov 2018 . Actualizado a las 10:41 h.

José Luis Cuerda visitó ayer el FICX para compartir con los espectadores algunas de las claves del mundo que ha vuelto a crear con licencias casi divinas en Tiempo después. Un mundo que, como los de Total, Así en el cielo como en la tierra o la idolatrada Amanece que no es poco, al final se parece mucho a este mundo, y en particular a la España contemporánea. Un planeta postapocalíptico donde los ricos viven en la única torre que permanece en pie y donde los desahuciados sobreviven en los bosques podría ser el arranque de cualquier superproducción de ciencia-ficción a la manera de Hollywood. En manos del guionista y director albaceteño, la ciencia-ficción da en otra cosa; un retablo coral y distópico que arrastra mucho de la gran sátira española, de los Sueños de Quevedo hasta las grandes berlangadas, pero pasado por la sorna inconfundible del manchego. Y, claro, también algo arrastra del calado humor y la ironía del John Ford que rodaba sus westerns en el Monument Valley, el emblemático escenario en el trasfondo de una película donde los devotos de Amanece que no es poco se encontrarán, en definitiva, como en casa.

-Dijo Miguel Rellán que, en realidad, Tiempo después es un documental. ¿Podría ser?

-Bueno, al menos es un documental del rodaje. De alguna manera.

-¿Y del resto de la realidad?

-Unos 150 gramos, más o menos.

-¿150 gramos de qué total?

-De un kilo. La realidad sería el kilo entero.

-Entonces, es menos documental de lo que cree Rellán.

-Es que es difícil aprehender la realidad.

-¿Y una manera de hacerlo es dando un rodeo, como hace usted, por mundos como el de Total, el de Amanece…, el de Tiempo después?

-A ver, déjame que lo piense… Estoy repentizando.

-Yo también, no hay problema.

-¿Puede ser que se me haya ido el santo al cielo? Empezamos otra vez.

-Vale. Ese paseo que se da de vez en cuando por mundos como el de Tiempo después...

-…un paseo por las afueras…

-Por las afueras de la realidad, sí. ¿Es una buena manera para hablar de toda la realidad?

-Yo creo que sí, porque lo que es verdad es que hay trozos de realidad que te modifican el criterio que tenías de las cosas. Y eso lo aplicas, lo expresas, intentas cazarlo y se te escapa a veces. Pero yo siempre he intentado convertirme en alguien permeable a la realidad real, a toda la realidad. Porque hay una, la económica, que está pudiendo con todo. No animal más tonto que el milmillonario, porque se va a morir igual el muy imbécil.

-¿Mientras se lleva a los demás por delante, de paso?

-Sí. A un buen porcentaje de nosotros se los lleva por delante y se los seguirá llevando. Pero no por eso deja de ser un imbécil. Cuando se muera, se le ha terminado el disfrute. Como a todos. ¿Para qué acumular tanto? ¡Si además, para acumular todo ese capital tienes que hacerle la puñeta a alguien! Bueno, a alguienes. Eso está científicamente comprobado.

-Y esos son los que viven en la torre de su película.

-Claro. Ahora, no te digo yo que no entran y salgan de la torre. La película es una imagen del mundo, de un determinado mundo que es una síntesis de lo que estamos viviendo. Y luego están los desheredados, los que están fuera. Por cierto, a quien debo de tener contentísimo es a John Ford.

-Lo dice por el escenario, el Monument Valley que salió en tantos de sus pelis del Oeste.

-Sí, pensé: «A tomar por culo: todos los exteriores van a ser el Monument Valley».

-Ya que nos ponemos, nos ponemos.

-John Ford, John Ford: un homenaje al cine de toda la vida. Del cine de los buenos. Seguro que está contento conmigo por haber elegido el Monument Valley para que sea el mundo, todo el mundo.

-Un maestro del cine coral, por cierto, como el suyo. ¿Ha mamado mucho de ese Ford?

-Me gusta mucho, mucho. Esperemos que sí, que algo haya aprendido de él.

-Los mundos que inventó en Total o en Amanece… eran, cómo decirlo, más idílicos, más amables…

-Es que ya se hace uno mayor.

-¿Es eso o que el mundo se ha hecho también menos amable, más duro?

-Las dos cosas. Pero sobre todo lo primero. Tengo un amigo médico gallego que ha sido secretario del PSOE de Galicia, Pachi Vázquez, alcalde de Carballiño, que me preguntó, «oye, y tú ¿cuántos años has cumplido?». «Setenta y uno», le dije. «Ah, coño, setenta y uno. Pues aún te van a pasar muchas cosas. Pero buena, ya ninguna». Es una visión muy lúcida. Mi abuelo Julio iba a casa de mi abuela Filomena dos o tres veces a la semana y el saludo era siempre el mismo: «Que la vejez es muy mala, Julio».

-Se suele separar su cine más realista y del más absurdo. Pero, ¿hay tanta distancia al final?

-No. Los seres humanos son los mismos en un caso que en el otro. Me los he inventado yo y los he escrito yo. Son del mismo material.

-¿Y el resto no? ¿No tiene este mundo mucho más de sus mundos aparentemente absurdos de lo que solemos pensar?

-Sí. Lo que pasa es que el absurdo ya es una elaboración que hacemos. No hay un absurdo natural, no nos engañemos.

-Lo ponemos nosotros.

-Eso es. Lo ponemos con nuestros ojitos, con lo que vemos, no hay que olvidarse de eso.

-¿Hay algo práctico o, por así decir, político que sacar de la película? ¿Algun 'recado'?

-Cada cual que lsa vea según sepa y pueda. Yo no voy a hacer a la gente que vea poniéndole mis gafas. Que por cierto, me las compré el otro día y se parecen mucho a las tuyas.

-¿Y después de este paseo por las afueras, qué le apetece?

-Una historia que se llama Un año entero, que es el año que yo me pasé en la cama con pleuresía cuando era pequeño.

-De nuevo la infancia.

-Sí. Y eso de «año entero» se puede interpretar de varias maneras: lo de entero cronológicamente, pero también entero y verdadero, un año de «te vas a enterar tú de lo que vale un peine». Tiene un final la película que, si te la cuento, te la jodo. Pero es un final maravilloso y no quiero que se sepa.

-Le prometo que no lo cuento.

José Luis Cuerda lo cuenta. En efecto, es un señor final, pero también con mucha mala leche. Y pregunta con sonrisa de niño que pasó un año en la cama, con pleuresía: «¿Se puede ser más cabrón?»