Una ruta con un salto de agua como colofón es una excusa perfecta para recorrer rincones del Principado
26 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Quizá estés dudando qué hacer este verano, cómo compaginar tus planes de vacaciones con la precaución debida por la situación sanitaria. Igual has tenido que tirar a la papelera algunos billetes de avión o reservas y te sientes frustrado. Te proponemos revisar el verano en positivo. ¿Te has planteado que puede ser la oportunidad perfecta para descubrir Asturias, para recorrer rincones que conoces sobre el papel y quizá recomiendes a amigos pero que nunca has pisado? Vamos a empezar a tachar asuntos pendientes. Hoy toca hilvanar nuestras escapadas alrededor de las cascadas, quizá uno de los recursos paisajísticos y ambientales más desconocidos del Principado. No solo se trata de realizar una ruta de senderismo para encontrar un bello salto de agua en un recodo del camino sino una oportunidad única para atravesar miradores, centros de interpretación o castros imprescindibles de nuestra cultura. Quizá el reto esté en poner algún día una chincheta en cada uno de los 78 concejos asturianos.
El agua es, por tanto, el hilván de estas escapadas, a través de las cascadas. No se entiende el verdor del Principado sin su lluvia, sin sus ríos, sin sus saltos de agua, sin sus manantiales y tampoco sin su mar Cantábrico. Adéntrate en estos parajes y déjate abrazar por su murmullo. Viajaremos de occidente a oriente.
1. Cascada Salgueira (Taramundi)
Seguro que has oído hablar de Taramundi por ser la cuna del turismo rural español o por la fama de sus artesanos de la cuchillería. Pero en pleno suroccidente asturiano también es un paraíso del agua, con sus ríos, sus molinos y su cascada Salgueria.
Forma parte de lo que se denomina la Ruta del Agua, un recorrido circular de unos 14 kilómetros de longitud, que se puede cubrir en unas cuatro horas y media, dependiendo del tiempo que pretendas descansar o de las veces que te pares a fotografiar el sorprendente paisaje. Saliendo de la capital del concejo, pasarás por Mazonovo y pronto llegarás a la cascada Salgueira, una auténtica escultura de agua y piedra. Continuarás por el pintoresco pueblo Esquíos, cruzarás As Veigas y Os Teixois, dos plácidas aldeas que quizá te trasladen a otra época. El final del camino regresa por Mazonovo y Taramundi.
El encanto de Salgueira se une en esta propuesta al interés etnográfico O Mazonovo y Os Teixóis/Teijóis, a la artesanía de las navajas en Os Esquíos/Esquíos y al hechizo de As Veigas/Las Veigas. La cascada se encuentra a solo dos kilómetros y medio del inicio de la ruta, en una hijuela del sendero, de unos 400 metros, que merece la pena recorrer.
Los más interesados en la historia pueden acercarse a La Rectoral. Ese es el primer establecimiento de turismo rural. También es obligada la visita al Museo de la Cuchillería. Si, además, organizas bien tu escapada incluso podrás visitar un auténtico taller artesano. En la página del Ayuntamiento de Taramundi, puedes encontrar una guía de aquellos que abren sus puertas, previa llamada.
2. La Seimeira (Santa Eulalia de Oscos)
A muy pocos kilómetros de Taramundi, se encuentra Santa Eulalia de Oscos o Santaya. Es un buen complemento para una escapada más larga, en la que puedes unir ambos concejos, o una buena excusa para repetir viaje al suroccidente. Los paisajes de Los Oscos invitan al sosiego y la tranquilidad. Su verde intenso ofrece un fondo natural para el gris de la piedra y el negro de la pizarra con la que se coronan la mayor parte de sus construcciones. De esa naturaleza, mana la Seimeira, una cascada a la que se llega por una sencilla ruta que parte de un área recreativa habilitada entre Santa Eulalia de Oscos y la aldea de Pumares.
