Socorro Martínez: «El primer paciente postcovid al que atendí estaba prácticamente tetrapléjico»

Marcos Gutiérrez GIJÓN

GIJÓN

Socorro Martínez en el exterior del hospital Benito Menni
Socorro Martínez en el exterior del hospital Benito Menni

La doctora gijonesa dirige en el Benito Menni de Valladolid la primera unidad creada en un hospital español para atender a las personas que se recuperan del coronavirus

18 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Socorro Martínez (Gijón 1974) es la responsable de la primera unidad de rehabilitación postcovid de España, ubicada en el hospital vallisoletano Benito Menni. Su importancia en la recuperación general de los pacientes que superan la enfermedad es clave y el éxito de la misma está siendo tal que ha obtenido el Premio a la Mejor Iniciativa de un Hospital Privado de España. Esta profesional desprende en cada una de sus palabras una positividad y luminosidad de ánimo que no deja de sorprender en una persona que ha vivido la Covid 19 desde las mismas entrañas de la bestia. Martínez fue en su momento médico de grada de El Molinón y trabajó en diferentes centros, como el Hospital Central de Asturias, antes de incorporarse a su actual puesto. Llegó a la ciudad castellanoleonesa apenas cuatro días antes de que se decretara el confinamiento. El 20 de abril atendió a su primer paciente. Una persona que apenas «podía mover medianamente la mano y saludar a la altura del codo». Cree que «tener empatía con los demás» es una lección que todavía la población general no ha aprendido de esta pelea contra el coronavirus. Una pelea que ella misma define como lo más parecido a una «guerra biológica» que experimentaremos jamás.

--Prácticamente llegó a Valladolid a la vez que se decretaba el confinamiento. ¿Cómo vivió esos primeros momentos?

--Me trasladé el nueve de marzo, fecha que había coincidido por dejar los quince días de permiso para avisar a mi otra empresa cuando me fui. Dejé todo en el apartamento donde vivía en Gijón, que era de unos amigos, con la idea de volver el fin de semana siguiente para hacer el traslado. Pues ese día no llegó, porque el 14 nos cerraron. Menos mal que tenía algunos amigos y que la gente del trabajo me lo hizo más fácil, pero fue una situación dura. No conocía nada, buscaba sitios para comprar algo y no sabía lo que estaba abierto y lo que no, te encuentras con un trabajo nuevo... Yo tenía desde hacía un mes un gatito. Pues doy gracias a Dios de haber tenido un animal en casa, porque era todo del hospital al piso y del piso al hospital. Así por lo menos tenía a alguien con quien interactuar. El pobrecito me miraba como diciendo, «tu ya no te vas de casa» (ndr: risas).

--¿Cuándo fue consciente de que nos estábamos encaminando a la pesadilla que posteriormente pasamos?

--Mi hospital es privado, pero tiene mucho concierto con el Sacyl (ndr: Sanidad de Castilla y León). Nos empezamos a dar cuenta de que estaba pasando algo muy gordo cuando desde el Sacyl nos decían cosas como, «es que empezamos a estar muy saturados» y «no vamos a ser capaces de abarcar todo esto». Me acuerdo de una conversación que tuve el día nueve con un amigo mío tomando un café. Justo cuando llegué a Valladolid para mirar el piso e instalarme. Me dijo: «yo creo que a los que no estamos en la sanidad pública nos están contando un tercio del tercio de lo que realmente está ocurriendo». A la semana estábamos cerrados y viendo como Sacyl nos pedía traslados de forma masiva, porque no tenían camas.

--¿Recuerda cuándo le llega el primer paciente a la unidad?

--Sí. Fue el 20 de abril.

--¿En qué contexto nace la Unidad de Rehabilitación Postcovid?

--Nosotros en el Benito Menni disponemos de un servicio de neurorehabilitación muy potente. Cuando yo cojo la unidad me doy cuenta de que tengo unos profesionales muy, muy bien formados y con muchísima experiencia en todo lo relacionado con el daño cerebral. El 20 de abril llega el primer paciente de Covid, en teoría para recuperar solamente el aparato locomotor, porque lo que tenía era que no movía nada. De hecho todavía pude ver el otro día a ese paciente y él recordaba cómo podía mover medianamente la mano y saludar a la altura del codo. Estaba prácticamente tetrapléjico. Cuando me puse a explorar a ese paciente me di cuenta de que no solo era el aparato locomotor, sino que el señor nos empieza a contar que su familia le nota una voz muy apagada, que cuando bebe un trago de agua tose… y me cuenta entonces algo que es lo que más llama hoy en día la atención. Me dice que tiene algo parecido a pesadillas muy vívidas, hasta el punto de que no es capaz de discernir si está pasando o no. Es por eso que se me ocurre que todo el equipo de daños cerebrales que tenemos, sin dejar su ocupación, lo podemos apuntar a esa unidad. Empezamos a trabajar no solo con los pacientes de daño, sino que también estaban los terapeutas ocupacionales, los logopedas, el neuropsicólogo y el fisio.

Socorro Martínez atiende a una paciente
Socorro Martínez atiende a una paciente

--¿A cuántas personas ha atendido hasta la fecha?

--A día de hoy el número de pacientes que han pasado por la unidad es de 124.

--¿Cómo suelen llegar los pacientes?¿Hay un perfil ‘tipo’?

