Manuel Monereo: «La salida de Pablo Iglesias del Gobierno es una mala señal»

Marcos Gutiérrez GIJÓN

GIJÓN

Manuel Monereo junto al Museo Casa Natal de Jovellanos
Manuel Monereo junto al Museo Casa Natal de Jovellanos

El politólogo ha presentado en Gijón su último libro Oligarquía o democracia. España, nuestro futuro. Considera que, poco a poco, «Europa se va deslizando hacia el este y el norte, desconectándose de los países del sur» y cree que el modelo Ayuso se basa en imponer «un nuevo tipo de democracia, más autoritaria y limitada»

26 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El politólogo Manuel Monereo (Jaén, 1950) presentó el jueves su último libro Oligarquía o democracia. España, nuestro futuro (El viejo topo, 2021) en el salón de actos de la biblioteca pública Jovellanos, en un acto organizado por la Sociedad Cultural Gijonesa. En la obra, el que fuera diputado en la XII legislatura por Unidos Podemos, histórico de la izquierda andaluza e ideólogo de IU, aborda temas como la caducidad de un sistema como el actual que, a su juicio, ahonda las desigualdades, y la creencia de que la Unión Europea no es más que «un mecanismo para la imposición de las políticas neoliberales» en los diferentes Estados miembro.

--¿Qué le lleva a escribir Oligarquía o democracia. España, nuestro futuro?

--Es un trabajo largo que recoge dos tipos de obras. Unas son ensayos, casi todos publicados en la revista El viejo topo, y otros artículos de coyuntura seleccionados. En este tiempo he estado reflexionando sobre cuatro temas importantes. El primero es una lectura de la economía y sociedad global, en la que hay un hecho importantísimo como que, por primera vez en 30 años, hay una potencia que desafía a EEUU y va a cambiar el mundo. La segunda reflexión que he hecho es acerca del papel de la Unión Europea en este escenario que cambia aceleradamente. Una tercera tiene que ver con España, su inserción en Europa y especialmente con los cambios que ha habido desde el 15 M. En cuarto lugar reflexiono sobre  la democracia española y el poder de la izquierda. La de España y la de todas las democracias europeas y especialmente del sur, incluyendo Francia, Grecia, Italia y Portugal, van cambiando de un modelo basado en el constitucionalismo social a una democracia oligárquica.

--¿Qué significa ese concepto de democracia oligárquica?

--Es una democracia en la que se ha producido un cambio fundamental de la composición del poder. Hoy lo que manda, cada vez más, es una oligarquía empresarial y financiera que controla los resortes fundamentales del poder y determina directa o indirectamente la agenda política. Por lo tanto, la democracia que tenemos es de baja y decreciente calidad, incompatible con la que figura en la Constitución, por un lado y, por el otro, con las promesas de la Transición, que tenían que ver con el constitucionalismo social y la preminencia de los derechos sociales.

--¿Ha muerto la idea de la lucha de clases como tal?

--Hay lucha de clases, aunque los de abajo no sean conscientes de ello y la estén perdiendo. Hay muchos trabajadores que no se sienten parte de la clase obrera y, sin embargo, la lucha de clases dirigida por los de arriba es cada vez más fuerte. Si te fijas en lo que ha pasado en Europa y el mundo en estos últimos treinta años verás que lo que hay es una clase dominante la cual, como decía Warren Buffett, no solamente impulsa la lucha de clases, sino que, además, considera que la ha ganado. Es una lucha dirigida por la oligarquía contra los derechos de los trabajadores y las conquistas históricas del movimiento obrero. Ellos nunca dudan de eso. La otra cara de la moneda es la que sigue siendo la gran perdedora de esta situación económica y social, que son los jóvenes.

--¿Llegarán esos jóvenes de este país a saber lo que es vivir fuera de una crisis?

