La Madriguera, una librería que combate a los gigantes en el barrio de Pumarín

Manuel Noval Moro
Manuel Noval Moro REDACCIÓN

GIJÓN

Tania de la Cruz está al frente de La Madriguera, una librería que cumple su primer año.
Tania de la Cruz está al frente de La Madriguera, una librería que cumple su primer año.

Este pequeño comercio cumple un año en una calle en la que abundan los carteles de «se alquila», lo que para su dueña es «una noticia que aporta un rayo de luz»

01 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Tania de la Cruz estaba harta de vagar de un trabajo precario a otro, de un trabajo temporal a otro, y, tras mucho meditar y después de una última mala experiencia laboral, decidió lanzarse a una aventura que, en los tiempos que corren, no parece fácil de afrontar: abrir una librería. Fue así como nació La Madriguera, situada en el barrio de Pumarín, en Gijón, que el día 5 de abril cumplirá un año desde su apertura.

Confiesa que, poco antes de abrir, en su entorno le preguntaban si la gente seguía comprando libros, si seguía leyendo. «Pues afortunadamente sí», puede acreditar. La Madriguera es una librería especializada, según su dueña, en «literatura infantil y cuentos para grandes», y además aboga por los libros que hablan de diversidad y que ayudan «a crear un mundo más justo para todas las personas, un mundo inclusivo», con cuentos que son también herramientas para abordar temas complejos como el duelo o la discapacidad.

Tania de la Cruz cree que el hecho de que su pequeño local cumpla un año de vida, en un tiempo en el que las grandes empresas están arrasando con el pequeño comercio, es «una noticia que aporta un rayo de luz».

En La Madriguera organizan numerosas actividades y presentaciones que hacen barrio.
En La Madriguera organizan numerosas actividades y presentaciones que hacen barrio.

Uno de los grandes valores de esta librería es su raigambre en el barrio. Los clientes la están apoyando mucho. Le compran a ella lo que podrían conseguir fácilmente por internet, precisamente porque está en el barrio. «Es una maravilla, es un barrio muy chiquitín y la gente agradece que haya comercio; están todos muy implicados desde el primer día y se nota el cariño».

Los niños y niñas dejan sus dibujos y las personas se conocen y se llaman por el nombre. Además, hace encuentros con autores de la zona y el barrio se está acostumbrando a que todos los sábados haya siempre algo allí.

Hasta tuvo tiempo de hacer un evento solidario «en el que el barrio se volcó» de una forma que no se hubiera imaginado. Recaudaron casi mil euros en un solo fin de semana para ayudar a una niña con discapacidad. En Navidad, la gente del barrio envió casi cien fotos de familias para formar parte de una muestra. Allí estuvieron situados los buzones de Papé Noel y los Reyes Magos. Estas y otras iniciativas consiguieron que la librería se hiciese un lugar en los corazones de la gente del barrio, que apoya en todo lo que puede.

Desde el principio, se notó que el resto de comercios querían que La Madriguera estuviera allí. Por ejemplo, al abrir se dieron cuenta de que en la entrada había un escalón que es una barrera arquitectónica, y Meritxell, que tiene un comercio cerca, le regaló una rampa que permite el acceso a todas las personas. También las artesanas del barrio tienen su espacio en La Madriguera, y todas trabajan en red para colaborar.

También se convirtió en un punto de encuentro para los niños del colegio Rey Pelayo, cerrado hace más de un año a causa del derrumbe del suelo de un aula. Los niños le mandaron una carta agradeciéndole su trabajo y dándole ánimos para seguir adelante.

Tania de la Cruz, que confiesa que sobrevive y que el negocio apenas da para cubrir los gastos, está muy contenta de haber cumplido un año con la librería abierta, no solo por ella misma sino también por el resto del barrio. «Los pequeños comercios somos barrio, hacemos barrio. Nos saludamos todos los días. Nos conocemos sin conocernos. Somos más que un lugar de venta. Sé que un año no es mucho, pero es un principio», asegura.

En la calle de La Madriguera abundan los carteles de «se alquila». El hecho de que la gente entre en su local es para ella una gran satisfacción. «Las personas que llenan este lugar tan pequeño, lo hacen gigante», concluye muy agradecida con la gente del barrio.