¿Estás preparado? El camino se abre plácido al pie del río, así que el agua será una presencia constante que te prepara para el espectáculo final. La vegetación crece densa y los árboles marcan el camino hasta el pueblo abandonado de A Ancadeira, con sus casas de piedra, sus puertas y ventanas abiertas y los helechos dando testimonio de que nadie habita desde hace tiempo esas construcciones. Solo queda llegar a la cascada, un salto de agua de casi 30 metros que se retuerce sobre sí mismo y que golpea una dura roca antes de descender al río. Si aún tienes fuerzas, puedes continuar hasta el pueblo de Busqueimado, disfrutando de la sombra de los dos texos enormes que flanquean su capilla. El regreso por el mismo sendero te permitirá disfrutar de esos rincones que quizá se te hayan escapado.
Una vez en Santa Eulalia de Oscos, el momento es perfecto para visitar la Casa Natal del Marqués de Sargadelos y compartir los recuerdos de la vida de un gran industrial del hierro. Se trata del edificio en el que nació Antonio Raimundo Ibáñez, marqués de Sargadelos, en 1749, quien construyó precisamente en Sargadelos (Lugo) una de las primeras fábricas de fundición de hierro colado y de loza de España. Es un edificio del siglo XVIII rehabilitado sobre conceptos de esa época.
Si aún tienes ganas de saber algo más de esta comarca, coge el coche hasta Villanueva de Oscos, donde se encuentra el Monasterio de Santa María, fundado por el rey Alfonso VII, en el siglo XII. Las dependencias monacales fueron vendidas y convertidas en viviendas particulares, a excepción del claustro que se conserva en estado de ruina. El edificio más reciente es el monasterio, que data de los siglos XVII y XVIII, cuya construcción se atribuye al maestro mayor de la catedral de Santiago de Compostela, Domingo Lois Monteagudo. Las llaves están disponibles en el bar Oscos, frente al monasterio.
3. Cioyo (Castropol)
Las cosas más increíbles que brinda la naturaleza pueden pasar desapercibidas. Algo así ocurre con la cascada de Cioyo, resguardada de cualquier atisbo de civilización en mitad de un bosque. La belleza del entorno y la leyenda que le atribuyen la convierten en un lugar mágico. Cuenta la historia que una xana que habitaba el bosque se quedó prendada de un mozo que cada día bajaba al río a dormir la siesta, arropado por el tenue sonido de las aguas. Una tarde de tormenta el intenso caudal se llevó río abajo al joven que vio cómo su vida podía terminar al despeñarse por la cascada de Cioyo. La xana, que cada tarde espiaba sus sueños, utilizó su magia para crear una pequeña poza al final del salto y salvar la vida de su enamorado.
Así cuenta la leyenda el origen de la pequeña laguna que se sitúa al pie de la cascada, que se te ofrece para un agradable baño al concluir el camino. El sendero comienza a medio camino entre Penzól y Vilarin, justamente en las antiguas escuelas. Puedes completarlo en apenas una hora, a través de caminos empedrados y pendientes. Una maroma te guiará y te ayudará en los momentos más complicados. El recorrido tiene como protagonista el río Porcía, que forma varios rápidos en distintos tramos, y varios saltos hasta llegar a la espectacular cascada de Cioyo, de 30 metros de altura.
En esa misma zona, ya en el concejo de Vegadeo, se encuentra el mazo de Meredo, también conocido como Suarón. Data del siglo XVIII y representa la estela de la metalurgia tradicional en esta zona. El entorno se ha habilitado como área recreativa y puede convertirse en un complemento perfecto para tu escapada. Aquí descubrirás otra hermosa cascada y una rueda hidráulica romana. Si, en cambio, ya tienes suficiente agua y prefieres otro tipo de aliciente, entonces tienes que saber que Vegadeo cuenta con un importante patrimonio arquitectónico civil, con conjuntos palaciegos y casas nobles, como la Casa de los Lastra en Vixande. Existe, de hecho, una Ruta de los Palacios.
