José Carlos Fernández Sarasola, un candidato hecho de una madera distinta

GIJÓN

José Carlos Fernández Sarasola
José Carlos Fernández Sarasola

25 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

En 1855, Juan Rico y Amat publicó su irónico Diccionario de los Políticos, en el que dedicaba una voz a ese grupo: «Zánganos de colmena -decía- que se alimentan únicamente con la miel de la patria. Su oficio es andar de acá para allá zumbando y picando cuando no encuentran comida». Una treintena de años después, Joaquín Costa describía como uno de los males de España la presencia del «político profesional«, sin oficio ni beneficio, que había posibilitado que en España se produjera «la dominación de los peores».

Creo que José Carlos refleja justo lo contrario de cuanto acaba de citarse. De hecho, a todos sus allegados nos sorprendió cuando nos comunicó su intención de afiliarse a Ciudadanos y concurrir como candidato a los comicios locales. Acostumbrados a esa imagen de una clase política que más parece una nueva aristocracia (algunos casi nacen políticos y desde luego mueren siéndolo, sin haber hecho otra cosa en su vida), José Carlos se halla en las antípodas de ese paradigma: un ingeniero, con muchas inquietudes intelectuales y un desempeño profesional de alto nivel y muy bien remunerado (más que una concejalía, dicho sea de paso). Sólo había una explicación para esa decisión: el compromiso con la ciudadanía; las ganas de hacer algo tras comprobar que los gestores eran meros mercenarios de sus partidos, de sus líderes o, lo que resulta peor, de sus intereses personales.

La estancia laboral de José Carlos en Barcelona durante cinco años, en los que asistió al progresivo crecimiento de un nacionalismo intolerante y separatista, seguramente tuvo mucho que ver en su decisión. Y le llevó a sumarse no a una fuerza triunfadora en aquella tierra, sino a lo que entonces era un partido modesto, integrado en su mayoría por profesionales, y que no tenía empacho en enfrentarse a la intransigencia que se estaba instalando en Cataluña.

Si cuento todo esto es para dejar claro, por si alguien no lo tenía ya, que José Carlos no es un político profesional: no ha crecido en las bases de un partido, ni ha medrado en su seno, escalando puestos, ni tampoco ha estado rotando de un cargo a otro, como hacen la mayoría de los políticos que, no valiendo para nada, parece que valen para todo. Como los tertulianos de la radio y la televisión cuando hablan de lo divino y de lo humano sin tener conocimiento ni de lo uno ni lo otro. Y huelga decir que además ha sido fiel al partido: tampoco se ha sumado a él cuando se hallaba en la cresta, ni lo ha abandonado en sus horas bajas. Oportunismo no forma parte de su vocabulario.

José Carlos está hecho de una madera distinta. Es una persona con una sólida formación académica y experiencia laboral, honrado y ávido de saber, lo que lo convierte en un lector compulsivo, con un conocimiento en historia y literatura poco habitual. Alguien, además, que procura estar bien informado (lee no menos de tres periódicos al día, y de distintas orientaciones), y que conoce bien sus fortalezas, pero también es consciente de sus debilidades y busca siempre el modo de paliarlas. Este pluralismo formativo le proporciona algo que falta en la política: realismo, sensatez, raciocinio y sinceridad. Un detalle, este último, que quisiera remarcar: José Carlos es como aparece; la mentira destinada a obtener rédito electoral no forma parte jamás de su guion, ni responde a estrategias partidistas. De hecho, en su etapa profesional como director comercial era algo que le hacía también diferente: atraía a los clientes porque les decía las cosas como eran, y no como quisieran oírlas.

A lo anterior se añade que es un trabajador infatigable. Nunca he sabido de dónde obtiene su resistencia, pero es capaz de echar horas y horas en sus tareas y aguantar allí donde casi cualquier humano acabaría abatido. Yo, sin ir más lejos.

Habrá quien diga que ni la formación, ni la sinceridad, ni estar al margen de la profesionalización política son auténticos méritos que valgan para la cainita vida del gobernante. Pero eso es, sencillamente, porque, como vio con claridad Rousseau cuando describió el sistema representativo británico allá por 1762: «Los ingleses se creen libres, pero sólo lo son cada cinco años, cuando son llamados a las elecciones». En ese momento parecemos olvidar lo que esos gestores no han hecho, o lo que han hecho mal; padecemos una miopía súbita que nubla sus mentiras, y creemos cuantas promesas nos hacen, aunque por pura lógica y por experiencia deberíamos saber que no son más que imposturas, cantos de sirena para conducirnos, como quisieron hacer con Ulises, a otro naufragio. Y no obramos con la prudencia del héroe de Ítaca para evitarlo.

En este sentido, sigo pensando que José Carlos es un candidato diferente, porque también lo es como persona. Quienes le conocemos y queremos sabemos que no hay diferencia en él entre el político y la persona; son un mismo sujeto. Y por eso nunca nos decepciona en ninguna de sus facetas vitales.

Ignacio Fernández Sarasola es hermano del candidato de Cs a la alcaldía de Gijón, José Carlos Fernández Sarasola