El complejo monumental de Gijón, el edificio más grande de España, se empezó a construir en 1948 como orfelinato minero, cayó en desuso en los 90 y hace 20 años fue en parte recuperado con usos culturales, de ocio y educativos

Nadie pone en duda ni su monumental valor arquitectónico ni que es el edificio singular por excelencia de Gijón que, desde 2016, es además Bien de Interés Cultural de Asturias, en la categoría de monumento. Pero tampoco se puede poner en duda su lado oscuro, tal y como recordaba esta semana el concejal de Cultura, Alberto Ferrao, durante el pleno en el que se rechazó precisamente por su pasado franquista la propuesta para que se promueva que la Universidad Laboral de Gijón opte a ser declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco. Ferrao también recordaba en ese pleno que uno de los requisitos para ser patrimonio de la humanidad, que son los lugares con un valor universal excepcional que se preservan para la herencia común de la humanidad, es que «ilustren una etapa significativa de la historia humana».

La Laboral, según indicaba el concejal de Cultura de Gijón, ilustra una etapa significativa, sí, y oscura para España: la dictadura y el franquismo. «Una cosa es la nostalgia de dónde hemos estudiado, sea el edificio que sea, y otra lo que fue este inmueble. No podemos promover ciertas cosas que no podemos desvincular de lo que significó la construcción de la Universidad Laboral y el por qué», decía la alcaldesa de Gijón, Ana González, antes del pleno, ante la propuesta de la Asociación de Antiguos Alumnos de la Universidad Laboral, y de que ayer anunciara la presentación de una iniciativa plenaria del PSOE para que la Laboral opte a ser patrimonio de la Unesco «sin ocultar su contexto» y «sin obviar ni negar su historia».

La asociación de antiguos alumnos, por su parte, ha puesto como ejemplo, entre otros lugares que fueron declarados patrimonio de la humanidad, el campo de concentración y exterminio alemán nazi de Auschwitz-Birkenaum que fue incluido en el listado en 1979, según explicó entonces la Unesco, «como evidencia del esfuerzo inhumano, cruel y metódico de negar la dignidad humana a grupos considerados inferiores». Y así se explica a quienes lo visitan, para que lo ocurrido en sus muros no se vuelva a repetir y mantener una memoria histórica que en España ha sido asignatura pendiente durante muchas décadas.

La iniciativa que el PSOE llevará al próximo pleno tendrá en cuenta el valor artístico y la potenciación de los usos de la Laboral como espacio de convivencia, «en aras de la contribución colectiva a la resignificación del edificio» y, por supuesto, «su condición de símbolo y reflejo de un régimen dictatorial y, por tanto, reflejo insoslayable de un período de nuestra historia que en ningún caso puede volver a repetirse».

Los orígenes como orfanato minero

Para recordar el contexto en el que se construyó la Universidad Laboral hay que remontarse a 1945. A raíz de que venían teniendo lugar continuos accidentes mortales en las minas asturianas, el subsecretario del Ministerio de Industria entonces reunió a «un grupo de gijoneses afines al régimen para debatir sobre la idea de construir un orfelinato que alojase y educase a los hijos de los mineros fallecidos en accidentes laborales», según se recoge en la publicación Uso y cambio de uso en la Universidad Laboral de Gijón (L. Vallina y V. Sanchez, 2017-2018, Universidad Politécnica de Madrid).

Así, a finales de 1945 se crea una fundación benéfica que llevaba el nombre del falangista José Antonio Girón de Velasco, que fue ministro franquista de Trabajo durante 17 años y que, en los albores de la democracia, se opuso con vehemencia a la Ley de Reforma Política y al referéndum constitucional. De Girón de Velasco saldría en 1950 el concepto de las universidades laborales en España, pero antes esta fundación surgía para gestionar el proyecto del orfanato minero que fue el germen del complejo gijonés, cuyas obras se encargarían con carácter urgente a mediados de 1946.

