Los dos siglos y un cuarto de la más venerable institución educativa de Gijón

J. C. G. GIJÓN

GIJÓN

El Real Instituto de Jovellanos cumple el 7 de enero 225 años y lo celebra con una espectacular exposición de maquetas sobre historia y sus sedes y un ciclo de conferencias

07 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Melchor Gaspar Baltasar de Jovellanos lo soñó y los Reyes Magos se lo dejaron a la ciudad de Gijón con un día de retraso el 7 de enero de 1794. El Real Instituto de Naútica y Mineralogía echaba a andar en esa fecha en una casona al pie de Cimavilla cedida frente a la casa solariega de los Jovellanos, y ya no pararía hasta 1964: ocho sedes en siglo y medio de una existencia tan azarosa, amenazada y azacaneada como la de su mismo promotor que, sin embargo, ha resultado ser tan longeva como Jovellanos seguramente ambicionó. El Real Instituto de Jovellanos, convertido desde hace 55 años en centro de enseñanzas secundarias en su actual sede, celebrará el próximo 7 de enero los dos siglos y cuarto de vida de una institución que ha tenido un papel crucial en la formación de generaciones de gijoneses y gijonesas, y que ha vivido de cerca y también sufrido los avatares a menudo crueles de esos 225 años. Para festejarlo, el centro y su asociación de Antiguos Alumnos -con su presidente y profesor del centro Manuel Santiago López al frente- han preparado un programa de actividades que se inaugura el próximo lunes, pero que ya ha abierto al público su actividad central: la exposición Las sedes del Instituto Jovellanos, una espectacular colección de maquetas que se exhibe en el patio central de la más histórica  perdurable de esas sedes, hoy Centro de Cultura Antiguo Instituto.

Además, a lo largo de la próxima semana el mismo CCAI acogerá una serie de actividades, presentaciones, visitas guiadas y conferencias en torno a la efeméride, empezando por la inauguración oficial del programa a cargo de la directora del instituto, Milagros Madiedo, el lunes a las 20,00 horas, a la que seguirá la presentación de la exposición a cargo de Manuel Santiago López y una charla del periodista Pachi Poncela sobre la colección de bocetos de Jovellanos. El martes, será el profesor Agustín Guzmán Sancho el ofrezca la conferencia 'Las columnas del Jovellanos'; de nuevo Manuel Santiago López intervendrá el miércoles recorriendo '225 años en 60 minutos' en otra charla. El jueves será el turno para el periodista de La Voz de Asturias Juan Carlos Gea, que hablará sobre 'Jovellanos, el eterno peregrino' y, finalmente, el viernes, el historiador Héctor Blanco González impartirá la conferencia 'La Atenas gijonesa' en la jornada de clausura. Además, el mismo viernes a las 12,00 horas se celebrará en la sede del instituto un homenaje a sus directores, y todos los días se celebrará en el CCAI una visita guiada a la muestra.

Respecto a esta, está teniendo ya una excelente acogida, en una singular conexión con el belén de la Asociación Belenista de Gijón recién inaugurado en el mismo centro. Los visitantes se encuentran en primer lugar con la reconstrucción de toda la imaginería navideña en el escenario de la playa de San Lorenzo y sus aledaños tal cual eran en los años en que vivió Jovellanos, a finales del XVIII y pasan después a recorrer otra parte de aquel Gijón, y del que vino después. La muestra reúne una elaborada colección de maquetas sobre los distintos edificios que fueron acogiendo el gran proyecto educativo de Jovellanos. Han sido realizadas -al igual que el mobiliario, trabajo de enmarcación, carteles y expositories- por alumnado de la antigua Diversificación y actual Programa de Mejora del Aprendizaje y Rendimiento a lo largo de los últimos siete años, integradas en el proyecto educativo del centro.

A través de todo ese material, los visitantes pueden recorrer en tres dimensiones y a escala una historia que arranca en la Casona del Forno, una familiar propiedad cedida por el propio hermano de Gaspar de Jovellanos, Francisco de Paula, en la que cualquier gijonés reconocerá de inmediato la actual sede de la concurrida 'Casona de Jovellanos', frente a la casa del ilustrado en Cimavilla. Las siguientes escalas del que nació como Real Instituto de Naútica y Mineralogía recorren el primer edificio inaugurado en 1806 en el mismo solar donde se ubica la exposición, obra de Juan de Villanueva, y el huerto anexo que fue en realidad el primer jardín botánico público de la ciudad; pero no reconocerán las trazas del instituto, porque el actual fue proyectado por Ricardo Marcos Bausá y concluido con su actual estructura -y con su definitivo uso como instituto de enseñanzas secundarias- en 1897.

A muchos les sorprenderá descubrir que el Real Instituto ocupó durante un breve tiempo... una fábrica de chocolates. La de 'La Primitiva Indiana', en el actual paseo de Begoña, cuando se hizo necesario desalojar el inmueble para construir la tercera planta. Con todo, las necesidades de espacio forzaron otro traslado que resultó ser enormemente desventurado. En 1932, tras la expulsión de los jesuitas ya durante la II República, el espacioso edificio del colegio de la Inmaculada se convirtió casi de la noche a la mañana en el Instituto Jovellanos, conviviendo con el cuartel de Simancas hasta que el estallido de la guerra civil acabó con el asedio y casi la destrucción del complejo educativo y militar durante la cual se perdieron la biblioteca y la excelente colección de dibujos de Jovellanos. Incluso en maqueta, la visión del edificio calado por los disparos sigue conmoviendo.

En este tramo de la historia destacan dos edificios peculiares que no son sedes. Uno ya no existe: el coqueto kiosco de Pachín del Melás, el dramaturgo cuya devoción jovellanista consiguió salvar los restos del ilustrado; otro no existió jamás: el instituto de trazas racionalistas encargado por las autoridades educativas de la República que nunca llegó a construirse, y cuyo proyecto evoca el Instituto Jovellanos que pudo ser asomado a la playa de San Lorenzo, que luce en su vitrina con su bandera republicana sobre la entrada.

El relato acaba donde ahora mismo se levanta, esta vez a escala 1:1 y en plena vida, la sede del Real Instituto de Jovellanos tal y como se lo construyó en 1964, hace 55 años de los 225 que acumula una institución que nació visionaria y que ha conseguido sobrevivir a los acosos de la Inquisición, de los enemigos políticos, de las limitaciones materiales e incluso a varias guerras con la misma tenacidad y resistencia que demostró siempre su patrón, quien puso sobre su entrada el mismo lema que figura a la entrada de la exposición: «Quid verum, quid utile». «A la verdad y a la utilidad pública».