--Al tener un convenio con Sacyl colaboraron muchísimo con nosotros. Por eso todo paciente que tenía limitaciones para ir a su casa nos lo mandaron, hubiera pasado por la UCI o no. El perfil habitual del paciente postcovid que tenemos es el de una persona con limitaciones motoras para vivir su situación normal en su casa, ya que tiene muchas necesidades. Además ese paciente tipo suele tener alguna secuela adicional. Normalmente tenemos que traerle a la realidad por parte de neuropsicología, o son personas que no pueden realizar sus actividades básicas de la vida diaria, con lo cual tiene que intervenir el terapeuta ocupacional. El perfil de la mayoría, especialmente si han pasado por UCI, son pacientes graves, con secuelas neurológicas, cognitivas en una especie de ‘Alzheimer leve’ y con situación de incapacidad para moverse y deglutir. Tenemos que enseñarles a tragar de nuevo.

--¿Se van recuperados totalmente o hay algunos que mantienen secuelas?

--De nuestra unidad se marchan a un 90-95% de recuperación la mayoría. Hay gente a la que le ha costado más remontar y pacientes que se han ido con alguna secuela más seguida, pero normalmente la gran mayoría se van recuperados. Es verdad que suelen mantener alguna especie de secuelas, por ejemplo que a lo mejor no cierran del todo una mano, pero que ya les limita mucho menos de lo que lo hacía al venir. Además llevan un mes o más fuera de su casa y quieren volver a ella como sea. El siguiente paso que hemos dado es crear una unidad ambulatoria para los que quieran venir con nosotros a seguir recuperándose y llegar al 100%, o para aquellos que lo han pasado leve en casa, siguen teniendo secuelas y necesitan disponer de una rehabilitación.

--¿Cuál es el tiempo medio de recuperación?

--El tiempo medio de los pacientes ha sido de alrededor de dos meses y medio con nosotros. Hay gente que ha estado cuatro y otros menos. La que menos ha estado han sido siete días. Esta persona podía caminar, sí es cierto que con una inestabilidad brutal, pero lo hacía. A los dos pasos se caía y se tenía que apoyar. Tenía tantas ganas de irse a su casa que fue dejarle un pedalier antes del puente del Pilar, para que fuera haciendo algo por su cuenta, y el día 13 estaba como una moto y se había pasado con la rehabilitación por sobreentrenamiento. Me decía, «es que ayer después de estar haciendo pedalier no podía moverme por la habitación y me caía más». Y yo le contestaba que «es que a eso se le llama sobreentrenamiento. Te has pasado, con lo cual has dado tres pasos atrás».

--Usted pasó la enfermedad el pasado mes de octubre, ¿cómo fue vivirlo en sus carnes sabiendo de primera mano lo que puede hacer y hasta dónde puede llegar el coronavirus?

--Fue curioso. Yo soy una persona que tiene mucha tendencia a la faringitis. Lo primero que noté fue eso, pero con sensación de fiebre. Al tomarme la temperatura y no tener fiebre pensé que era una de mis faringitis de siempre. Poco después me encuentro con la logopeda y me dice que ha pasado todo el fin de semana con dolor de garganta; al poco me comenta lo mismo el terapeuta ocupacional… entonces nos hicimos test de antígenos. La primera fue la logopeda y da positivo. Entonces vimos que había algo extraño. En el primer momento que me dicen que soy positivo fue un poco raro. No te voy a decir que me lo tomé bien, precisamente. Sentí angustia y dudas acerca de lo que podía pasar. Afortunadamente lo pasamos la mayoría de nosotros, digo la mayoría porque aún tenemos dos compañeras de baja, prácticamente asintomáticos.

--¿y cómo se lleva el después?

--Luego te das cuenta de que después de pasarlo, cuando teóricamente estás asintomático, suceden cosas. Me acuerdo de salir un día, ya habiendo dado negativo, y me llamaron por teléfono. Fui incapaz de hablar y caminar a la vez. Me tuve que sentar porque no podía respirar. A día de hoy todavía esa sensación de cansancio está presente. Otro ejemplo. Antes no me gustaba mandar mensajes de audio. Me acostumbré a hacerlo por una amiga mía. Uno de los días tras la reincorporación tenía que mandar un mensaje de audio. Algo me preguntaron y pensé que sería más sencillo si lo respondía por voz. Te puedo asegurar que mandé un mensaje que yo pensaba que había sido estupendo y maravilloso (ndr: risas). Pues me pongo a escucharlo y tenía paradas en mitad de las frases, momentos totalmente en blanco en los que era evidente que estaba buscando la palabra concreta, no me salía y ni me había dado cuenta. Cada vez es menos frecuente, pero al principio era muy llamativo. La gente no se da cuenta de esos pequeños detalles hasta que no se los comenta alguien del exterior.

 --¿Qué aprendizaje saca de toda esta experiencia y qué cree que deberíamos aprender los demás?

--Creo que una parte que la gente no ha aprendido es a tener empatía con los demás. Si alguien se contagia o tiene un riesgo muy elevado de que, en caso de hacerlo, pueda poner en riesgo su vida los demás han de ser responsables. Hemos pasado una situación que yo defino con muchos amigos como de guerra biológica. Cuando empezó todo esto de quien me acordé en primer lugar fue de mi abuela. Me contaba cómo se quedó huérfana durante la gripe española y la situación era la misma, con la única diferencia de los años. Esto que voy a decir puede que suene muy fuerte, pero es la realidad. Mis padres fallecieron hace unos años y yo agradezco, dentro de lo malo, que no hayan tenido que vivir esto, que hubiese sido tremendo para ellos. Me fijo en la gente y hay muchas personas que son muy poco solidarias y cautas con los demás. Luego, por supuesto, me dan muchísima rabia los negacionistas. A esas personas las pondría una temporada a que vieran lo que hay.