Un edificio del Principado en Gijón «enferma» a los trabajadores

E. G. B. GIJON

GIJÓN

poniente atencion ciudadana principado.Los antiguos juzgados de la avenida de Juan Carlos I, que ahora alberga la oficina de empleo y otros servicios autonómicos
Los antiguos juzgados de la avenida de Juan Carlos I, que ahora alberga la oficina de empleo y otros servicios autonómicos

«Entras y ya notas el olor a desagüe. Salimos con dolor de cabeza y la garganta irritada», dicen en las oficinas trasladadas en marzo a los antiguos juzgados de la avenida de Juan Carlos I

31 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

«Entras en el edificio y ya notas muchísimo ese olor a desagüe. Todos los días. Salimos con dolor de cabeza, de estómago, con la garganta irritada, porque además a veces tapan el mal olor con algún producto que huele como a disolvente o lejía». Nada ha cambiado en los antiguos juzgados de Poniente, edificio al que se trasladaron diversos servicios de atención al público como la oficina de empleo de los bajos de la Casa Sindical y otros departamentos de la la Administración autonómica en marzo.

El olor nauseabundo sigue apreciándose nada más entrar, hay aseos que siguen sin funcionar y el climatizador del edificio a veces congela a quien recibe el aire acondicionado de forma directa, entre otras deficiencias que causan malestar físico a quienes trabajan en el inmueble, en desuso desde 2013 hasta que a partir de marzo se le fueron incorporando oficinas como la del ente tributario, de información de vivienda, la comarca de agroganadería, la Unidad de Medicación, Arbitraje y Conciliación (UMAC), el equipo territorial de Servicios Sociales y  el servicio de atención a la ciudadanía, además de la oficina de empleo.

Previamente se habían llevado a cabo obras de adecuación que costaron unos 3 millones de euros para adaptar el edificio (que tiene sótano y seis plantas repartidos en 6.500 metros cuadrados) a los nuevos servicios, en los que trabajan unas 150 personas.

La oficina de empleo, desde mediados de marzo, se encuentra en la primera planta. «El principal problema que tenemos son los olores. Huele muy mal, no sabemos si a desagüe o exactamente a qué, pero es a diario y en todo el edificio, aunque hay zonas en las que no se pueden abrir las ventanas en las que se concentra más. Pero entras en el edificio y lo notas. La gente lo nota», dicen trabajadores que realizan su labor atendiendo al público en esa planta.

«La semana pasada volvieron a echar un producto o no sabemos qué es exactamente que huele como a disolvente, como a lejía, que nos irrita la garganta y provoca dolor de cabeza. Hay dos ventanas pero no las podemos abrir porque hacen corriente con las puertas de entrada, que se abren constantemente», añaden, explicando que los olores no es lo único que falla en un edificio que ya desde sus orígenes como juzgados acumuló quejas entre los trabajadores de entonces por sus problemáticos y deficientes acabados.

El aire acondicionado está programado y, «aunque supuestamente es un edificio inteligente que calcula temperatura que hay que tener», a la una de la tarde por ejemplo salen chorros de aire demasiado frío. «Una compañera marchó con fiebre todos los días de la semana pasada porque le da el chorro directamente. No podemos apagarlo ni hacer nada». En los días de frío que ha habido desde marzo, los trabajadores acabaron utilizando los calefactores que tenían en las anteriores instalaciones de la oficina de empleo de Fermín Canella y, ahora, los ventiladores. «En principio nos habían dicho que no los podíamos usar, pero lógicamente los estamos utilizando porque no podemos regular nada del sistema del edificio».

También hay luces fundidas desde hace al menos un mes («se avisa a mantenimiento pero no aparece nadie») y siguen estropeados los llamadores que se utilizaban para avisar del turno a quienes acuden a la oficina de empleo. «Ese edificio siempre estuvo mal y tendrían que haber hecho una adecuación en condiciones para meter a todas las administraciones que metieron. Puedes pasar calor o frío, pero lo peor de todo son los olores que deben ser un problema estructural», insisten los trabajadores, cuyas quejas no han sido atendidas.