Según recoge el Boletín Oficial del Principado de Asturias (BOPA), cuando la Laboral fue declarada Bien de Interés Cultural en 2016 y a partir de una descripción realizada por el geógrafo Javier Granda Álvarez, «el centro fue concebido como una residencia-escuela, equipada con todo lo necesario para la formación cultural, moral, patriótica y profesional de niños huérfanos de la minería». El diseño del orfanato, que incluía también fincas agrónomas y tenía que dar cobijo a mil alumnos, se encarga al arquitecto madrileño Luis Moya Blanco. Las obras comienzan en una fecha simbólica para la época: el 1 de abril de 1948. Era simbólica entonces y ahora porque ese mismo día, 1 de abril, pero de 1939 Franco firmaba el último parte de la Guerra Civil dándola por terminada al estar «cautivo y desarmado el Ejército Rojo».

De orfanato a Universidad Laboral con «Espíritu Nacional»

En 1951, hubo que cambiar de orfelinato a Universidad Laboral. Estas eran instituciones creadas por Girón de Velasco en las que se impartía una educación basada en cinco bases: religión, «Espíritu Nacional«, educación física y deportes, formación cultural y estética y magisterio de costumbres. Según la publicación El franquismo y las universidades laborales (P. D. Granados, 2005), en ellas «se inculcaba a los alumnos la idea de servicio a la patria así como un espíritu nacional fuerte y unido, de acuerdo con las normas del Movimiento Nacional».

En otra publicación de la misma autora, ¿Conveniencia o necesidad? La formación de la clase obrera en las Universidades Laborales franquistas (1955-1978)  (P. D. Granados y G. R. Macías, 2016), se explica que las universidades laborales nacieron con un doble cometido: «por un lado, cualificar profesionalmente a la clase trabajadora para el desempeño de tareas productivas, cumpliendo así de manera 'individual y colectivamente las necesidades de la producción nacional' y, por el otro lado, adoctrinar ideológicamente a la clase obrera en los principios del Movimiento Nacional, tratando así de silenciar cualquier posible reivindicación política o social».

De esas «enseñanzas doctrinales» se hace eco este NO-DO que puede verse en el siguiente enlace y muestra una exhibición gimnástica de los alumnos en el patio de la Laboral de Gijón. Con las fuerzas vivas de antaño, presidiendo el acto y aplaudiendo la «disciplina» y el «arrojo« de «los muchachos». Era mediados de los años 50 y fueron 450 los elegidos de entre los 1.500 del complejo para participar en el evento.

Generaciones de estudiantes y profesionales de toda España

De la educación de los internos se encargarían los jesuitas, mientras que monjas de la congregación Siervas de Dios se hicieron cargo de las labores de enfermería y cuidados y, religiosas de las Clarisas, de la lavandería y la cocina del complejo que recibió a su primera promoción de alumnos en 1955, sin que estuvieran las obras terminadas dada su magnitud, que la convierte en el edificio más grande de España. Con el cambio a Universidad Laboral, también se abrió el centro a hijos de mutualistas del resto de España y a alumnos externos. La ubicación del orfelinato se había pensado teniendo en cuenta que debía reunir tres condiciones: estar cerca de la ciudad para que acudieran alumnos no internos, estar lejos de las fábricas contaminantes y estar fuera de los crecimientos previstos en el Plan General de Ordenación Urbana vigente entonces.

Dos años después de recibir a sus primeros alumnos, en 1957, se paralizaban las obras en todas las universidades laborales tras el fulminante cese como ministro de Girón de Velasco. El grueso de las obras de la de Gijón estaba construido y, en sus aulas y en sus talleres, se formaron muchas generaciones de estudiantes y profesionales de toda España. Luis Moya, pese a que la obra se dividió entre varios proyectos y participaron varios profesionales, fue quien pergeñó el monumental conjunto, con innumerables referencias arquitectónicas y un más que reconocido valor arquitectónico y artístico por sí mismo.

Desde la puerta principal, situada de tal manera que antes de entrar se ha apreciado la inmensidad del conjunto y con un atrio corintio como primeras referencias clásicas, hasta el patio central de 150 metros de largo por 50 de ancho y con elementos tan destacados a su alrededor como la iglesia de planta elíptica más grande del mundo (que podía albergar a muchos más de los mil alumnos) o una torre de 117,60 metros de altura (129,25 con la espiga colocada en 2007) cuya silueta ya se ha convertido en un símbolo de Gijón. 

