UN PROYECTO DE ALIMERKA

Equilibrar la microbiota resulta esencial para el bienestar y la prevención de enfermedades. De la mano de una experta en la materia como la canguesa Lucía Valera descubrimos cómo cuidar acertadamente la salud intestinal

En los últimos años, la microbiota intestinal ha pasado de ser poco conocida a convertirse en una de los grandes protagonistas de la salud y el bienestar. Hemos hablado con la nutricionista Lucía Valera, especialista en salud digestiva y con consulta en Gijón, Cangas de Onís, Llanes y Ribadesella, para entender qué es, por qué es tan importante y cómo podemos cuidarla para mejorar nuestra calidad de vida.

¿Qué es la microbiota intestinal y por qué debería importarnos?

La microbiota intestinal es el conjunto de microorganismos que habitan en nuestro intestino. Se estima que está compuesta por trillones de bacterias, virus, hongos y otros microbios que desempeñan un papel crucial en nuestra salud. No solo participa en la digestión de los alimentos, sino que también influye en su metabolización, la producción de vitaminas, la degradación de toxinas o la protección contra patógenos. Incluso puede tener un impacto en nuestra salud mental, ya que está conectada con el cerebro a través del eje intestino-cerebro.

«Debería importarnos, ya que cumple funciones claves en la prevención y en la salud de las enfermedades», explica Lucía Valera, quien destaca cómo un desequilibrio en la microbiota puede traducirse en distintos problemas de salud.

Un desequilibrio en la microbiota puede manifestarse de diversas maneras. Entre los síntomas más comunes se encuentran el mal aliento, problemas digestivos como reflujo, acidez o gases, tránsito intestinal irregular (diarrea o estreñimiento), distensión abdominal, problemas en la piel como acné o eccema, así como dolores de cabeza o migrañas. Si estos signos aparecen con frecuencia, podría ser una señal de que la microbiota necesita atención.

Tres alimentos que ayudan a mejorar la microbiota

La buena noticia es que podemos fortalecer nuestra microbiota a través de la alimentación. Según Lucía Valera, es fundamental mantener un equilibrio general en nuestra dieta ya que «de nada serviría incluir alimentos ricos en probióticos o prebióticos si luego desayunamos harinas refinadas o consumimos productos altos en azúcares».

Entre los alimentos que contribuyen a una microbiota saludable, encontramos los probióticos, presentes en el yogur y el kéfir, que aportan microorganismos vivos beneficiosos. También los alimentos fermentados, como la kombucha, que potencian la diversidad bacteriana en el intestino. Por último, la fibra es esencial, ya que alimenta las bacterias buenas y se encuentra en frutas, verduras y carbohidratos integrales.

Alimentos que pueden dañar la microbiota sin que lo sepamos

Así como algunos alimentos la fortalecen, otros pueden debilitar nuestra microbiota sin que lo notemos. Un consumo excesivo de azúcares refinados puede alimentar bacterias perjudiciales, favoreciendo el desequilibrio microbiano e inflamación intestinal. Del mismo modo, las harinas refinadas tienen poco valor nutritivo y pueden fomentar el crecimiento de microorganismos no deseados.

Las grasas saturadas, presentes en productos animales y procesados, también afectan la diversidad de la microbiota, mientras que las grasas trans, comúnmente halladas en alimentos ultraprocesados, pueden tener un impacto negativo en el equilibrio intestinal. Reducir la ingesta de estos productos puede marcar una gran diferencia en la salud digestiva.

¿Cómo podemos cuidar la microbiota desde la infancia?

La microbiota comienza a formarse desde el nacimiento y está influenciada por numerosos factores. Según Lucía Valera, la alimentación y el estilo de vida desde la infancia juegan un papel clave en su desarrollo. La leche materna, por ejemplo, favorece el crecimiento de bacterias beneficiosas y fortalece el sistema inmunológico del bebé. Asimismo, la exposición al sol contribuye a la síntesis de vitamina D, la cual tiene un impacto positivo en la microbiota.

El descanso adecuado también es fundamental, al igual que la gestión del estrés, ya que situaciones de ansiedad pueden alterar el equilibrio microbiano. Además, reducir la exposición a pantallas y fomentar el ejercicio físico diario ayuda a mantener un intestino saludable. Finalmente, una alimentación rica en frutas, verduras y alimentos fermentados desde pequeños favorece el desarrollo de una microbiota equilibrada.

«Si un niño aprende desde pequeño hábitos saludables, tendrá un capital de salud de por vida», enfatiza Valera, resaltando así la importancia de la prevención desde la infancia. Es por ello que cuidar la microbiota intestinal es una inversión en salud a largo plazo. Pequeños cambios en nuestra alimentación y estilo de vida pueden marcar una gran diferencia. Incorporar alimentos probióticos, reducir el consumo de ultraprocesados y fomentar buenos hábitos desde la infancia son claves para mantener el equilibrio de este ecosistema interno y gozar de una mejor calidad de vida.