Otro icono hostelero de Gijón dice adiós: El Chaflán cierra sus puertas en septiembre
GIJÓN
El emblemático restaurante y sidrería, famoso por sus carnes a la piedra, sus espárragos rellenos de jamón y su buen hacer en general durante seis décadas, dejará un poco huérfana a la hostelería tradicional gijonesa en apenas mes y medio. «Está muy meditada la cosa ya, pero cada vez que se acerca el momento te da un tilín ahí en el estómago»
30 jul 2025 . Actualizado a las 14:53 h.A partir de mediados del próximo mes de septiembre, los chuletones a la piedra, los solomillos, la merluza o los espárragos rellenos de jamón, entre otras especialidades, de El Chaflán formarán parte del recuerdo de miles de comensales satisfechos a lo largo de los años.
Y es que, tras casi sesenta años de actividad, este emblemático restaurante y sidrería de Gijón cerrará sus puertas, dejando a la ciudad sin uno más de esos negocios de toda la vida que cada vez se van echando más en falta.
En 1967 este restaurante y sidrería se mudó de la calle Calvo Sotelo a la avenida Manuel Llaneza. Su fundador, el hostelero gijonés Ángel Fernández Bueno, falleció en 2014 a los 74 años de edad. Su esposa, Lucinda Álvarez Arias, nacida en Tineo hace 78 años, madre de una hija, un hijo, y orgullosa abuela de dos nietos y dos nietas, continuó con el negocio. Ella también colgará el delantal en septiembre para dedicar tiempo a eso que John Lennon decía que nos pasa mientras estamos ocupados haciendo otros planes: la vida.
El hijo de Lucinda, Víctor Fernández, también se retira para disfrutar de un más que merecido descanso después de décadas tras la barra y atendiendo a los clientes. Este momento, no sin darle vueltas a la cabeza, se acerca «por el paso de los años y porque llegó el momento de la jubilación ya, tanto para mi madre como para mí».
En este sentido, reflexiona acerca de que lleva «toda la vida aquí metido, y llegó el momento, todo se acaba». Además «no hay cuarta generación» familiar que quiera continuar con este emblemático negocio, ya que los sucesores han dirigido sus aspiraciones profesionales por otros derroteros.
No en vano, Víctor Fernández tiene «dos hijos, pero uno es arquitecto y otro ingeniero, uno en Madrid y otro en Valencia». Este hostelero también apunta que «en principio nadie preguntó nada todavía» de cara a hacerse con el traspaso del negocio y continuar con El Chaflán, aunque solamente sea por mantener su icónico nombre.
«En estos meses, a lo mejor esperando un poco más, alguien quiere quedarse con esto y con el nombre», remarca. Este profesional no puede evitar mirar atrás con una mezcla de nostalgia y satisfacción por el deber cumplido, tras toda una vida atendiendo a los clientes.
«Yo nací aquí», apunta. «Nací en el 68 y mi madre entró aquí en el 67, o sea que imagínate, llevo en El Chaflán toda una vida», asevera. No obstante, este hostelero matiza que «lo que es trabajar, trabajar de seguido llevo desde el año 1992». «Empecé Empresariales, lo dejé, me fui a hacer la mili y ya vine aquí a trabajar», aclara.
Pese a que, como toda profesión, la hostelería tiene sus grandes satisfacciones, no hay duda de que también es un sector duro como pocos, en el que los horarios se estiran como la goma, la conciliación es casi una quimera y las vacaciones poco más o menos lo mismo.
Víctor Fernández apunta que para trabajar en este segmento de actividad «no vale todo el mundo, ahora menos porque la cosa está algo más tranquila, pero antes era una burrada, de salir de aquí todos los días a las 3 de la madrugada».
¿Y los clientes habituales y parroquianos cómo se han tomado la noticia? Este hostelero admite que tiene «el teléfono inundado» desde que comenzaron a circular las nuevas acerca de la jubilación. «Hay gente que llegó a decirme que no había derecho, que esto de que cerráramos había que someterlo a una votación dentro de la ciudad, que yo no era nadie para tomar la determinación de dejar el Chaflán», explica.
Pese a que la perspectiva del descanso tras cientos y cientos de jornadas interminables es más que apetitosa, este hostelero no puede evitar pensar en septiembre con cierta melancolía. «Está muy meditada la cosa ya, pero cada vez que se acerca el momento te da un tilín ahí en el estómago y lógicamente toca la vena sentimental», concluye.