El patio central de la Universidad Laboral de Gijón
El patio central de la Universidad Laboral de Gijón

Bancos de una pieza de madera de Guinea en plena posguerra

En aquellos tiempos en los que en España se pasaba mucha hambre, los bancos de la iglesia se tallaron de grandes y únicas piezas enteras de una madera exótica que se trajo de Guinea Ecuatorial. La iglesia, hoy desacralizada y en cuyo interior las diferentes congregaciones que pasaron por la Laboral no dejaron sus adornos religiosos, tiene una fachada que rodean hasta 22 esculturas de santos y de la Virgen de Covadonga, para la que se reservó una hornacina flanqueada por cuatro columnas corintias con sus respectivos santos y coronada por el apóstol Santiago a caballo y dos ángeles que sostienen la Cruz de la Victoria.

Originalmente la cruz era de bronce y tenía incrustaciones de cristal, mármol y piedras de color, pero por motivos de seguridad fue sustituida por otra más sencilla. En la cúpula de la iglesia, que alcanza 33 metros de altura y de cuyo actual estado deteriorado se viene advirtiendo, se emplearon varios miles de toneladas de ladrillo.

La iglesia de la Laboral, en Gijón
La iglesia de la Laboral, en Gijón

Estos días a este gran conjunto se le ha comparado con las pirámides de Egipto porque son patrimonio de la humanidad desde 1979El ejemplo de las pirámides se había traído esta semana a colación a propósito de que el concejal de Cultura de Gijón, en el pleno, había expresado que presos de la dictadura franquista participaron en la construcción de la Laboral de Gijón, que con sus 230.000 metros cuadrados de superficie no deja de ser otra obra que por sus detalles parece inabarcable.

Ferrao dijo que lo hicieron sin cobrar y, a cambio, les reducían las penas. Las pirámides, argumentaban estos días los impulsores de la propuesta, fueron construidas hace 4.500 años por esclavos y no se cuestiona su valor arquitectónico. Las pirámides son patrimonio de la humanidad porque la Unesco, en 1979, estableció que, ante su excepcional interés histórico, artístico y sociológico, pertenecen al patrimonio mundial de la humanidad y deben preservarse. 

El debate de ahora sobre la Laboral ya surgió cuando se decidió reformar el conjunto tras darle vueltas a su pasado franquista y a que su monumentalidad requería de una inversión cuantiosa. Frente a ello, se impuso la recuperación de un gran espacio prácticamente en desuso y abandonado para transformarlo en la actual ciudad de la cultura.

En declive a partir de los años 80

La Universidad Laboral de Gijón, desde 1955 hasta 1978, fue una ciudad en sí misma. Había sido diseñada de tal manera que lo tenía todo, a apenas cuatro kilómetros de Gijón y en una superficie que triplica la del Escorial. Tras pasar su gestión educativa a depender, ya en la democracia, de la Administración pública, su abandono y deterioro fue imparable. El centro escolar pasó a ser IES, el más grande de España con capacidad para 3.000 alumnos. En 1996, las monjas clarisas, la última congregación que seguía en la Laboral y ocupaba el convento, se fueron ante la escasez de alumnado. La piscina, que también este año ha vuelto a traerse a colación para que se recupere y que ejemplifica el abandono del complejo de entonces, dejó de usarse en los 90.

Cuando el Gobierno del Principado se hizo cargo del edificio en 2001, ya se venía dando vueltas a su recuperación a través de un plan de usos múltiples con tres fundamentales: enseñanzas universitarias, usos museísticos y actividades de ocio. La recuperación de la Laboral como ciudad de la cultura está considerada en su conjunto un acierto, aunque el espacio es realmente tan inmenso que sigue infrautilizada. Algunos de los usos no llegaron a completarse, como por ejemplo el que iba a ser el primer hotel de cinco estrellas de Gijón.

