Carlos, 24 años casado con Nita: «Le regalo flores a mi mujer todas las semanas»

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MARCOS MÍGUEZ

Desde su boda, Carlos decidió que iba a demostrarle su cariño a Nita con un detallazo: un ramo alegre de flores. Al principio se lo llevaba dos o tres veces al mes, pero desde hace cuatro años todas las semanas a las ocho de la tarde se lo entrega en mano

08 feb 2023 . Actualizado a las 13:06 h.

Nita y Carlos llevan casados 24 años y juntos 32, así que no podemos ajustarlos en ese grupo de parejas que están inmersas en el fuego del enamoramiento. Tienen una hija de 21 años y, como cualquier matrimonio de a pie, saben lo que es la convivencia y la pelea del día a día. Sin embargo, lejos de asomarse como unos tortolitos que acaban de iniciar una relación, ellos han apostado por el cuidado y el cariño de los detalles que avivan el paso del tiempo. Ese mimo lo ha ejemplificado Carlos (50 años) en lo que para Nita (48) es un regalo muy especial, porque él desde que están casados le entrega a su mujer un ramo de flores como gesto de esa entrega a su relación. «A ella le encantan las plantas, las flores, toda la naturaleza, de modo que en un intento de sorprenderla al principio le empecé a traer a casa unas flores. Entonces lo hacía con una frecuencia de dos o tres veces al mes, en función de cuando se marchitaran, así que en cuanto yo veía que se estaban poniendo feas, le llegaba a Nita con otro ramo», expresa Carlos, que tiene que hacer memoria para recordar que eso sucedía hace ya 24 años. Ahora, la frecuencia ha cambiado y cada semana, normalmente los jueves a las ocho de la tarde, Carlos le timbra a su mujer y cuando ella abre la puerta, lo primero que se encuentra son las flores. ¿Y ahí hay beso o no hay beso?, les pregunto. «Depende», se ríe ella, «puede ser».

 «A mí —expresa Nita— me sigue sorprendiendo que me lo regale, puede parecer una tontería, pero como cada semana el ramo es distinto tengo esa ilusión de saber cómo va a ser. Jamás ha fallado en todo este tiempo, aunque alguna vez en lugar del jueves ha podido llegar el viernes, o retrasarse un poco. Obviamente, no es como al principio y ahora ya me lo espero, sin embargo, como nunca son las mismas flores, me sigue pareciendo un detallazo. Carlos siempre ha sido muy detallista, mucho más que yo, siempre se acordaba de todas las fechas: del cumpleaños, del aniversario, de todas las ocasiones especiales que hemos tenido desde que nos hicimos novios, allá por 1989». A su lado, Carlos explica que últimamente ha cambiado la frecuencia porque la ha ajustado a una rutina que ya tiene engrasada y en la que participan, por supuesto, la florista, pero también el barbero al que acude todos los jueves para recortarse la barba. «Verás, —me implica en su estrategia—, como la floristería Alecrín, adonde voy, y mi barbería son dos negocios que están pegados en A Corveira (Culleredo, A Coruña), le dejo encargado a Iván, el barbero, que me recoja las flores por si la chica de la floristería cierra antes o hay cualquier problema, así, cuando llego a la barbería, él ya me tiene guardado el ramo».

UN PRECIO CERRADO

¿Y cuánta pasta te dejas en flores al mes?, le digo quitándole de pronto todo el amor al asunto. «Yo he pactado un precio cerrado, el ramo no puede pasar de los diez euros, y mira, hay mucha gente que se deja a la semana mucho más en tabaco», se remueve Carlos. A Nita las flores le gustan alegres, coloridas y no las clásicas, como las rosas o los claveles, por eso su marido solo le pone esa condición cuando va a comprarlas, que sea un ramo que ayude a iluminar esa alegría que él quiere darle y que ella siempre coloca en el mismo jarrón en el centro de su salón.

Nita sabe que este gesto es excepcional y presume con timidez de que en su entorno sus amigas le dicen que ya no quedan hombres como el suyo. Pero tanto ella como él han sido siempre de demostrarse ese cuidado en el día a día. «De novios, él ya me escribía una carta diaria, porque yo vivía en Noia y Carlos en A Coruña, y en alguna ocasión me llegué a encontrar con algún anillo o una pulsera dentro; Carlos siempre ha sido muy cariñoso en eso», apunta ella. Su marido insiste en que para él es una muestra de respeto, de mimo y de regar, como indica el tópico, esa planta del amor cada día. «A mí me gusta que mi hija vea ese cariño también en esta demostración de nuestro amor; yo sé que a muchos hombres les puede dar vergüenza, pero yo no siento nada de eso, todo lo contrario, oye, son flores, la quiero y punto».

Como curiosidad, ambos me cuentan que se conocieron el día de Difuntos, así que bromeando les digo que lo suyo estaba predestinado, que ya llevaban ambos un ramo de flores en la mano entonces. Los dos se ríen y es Carlos el que va más allá. «Hay mucha gente que decide llevarle flores a su mujer o a su marido al cementerio, yo prefiero llevárselas a casa y verle la sonrisa cuando se lo entrego». ¿Y cuando llega el cumpleaños y el aniversario, le sigues regalando flores? «Sí —responde Nita—, pero con alguna cosita más. Los dos somos moteros, nos encanta, de modo que no te esperes un diamante o una sortija, ja, ja, ja, yo le puedo regalar a él un casco y él a mí un airbag o unas botas especiales para la moto». Por supuesto, los dos viajan juntos y disfrutan a la par, así que para despedirnos les avanzo que con tanta flor es difícil que su amor se marchite. «No, no, -se ríe Carlos-, ¡que hemos invertido mucho dinero en ramos!»