De valor y valentía

César González

GIJÓN

Mupi con el cartel de la campaña del ayuntamiento sobre la renuncia a la candidatura para el Mundial de Fútbol 2030
Mupi con el cartel de la campaña del ayuntamiento sobre la renuncia a la candidatura para el Mundial de Fútbol 2030

03 mar 2024 . Actualizado a las 08:59 h.

En 1982 nadie dudaba que Gijón iba a ser sede del mundial de fútbol. Hoy tenemos la certeza de que no vamos a ser sede en 2030. Esta reflexión fue realizada por un oyente radiofónico, días atrás, a cuenta de la polémica surgida por la candidatura de nuestra ciudad como sede para la gran cita futbolística. Una reflexión que da mucho que pensar.

¿Qué ha pasado desde entonces? ¿Tanto hemos cambiado? Cada cual tendrá su opinión y es innegable que el mundo es muy distinto, pero el mayor cambio reside en la forma de mirar el futuro. Hace 40 años, la ciudad transitaba hacia el siglo XXI con atrevimiento y, mientras se inventaba dos playas, un parque tecnológico o grandes zonas verdes, se organizaban grandes conciertos, se creaba una amplia red equipamientos deportivos y culturales y se era referencia en políticas sociales, de igualdad o de infancia. Todo cabía, menos rendirse. Ahora, la alcaldesa Moriyón quiere convencernos de que la valentía consiste en decir que no al mundial sin echar un número en condiciones. Hoy, lo valiente es decir que no con nocturnidad y alevosía utilizando como cortafuegos una pantalla, no vaya a ser que me hagan preguntas incómodas y tenga que ponerme colorada.

También se nos quiere convencer de que Orlegi no ha trabajado el proyecto en condiciones y que las condiciones de la FIFA eran inasumibles. Y seguramente la propiedad del Sporting podría haber hecho más y nadie duda de que los requisitos son leoninos, pero el valor se demuestra poniendo a cada uno en su sitio y abordando los problemas de frente. ¿O alguien recuerda a la valerosa Moriyón exigiendo al Sporting que concretara su proyecto o pidiendo aclaraciones a la federación de fútbol? No busquen en la hemeroteca, que sólo encontrarán buenas palabras y la firma del protocolo. Tampoco encontrarán mención alguna a unas condiciones que FIFA concretó hace bastantes meses y que no difieren en mucho de las exigidas cuatro años antes para el mundial que se celebrará en 2026 en Canadá, Estados Unidos y México.

Nadie dice que sea fácil, ni mucho menos que haya que hipotecar la ciudad. Todo lo contrario. Pero la dimensión y el impacto de un mundial de fútbol justifican el intentarlo, porque nadie sabe qué ha hecho el gobierno municipal y estaría bien conocer algún dato. No hay estudio alguno sobre qué reformas son las que precisa El Molinón a corto, medio y largo plazo, ni el impacto de esas actuaciones en las arcas municipales cuando el Ayuntamiento tenga que acometerlas sin ninguna ayuda externa. Tampoco el posible destino de la línea de ayudas del gobierno de España, que superarán los 1.000 millones de euros y que en una cuenta rápida supondrían unos 100 millones por sede. Ni siquiera se sabe de prospección alguna sobre potenciales colaboradores o patrocinadores privados o un análisis de las derivadas económicas de los acuerdos existentes con los actuales concesionarios de los bajos de El Molinón. Nada.

Y el principal problema no es ser sede del mundial o dejar de serlo. El problema está en bajar los brazos sin mover un solo dedo; en la falta de ambición y liderazgo. Porque se puede intentar y se puede fracasar, pero del fracaso siempre queda y se aprende algo. Queda el contacto con potenciales inversores, el trabajo con otras instituciones y administraciones o la visualización de la ciudad. Queda el explorar oportunidades y vías de colaboración, que puede que no valieran para este viaje, pero sí para futuros retos. Pero, sobre todo, queda el mensaje que se lanza como ciudad, el decir estoy aquí, el dejar claro que me atrevo con todo y que no me achanta ni la FIFA. Y ese es un mensaje valiente que tiene un valor incalculable y muy por encima de una campaña de publicidad de medio pelo, cuyo precio pagaremos entre todos.