--Fíjate cómo ha sido, trece años después, la vida de un joven que tuviese 18 años en 2008. Es una persona que pensaba que la precariedad le iba a durar solo una etapa y luego, cuando madurara su currículum, volvería al contrato indefinido y a unos ciertos derechos laborales. Ese sujeto sigue vivo, pero con un pequeño problema, que es que más del 40% de la gente de su generación está sin empleo y los que trabajan lo hacen en unas condiciones de degradación extrema. Por tanto para ellos no ha llegado la acción del Gobierno ni las medidas económico-sociales. Siguen siendo los grandes perdedores de la crisis.

--Oligarquía o democracia propone, entre otras cosas, que se debería plantear un horizonte confederal para Europa y una devolución a los países de la soberanía perdida. ¿Es posible construir otra Europa o ya es tarde?

--Yo creo que es posible, porque la actual nos va a ir demostrando cada vez más que no es posible vertebrarla como sujeto político autónomo internacional con un elevado grado de democracia social sin los pueblos y los trabajadores. Construir Europa contra los estados y los pueblos solo lleva a dividirla. Los dos hechos más significativos de esta Europa son, en primer lugar, que hay un centro y una periferia. Todo el mundo sabe que en la construcción e integración europea hay ganadores y perdedores. ¡Qué casualidad que los ganadores sean los países más ricos! Estoy hablando de Alemania y lo que se llama el núcleo. Luego hay dos periferias. Una en el este y otra en el sur. Lo que ocurre es que en esta crisis, acentuada por la financiera del 2008, Europa se va deslizando hacia el este y el norte, desconectándose de los países del sur que empezamos a ver cómo solamente somos mercado para esas naciones.

--Recientemente comentaba que la única razón por la que Europa ha dispuesto los fondos para la reconstrucción es porque la crisis derivada de la pandemia no solo afecta a los países del sur.

--Esta crisis ha afectado de forma muy grande a los países del núcleo alemán. Casi tanto como a los países del sur. Ahora bien, los países del norte están poniendo fecha de caducidad a esta etapa no austericida, lo que ellos llaman la imperiosa necesidad de estabilidad económico-financiera y sustentabilidad de la deuda. Estamos viviendo un paréntesis entre dos etapas y, desgraciadamente, dentro de poco se va a producir con muchísima fuerza una nueva crisis de la deuda soberana, simplemente cuando los países del centro y Alemania se recuperen. En primer lugar, los fondos europeos sirven para remediar y paliar una crisis gravísima, porque si se hubiera continuado con la política anterior se hubiera producido la descomposición de Europa. En segundo lugar, en estos fondos lo que se va a dar es una transferencia de renta pública al sector privado. Además, con esta transferencia se está abriendo mercado a los países del norte. La reconversión tecnológico-industrial y la digitalización de la que tanto se habla quienes la están haciendo en un elevado porcentaje son Alemania y los países centrales. También hay una paradoja sobre la que merece la pena detenerse. La economía tiende a la oligarquización, la cual se traslada también a la democracia. La mayoría de los fondos europeos va a ir a la oligarquía industrial, económica y financiera. Es decir, van a ser otra vez más los grandes vencedores de la crisis. Lo que se va a propiciar estos años es un mayor control de estos conglomerados financieros y empresariales sobre la vida pública. Por tanto estamos favoreciendo a aquellos que se oponen a un avance democrático en favor de las mayorías sociales. Con dinero público fortalecemos a los que, de una manera u otra, imponen límites a la soberanía popular.

--¿Cómo valora la labor del gobierno de coalición hasta la fecha y, en concreto, la llegada de Unidas Podemos al mismo?

