«Estos días que está tan frío bañarse en la playa es casi como meterse en el edredón»

GIJÓN

El grupo de bañistas al que pertenece Elena Mosquera (segunda por la izquierda), tras uno de sus chapuzones a primera hora del día, hace unas semanas
El grupo de bañistas al que pertenece Elena Mosquera (segunda por la izquierda), tras uno de sus chapuzones a primera hora del día, hace unas semanas

Fuera puede llegar a hacer tres grados y, dentro del agua, 12 o 13 grados. «Estás cuatro, cinco, seis minutos y se sale como nuevo», asegura Elena Mosquera, que tiene 81 años y se baña todos los días a las 8.30 horas en San Lorenzo

14 ene 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Los beneficios de bañarse en aguas frías se conocen desde que el médico griego Hipócrates los recomendaba en el siglo III antes de Cristo. Llevarlo a la práctica en el mar, todos los días del año incluidos los del invierno, ya es otro cantar al que no todo el mundo está dispuesto por muy beneficioso que sea para la salud. Elena Mosquera es una de esas personas que se bañan a diario en la playa de San Lorenzo de Gijón.

Tiene 81 años y es la mayor de un grupo de bañistas que quedan en la rampa de la escalera 2 para pegarse un baño a las 8.30 horas. Todos los días del año. Aunque haya olas de frío de por medio como la de este comienzo de año, en la que los termómetros bajan a tres grados a primera hora del día.

«Estos días estamos yendo menos, entre seis o siete. A veces vamos más, otras veces somos menos. Es un grupo muy libre y, como tenemos un chat, vamos diciendo quién va o quién no», explica Mosquera, que acude a bañarse a diario a San Lorenzo desde que se jubiló. «Soy una loca del mar desde siempre y, cuando me jubilé, aprovechaba cualquier momento de sol en verano para ir a la playa», recuerda, explicando que pronto dejó de estar tan pendiente del tiempo para centrarse en disfrutar del baño en el mar.

«Empecé a ir en primavera cuando hacía sol a caminar desde la escalera 2 hasta el Piles. Iba en bañador y, cuando llegaba a la zona del Piles, ya me apetecía meterme al agua. Lo hacía a la vuelta del paseo y así empecé», dice. Como no hay tantos bañistas que coincidan todo el año en la playa acaban conociéndose entre todos. «Encontré a unas chicas de La Calzada que llevaban muchos años yendo y empecé a quedar con ellas a las nueve y media», recuerda.

«En 2018 el agua empezó a enfriarse muy pronto»

Luego ya fue surgiendo el grupo de las 8.30 horas de la mañana. «Algunos trabajan y otros tienen cosas que hacer, así que siempre quedamos a esa hora. Hoy (por el viernes), por ejemplo, éramos seis y este fin de semana seguramente seremos menos. Hay gente que no va el fin de semana por sistema porque, a lo mejor, se van de ruta de montaña y otra que solo viene en verano. En invierno, rara vez somos más de diez cuando en verano solemos ser una veintena».

Ella no suele fallar nunca. «En verano el agua suele llegar como mucho a 22 grados. El 2018 fue un año especial porque empezamos con 13 grados en noviembre cuando en años anteriores estábamos con 15 o 16 grados hasta Navidad. El agua empezó a enfriarse muy pronto y lleva tiempo a 13 grados, aunque hace un par de días ha ido a menos todavía».

La reciente ola de frío no ha sido un impedimento para ella. «Entras al agua como en verano: al principio la notas muy fría e incluso a lo mejor más porque en verano hace mucho calor fuera y la diferencia de temperatura es mayor. Estos días que está tan frío es casi como meterse en el edredón. Todo ese aire frío hace que estar dentro del agua sea agradable, aunque sí, claro, el agua está fría».

Los baños no suelen durar mucho. «Estamos sobre cuatro, cinco, seis, siete minutos. Una vez llegamos a diez, pero cuando está tan fría mucho más no se puede estar», explica. El viernes, a las 8.30 horas, la temperatura en Gijón rondaba los cinco o seis grados. «Estuvimos cuatro minutos y, al contrario de lo que pueda parecer, no pasas tanto frío al salir. Como has cogido la temperatura del agua, ya no se nota tanto el frío y te vistes mejor que te desvistes».

«’Ay madre, si yo tuviera que entrar ahí con lo fría que debe estar’»

Tras el baño, el grupo se toma un café en un bar próximo a la playa. «Se te queda un frío dentro que no se quita hasta que llegas a casa y te das una ducha de agua caliente. Yo al menos lo necesito: llegar a casa y meterme debajo de la ducha, bien caliente. Y me vuelve a prestar tanto como el baño en la playa».

