Münchhausen está en la ciudad

Carlos Rodríguez

GIJÓN

18 dic 2019 . Actualizado a las 18:41 h.

Que la contaminación del aire mata y que vivimos una crisis climática global han dejado de ser delirios ideológicos. Y, lamentablemente, más porque vivimos ya sus efectos en nuestras carnes que por confiar en los datos objetivos que los expertos blandían ante nuestros ojos.

Quizás por eso va surgiendo cierto consenso ciudadano en torno al hecho de que la abusiva posición del coche ha sido catastrófica para la calidad de vida en la ciudad, incluida la de los propios conductores. Se diría que tenemos una oportunidad mágica para rediseñar la ciudad en beneficio del peatón, el transporte público y la bicicleta como una simple salida pragmática al actual pandemónium urbano. Sin embargo el Barón de Münchhausen está en la ciudad con sus fabulosas historias de coches compartidos, vehículos autónomos, ciudades inteligentes y eléctricos patinetes.

El siempre elocuente Barón está gritando en las plazas con inusitado desparpajo que los coches con conductor a la demanda (los VTCs) como Uber o Cabify reducen el número de coches, hacen menos atascos, facilitan el aparcamiento, mejoran el aire que respiramos e incluso que son un gran compañero del transporte público. Con semejantes argumentos cómo no arrodillarse ante este delicado exponente de la smart city. Pero los datos objetivos de casi una década en los USA no pueden contradecir más al viejo Münchhausen: Uber y compañía han contribuido a aumentar la congestión y no a disminuirla. Sí, aumentan el tráfico y los kilómetros recorridos en coche en las principales ciudades. Sus bien pagados ejecutivos culpan a los egoístas conductores poco abiertos a su inteligente propuesta e incluso a los sistemas de transporte colectivo. Pero las cifras son elocuentes: el 45% de los kilómetros que recorren estos vehículos VTC lo hacen sin pasajeros y recorren 4,2 kilómetros por cada 1,6 kilómetros de viaje en coche particular que reemplazan.

Münchhausen viene por las calles cantando alabanzas sobre el unicornio del vehículo autónomo. Las ventajas se adivinan en términos de negocio pero las cuentas de kilómetros recorridos repartidos entre cero tripulantes dan un sonoro infinito derroche. Y un suma y sigue de pérdidas de empleo y vidas humanas en «accidentes optimizados».

Para los que se han mantenido, por unas u otras razones, sordos a los cantos de sirena del utilitario transmutado hoy en SUV hipertrófico, el Barón de Münchhausen entona loores también sobre un nuevo gadget urbano: el patinete eléctrico. Nos habla de libertad y versatilidad y ausencia de esfuerzos y sudores. Por 400 euros, ahí es nada. Pero lo cierto es que el patinete eléctrico no va a restar kilómetros recorridos en coche: como sugiere un estudio finlandés solo sustituye viajes a pie y en bicicleta. Mal negocio para la salud pública y el medioambiente urbano si la modernidad va asociada al sedentarismo y a dejar de caminar y/o pedalear.

La receta del Barón para la movilidad urbana es radicalmente opuesta a lo que necesita la ciudad y sus habitantes. Pero el discurso de este pertinaz mentiroso, envuelto en el glamuroso marketing de lo nuevo y lo tecnológico, oculta visiones de negocio con muchos ceros mientras socava los incipientes esfuerzos por rehumanizar la ciudad dando una posición dominante a la gente y favoreciendo la movilidad activa y el transporte público.

Se afana el Barón de Münchhausen en esparcir estas quimeras que perpetúan el hechizo fetichista hacia los cacharros autopropulsados que nos mantiene ciegos y paralizados frente al brutal impacto negativo que ejercen sobre la ciudad y las personas que la habitan. Un relato tristemente bufonesco diseñado para mantener a flote un status quo urbano que hace aguas y amenaza con hundirse con todo el pasaje a bordo.

Pero ya no te creemos Barón. Y ni tirándote de tu coleta conseguirás salir de esa ciénaga.

* Carlos Rodríguez es coordinador nacional de 30 Días en Bici y experto en movilidad