--Todavía no tenemos un margen de tiempo suficiente para valorar la gestión de este Gobierno y, específicamente, la de Unidas Podemos dentro de él. A mi juicio, la salida de Pablo Iglesias es una mala señal ya que significa, por un lado, que los límites reformistas del Gobierno se están agotando bajo la presión de la Unión Europea  y, por el otro, que las medidas económicas positivas que se han tomado no están llegando abajo. Un ejemplo es el Ingreso Mínimo Vital, que iba a beneficiar a dos millones de familias y hoy se calcula que no ha llegado a más de 200.000. Las medidas que se implementan se toman tarde y luego, entre la insuficiencia del aparato burocrático y la reacción de una parte del Gobierno, se van convirtiendo casi en calderilla. Estamos llegando a un momento en el que habrá que decidir si merece la pena o no esta unión tan conflictiva con un PSOE que no acaba de ir a posiciones más avanzadas.

--¿Qué fue lo que más le sorprendió, para bien o para mal, de su etapa como parlamentario?

--Para mal fue la rotundidad de la oposición del PSOE contra Unidas Podemos. La derecha en aquel tiempo, gracias a Dios y a la Virgen María, no tenía a VOX en el Parlamento, por lo que no pude gozar de esa perspectiva. En aquel tiempo lo que más me llamaba la atención no era el odio feroz del PP. Era un PSOE que a veces daba la sensación de que su principal enemigo éramos nosotros. Y no solo estoy hablando de la etapa en la que fue expulsado de la dirección socialista Pedro Sánchez, sino en una fase en la que el hoy Presidente del Gobierno nos decía cosas terribles. Lo mejor que tuve en esa etapa fue convivir en un grupo de 71 diputados, creo que nunca ha habido una izquierda tan numerosa y fuerte en el Parlamento, donde había mucha calidad humana, política y personal. Teníamos el entusiasmo de hacer política pensando realmente que el cambio en España iba a venir.

--Con todo el ruido que se ha producido en los últimos tiempos en torno a la Casa Real española, ¿cree que es factible un proyecto de III República?

--Eso en parte tiene mucho que ver con lo que haga la Casa Real. Felipe VI está muy bien aconsejado, aunque metió la pata en serio con el discurso del 3 de octubre de 2017. En general es un monarca que tiene dos problemas. Uno es su padre. Es un Rey muy marcado por los escándalos recurrentes que trae a la política española su padre. Por otro lado él mismo se siente con una pérdida de legitimidad histórica de la monarquía, que nunca ha sido refrendada por un referéndum popular. Él lo sabe y es consciente de que una parte sustancial de la población no lo ve como Rey ni tiene confianza en él.

--¿Qué opina de que algunos líderes políticos hayan tratado recientemente de instrumentalizar la figura del Felipe VI en la cuestión de los indultos a los líderes del ‘procés’?

--¿Por qué Ayuso está metiendo al Rey en la política? Merece la pena hacer esa reflexión. Además la presidenta de la Comunidad de Madrid no ha hecho autocrítica ni ha rectificado. Más bien ha obligado a hacerlo a Pablo Casado. Yo tengo la impresión de que no hemos interiorizado todavía lo que significa el modelo de Madrid. Una democracia oligárquica implantada supone también un cambio de modelo democrático y hasta de régimen constitucional. Lo que podríamos llamar el bloque nacional conservador, que en Madrid se ha creado como una unión estratégica con VOX y el PP, tiene la vocación de un cambio de régimen y quiere de alguna u otra manera polarizar la situación, aprovechando el independentismo y la cuestión catalana, para obligar al rey a jugar un papel político y de este modo ir a un nuevo tipo de democracia, más autoritaria y limitada. Lo que se llama jurídicamente una democracia militante. El sueño del Partido Popular desde Aznar y que ahora es más fuerte pasa, en primer lugar, por ilegalizar al independentismo y, en segundo lugar, por hacer lo mismo con la izquierda que ellos llaman comunista. Su obsesión es hacer todo lo posible por que en España no haya una izquierda transformadora, con vocación socialista y por que no haya independentistas. Ese tipo de democracia ya se está dando en Hungría, Chequia, Eslovaquia, Rumanía… es una democracia que busca consolidar el poder omnímodo de las élites económicas.