Si me excita, no me duele

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MUY FUERTES EN PLACER Hay erotismo sin sombras liberadas de Grey. La excitación y el orgasmo amplían nuestra tolerancia al dolor, advierten los expertos, y el placer nos conecta con un yo fuerte, libre, intuitivo y más profundo. El cuerpo algo sabe, es (ele)mental

18 mar 2018 . Actualizado a las 19:16 h.

Es excitante. El placer nos modela, nos transforma, nos desconecta del ruido ambiente de las convenciones sociales, altera nuestra sensación de frío, incomodidad y dolor, y dispara lo que somos. Gran interruptor. «Esto es algo neurológico, que no se limita a lo sexual. Una emoción como la ira o el enfado, ese cegarse que producen, también distrae el dolor, hace que lo sientas menos», explica la sexóloga Aránzazu García, de la Clínica Vida, de Vigo. Pero mejor hacer el amor que la guerra. Y en las trincheras de lo íntimo, la excitación aporta «un punto de desinhibición que no se expresa igual en todas las personas. Un masoquista se desinhibe de forma opuesta a un sádico, por ejemplo. La excitación y el orgasmo provocan cambios en nosotros, cambios diferentes en unas y otras personas. El placer intenso nos conecta con nuestra parte corporal e instintiva, con la más intuitiva, y hace que pierda fuerza lo racional. El orgasmo nos conecta con una parte de nosotros más libre y profunda», afirma la terapeuta.

Las sombras de Grey tienen su peso en taquilla y en las fantasías eróticas de una parte del público. ¿Pero qué hay, en verdad, entre el dolor y el placer; son amigos, enemigos íntimos, tienen un rollo casual? «Yo no tengo claro que el placer y el dolor vayan unidos -despeja Aránzazu García-. Y el sadomasoquismo es algo psíquico, relacionado con la desigualdad de poder, con adoptar el rol de sádico o el de sumiso. Infligir dolor es aquí una forma de dejar claro quién tiene el poder».

Hay erotismo e intenso sin Grey. «El placer nos distrae del dolor, es un distractor», afirma Nayara Malnero, autora del blog Sexperimentando, que en uno de sus últimos post (ahí lo dejo) asevera: «Todas las mujeres son multiorgásmicas». ¡Ay!

Hay quien se define con gusto como un yonqui del amor. ¿Nos dopa el placer, por qué? «Porque la excitación y el orgasmo hacen que el cerebro libere opioides como las endorfinas que mitigan la percepción del dolor», explica la psicóloga Martina González Veiga, del centro de sexología Con Mucho Gusto, de Santiago. Sentir una fuerte excitación, apunta, «cambia nuestra sensibilidad corporal y la percepción de los estímulos». Ponte en situación: «Puede resultarte doloroso que te aprieten un pezón fuera de un contexto erótico. Pero la misma presión puede resultarte placentera e incluso desencadenar un orgasmo si estás excitada», dice. El gusto varía en función del contexto, y tiene su intuición.

«Dolor y placer tienen una relación, comparten las vías que trasladan la información al cerebro. Y aunque este reacciona de manera diferente ante el placer y el dolor, hay una cuestión importante entre medias y es la interpretación que hacemos de lo que puede resultar placentero o doloroso. Ciertos estímulos dolorosos podemos interpretarlos como placenteros y erotizarlos; igual que una estimulación ante la que nuestro cuerpo responde con excitación podemos interpretarla como desagradable o negativa. El dolor puede dejar una zona más sensible al placer o cortarnos completamente el rollo», asegura Martina González. Allá cada cual. Pero hay cosas que se nos ven en la cara: «Si nos fotografiamos teniendo un orgasmo, nuestra expresión facial es similar a la que ponemos cuando algo nos duele».

¿Hay siempre dolor en el placer? «Cuando los leones copulan, es normal que el león muerda a la leona. No sé si es correcto, si está bien o no, pero es así», dice Aránzazu García. Entonces, ¿es algo natural? «En esa especie sí, pero en la nuestra se mezcla tanto lo que está inscrito en la naturaleza y lo que inscriben la educación y la cultura que es difícil separar». La excepción al «si te excita no te duele» la constituye el vaginismo, un trastorno que hace que se contraigan los músculos de la vagina y merece atención aparte. Y pararse ya es un placer.