Historias de la punta Liquerique

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Los fotógrafos Mónica Riveiro y Carlos Conde exponen en el Antiguo Instituto una serie de fotografías en blanco y negro sobre este emblemático rincón de Gijón

12 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Son 45 historias, 45 fotografías, que hablan de vejez, soledad, paseos al atardecer, amistad, ocio y familia. Son las historias de la punta Liquerique, uno de los rincones de Gijón en los que a diario se suceden historias cotidianas y en los que la vida fluye. Historias de Liquerique es la primera exposición conjunta de los fotógrafos Carlos Conde y Mónica Riveiro, que se inauguraba esta semana en el vestíbulo de la segunda planta del Centro de Cultura Antiguo Instituto de Gijón y que podrá visitarse hasta el 31 de enero.

Ambos fotógrafos reflexionan sobre uno de los espacios urbanos de Gijón «a los que la gente recurre como una vía de escape a su vida cotidiana» para perder la mirada en el horizonte y dejarse hipnotizar por el murmullo del mar. «A diario se llena de historias y muchas se repiten con frecuencias por los mismos personajes. También hay historias nuevas cada día pero un nexo de unión entre todas: el lugar donde se cuentan», explican los fotógrafos, que pasaron horas fotografiando por separado este rincón de la ciudad hasta que un día se encontraron y decidieron exponer juntos las historias que habían fotografiado.

Como explican en la presentación de esta muestra, «son historias imaginadas por dos personas que, a su vez, recurren a este espacio y, sin ser conscientes, llegan a formar parte de esas mismas historias. Primero por separado pero, al final, el mismo lugar hace que converjan por causalidad, o no, en un mismo proyecto: crear historias desde dos miradas diferentes y dejar que sea el espectador quien las lea y las interprete».

Las fotografías están tomadas en blanco y negro y, en este sentido, los autores hacen uso de diferentes intensidades y de una escala de grises para crear el ambiente que rodea a los personajes de sus historias. De diferente manera, como muestran las dos imágenes que acompañan estas líneas: en una de ellas, de Conde, el personaje está rodeado de «espacio positivo», abierto y lleno de luz y, en la otra, de Riveiro, prima el «espacio negativo» y un alto contraste que le aporta dramatismo.