Universidad Laboral de Gijón.Universidad Laboral de Gijón
Universidad Laboral de Gijón

Tampoco salió adelante la recuperación de la casa de maquetas como museo de la historia de la Universidad Laboral. Y, en otros usos, la gestión no fue acertada, como ha ocurrido con un centro de arte que se abrió con mucho brío para ir perdiéndolo, incluido el económico, desde entonces.

La reapertura como ciudad de la cultura

El plan de recuperación era y tenía que ser ambicioso. Las obras se iniciaron en 2005 sobre los espacios más representativos y, a su término, la inversión fue de algo más de 80 millones de euros. A cambio, el espacio se ha recuperado gracias a su tirón turístico, como sede de congresos y como alternativa de ocio. Y como centro de trabajo, pues las diferentes instalaciones acogen a diario a 4.000 personas. 

En marzo de 2007, el internado en el que se adoctrinaba a los hijos de la clase obrera para servir a la patria reabría como ciudad de la cultura. Ayer la alcaldesa de Gijón aseguraba que lo más grande de la inmensa Universidad Laboral de Gijón es precisamente cómo con esa reforma se consiguió darle un nuevo significado al espacio aunque «no podemos negar ese punto de partida». 

La transformación fue llevada a cabo por varios arquitectos que conocieron, descubrieron y respetaron los rincones de un edificio inmenso, del que supieron sacar partido. Al centro de arte y el centro de formación profesional, que ocupan parte de las antiguas naves de talleres, se sumaron otras actuaciones como el aprovechamiento del convento como sede de la Radiotelevisión del Principado de Asturias (RTPA), la rehabilitación de la torre y una reforma del teatro -muy cuestionada por el recrecido- aprovechada para adecuar espacios para la Escuela Superior de Arte Dramático o la mejora de las aulas y el paraninfo de la facultad de Comercio, Turismo y Ciencias Sociales.

Los vestigios franquistas que permanecen

Hoy esta ciudad de la cultura, cuyo patio corintio de entrada fue cubierto de cristal para evitar la lluvia y cuyos jardines también fueron rehabilitados, alberga dependencias administrativas, el centro de investigación de ThyssenKrupp, el Conservatorio Profesional de Música de Gijón o los minipisos para jóvenes. La reforma también trajo de vuelta a la memoria curiosidades sobre los elementos decorativos del complejo. O anécdotas como que el mobiliario funcional, moderno y robusto que se había encargado antaño a una empresa madrileña acumulaba polvo en estancias cerradas. 

Tras la reapertura, en la que se recuperó la cripta de la iglesia para ubicar en ella el centro de control y vigilancia del complejo, se mantuvieron elementos decorativos como los revestimientos con azulejos de Talavera, las estatuas y algunos murales o símbolos franquistas como los dos grandes escudos de piedra de la entrada principal y del teatro.

Escudo franquista en la fachada de la entrada principal de la Laboral
Escudo franquista en la fachada de la entrada principal de la Laboral

En ellos, el águila imperial sostiene un escudo, decorado con simbología falangista como el yugo y las flechas. Durante la reforma, otros símbolos franquistas como el yugo y las flechas de las barandillas que rodean el patio central, se sustituyeron por la cruz de la Victoria, en cumplimiento de la ley de Memoria Histórica que entró en vigor en 2007. 

Escudo franquista en la fachada del teatro de la Laboral, con las barandillas en las que se cambió el yugo y las flechas
Escudo franquista en la fachada del teatro de la Laboral, con las barandillas en las que se cambió el yugo y las flechas

Por ese pasado franquista que sigue ahí, visible o en la memoria no reparada, hay quien piensa que un lugar que representa las decisiones de una dictadura sin explicarlo claramente no merece optar siquiera a ser patrimonio de la humanidad y que la belleza o la monumentalidad arquitectónica no bastan. Ni tapan su lado oscuro como quisieron reflejar PSOE, Podemos e IU, con sus votos en contra a la propuesta presentada en el pleno por el PP de impulsar una candidatura de la Universidad Laboral de Gijón al listado de la Unesco que, finalmente, se llevará a cabo para contar ese lado oscuro. «La memoria es lo que nos hace fuertes en el presente y lo que nos convierte en una sociedad democrática, libre e inclusiva», consideraba ayer la alcaldesa socialista de Gijón.