Tras el baño, suelen ir a una cafetería para entrar en calor. En esta ocasión, se reunieron los que se bañan en invierno y verano para un 'amigo invisible'
Tras el baño, suelen ir a una cafetería para entrar en calor. En esta ocasión, se reunieron los que se bañan en invierno y verano para un 'amigo invisible'

Uno de los beneficios de bañarse en aguas frías es precisamente que mantiene a la persona más activa y despierta. «Son todo ventajas. La gente se cura de muchas maneras de los males de cada día: hay gente que va al fisioterapeuta, otra al médico a por pastillas, otros corren… Cada uno tiene su manera y nosotros vamos al mar y curamos todos los males. No tienes que guardar cola ni que pedir vez. Llegas y siempre está a tu disposición. Y lo mejor de todo es que allí nadie va a quejarse. Todos vamos con un ánimo estupendo», dice Mosquera, entre risas y pensando en una vecina suya que, al enterarse de que se bañaba a diario, se llevaba las manos a la cabeza.

«’Ay madre, si yo tuviera que entrar ahí con lo fría que debe estar’, me decía… Ya, le contesté, ¿cómo crees que estamos nosotras? Cuando me llega el agua a la tripa chillo como una condenada y es cuando tienes esa sensación de que te tienes que meter del todo ya». En el grupo de bañistas, con mayoría de mujeres, las edades van desde los cuarentaytantos hasta sus 81 años. «Soy la abuelita del grupo, más que yo no tiene nadie y es lo bueno que tiene», dice, «a mi edad los lugares en los que te reúnes es más o menos de gente de mi misma edad y aquí somos un grupo muy diverso».

«¡Cómo me tratas de usted si salgo con diez años menos!»

Mosquera tiene una salud estupenda. «Tengo mis achaques como todo el mundo. Un día me duele una cosa, otro día me duele otra pero ya he decidido no hacerle caso porque si le haces caso te duele más. La última vez que fui a un traumatólogo, que hacía muchos años que no iba, me hizo un par de pruebas y cuando se enteró de la vida que hacía me dijo: ‘Usted es joven y no puede dejar de hacer lo que está haciendo’».

Y más si se divierte tanto como es el caso. «La motivación es el disfrute más que la salud. Es lo bien que te lo pasas en el agua. Me despierto toda las mañanas pensando que me voy a ir a bañar y ya no es que te de pereza levantarte, sino que me saca la mar de la cama. Para mí es lo mejor del día».

Se acuerda además de una anécdota de cuando empezó a bañarse en días de invierno en San Lorenzo a diario. «Salía una señora mayor del agua y le tuve que decir algo y la traté de usted. ‘¡Cómo me tratas de usted si salgo con diez años menos!, me dijo. Y así es, se sale como nuevo».

Sí es cierto que este año se está notando más frío que nunca, sobre todo a esas horas de la mañana. «Aquí tampoco es normal que haga tanto frío, llevamos tres o cuatro días con tres grados y es verdad que, en ese sentido, estamos peor. Además ahora tenemos esa brisa que te congela y que antes aparecía a las diez o a las once de la mañana. Era una de las ventajas de bañarse tan pronto…»

«La mar siempre es diferente y eso también es un disfrute»

Otra son esos meses en los que se bañan cuando todavía no ha amanecido. «Me encanta el amanecer y es otra ventaja: disfrutamos de amaneceres todo el otoño. Estamos dos meses seguidos viéndolos y es una maravilla. Ahora quedarán pocos porque ya empiezan los días a crecer. Ayer (por el jueves) ya amaneció un minuto antes».

Como se bañan a diario también ven una playa diferente cada día. «A veces no nos podemos bañar porque está la marea muy alta o muy brava, otras veces como hoy nos metemos directamente desde la rampa y otras tenemos que caminar bastante para poder bañarnos».

Cuando la mar está muy alta, también se trasladan en ocasiones hasta la escalera seis o siete. «La mar siempre es diferente y eso también es un disfrute», indica Mosquera, que explica que el grupo queda en la escalera 2 porque, desde que se hizo la ampliación del puerto de El Musel, «esa zona mejoró mucho, antes cuando había una marejada grande las olas llegaban hasta la antigua Pescadería y ahora, en cambio, saltan más por la zona de la escalera 10 en adelante».

Las aguas están más calmadas pero también, con las bajamares, San Lorenzo gana mucha más playa en esa zona. «La semana pasada, en la que también hizo mucho frío, tuvimos que caminar hasta más allá del Club de Regatas. Toda esa zona, además, se ha puesto mucho más plana de lo que estaba, cuando la marea baja lo hace muchísimo y también se nota que ha subido el nivel del mar», dice Mosquera, que lamenta como todos los gijoneses los episodios de contaminación registrados en 2018 en la playa. «Es desagradable, pero la playa en general está muy cuidada porque la limpian cada día. Este año pasado la he encontrado un poco peor, pero ninguno de nosotros enfermamos ni tuvimos ningún percance».