Tanto en Castropol como en Vegadeo hay una presencia permanente, algo a lo que no puedes escapar. Se trata de la ría del Eo, una desembocadura que se convierte en frontera natural entre Galicia y Asturias, de una belleza única. Si quieres saberlo todo de su historia y de su ecosistema, entonces no te pierdas el Centro Interpretación ría del Eo.
4. Cascadas de Oneta (Villayón)
Las cascadas de Oneta se encuentran en el concejo de Villayón, en un idílico rincón del occidente de Asturias. Para llegar hasta ellas tienes que partir de la aldea que les da nombre: Oneta. En un agradable paseo, descubrirás este prodigio de la naturaleza, que se encuentra a tan solo kilómetro y medio del pueblo.
Son tres en una. Las cascadas de Oneta son un conjunto de tres saltos de agua escalonados en pocos metros y que jalonan el río Acebo, uno de los cursos fluviales de la Asturias occidental, que cincela un paisaje de rocas y vegetación. Se llaman Firbia, A Firbia d'Abaxo y La Maiseirúa. Fueron declaradas Monumento Natural en el año 2001 y vierten sus aguas en pozas calizas de paredes cubiertas de musgo.
La primera, Firbia, destaca por su espectacularidad. Los desprendimientos la han adornado con un peculiar circo de rocas. A la segunda, A Firbia d'Abaxo, accederás tras una fuerte pendiente. La tercera, la más pequeña de las tres, es la más inaccesible al estar rodeada de una exuberante vegetación. Para llegar a las cascadas, atravesarás bosques de fresnos, alisos, robles y castaños. Una ruta de un kilómetro y medio desde el pueblo de Oneta guiará tu caminar, marcado por dos colores, el verde y el amarillo de los narcisos primaverales que adornan el paseo. El camino serpentea a través de parajes frondosos que esconden antiguos molinos de agua.
Villayón es un concejo es muy extenso y cuenta con más lugares de interés además de Oneta. Puedes disfrutar también de varias iglesias rurales de interés, del dolmen de Barandón, de más de 5.000 años de antigüedad, y de rutas naturales con la cueva del Pímpano, el pozo Mouro, el pico Villayón o la cascada de Méxica como aliciente.
A no mucha distancia, se extiende el embalse de Arbón, construido en 1962. Fue el primer aprovechamiento hidroeléctrico del río Navía y ahora se han transformado en un enclave turístico ideal para la práctica de deportes náuticos como el remo, la vela o la pesca. Cuenta con una zona llamada El Pantalán en la que puedes desarrollar todas estas actividades.
5. Cascada de El Xiblu (Teverga)
La recompensa no está en el final sino en el camino. Si quieres descubrir la cascada del Xiblu, debes cruzar un hermoso hayedo, no muy concurrido, pero de singular belleza en el que los líquenes cubren los árboles como las barbas de viejo. Se trata de una ruta sencilla de casi diez kilómetros, que se cubre por el mismo sendero y cuyo colofón son los tres saltos de agua que conforman esta cascada del Xiblu, que suma más de 100 metros de depurativos saltos de agua.
Comenzarás a caminar en el aparcamiento de la braña La Puerca, situada en la carretera AS-228, tras pasar la localidad de Parmu /Páramo. En los primeros metros, tropezarás con la conocida como fuente de los leprosos, donde los enfermos venían a curar su enfermedad. Después penetrarás en el hayedo de Montegrade, por una pista ancha. En algún recodo, aún se pueden descubrir antiguas bocaminas, con sus galerías de carbón, que apenas se explotaron durante dos o tres años. Si aún te quedan fuerzas, en lugar de volver por el mismo camino, continúa tu travesía hasta La Foceicha/La Focella.
Esta ruta se encuentra en los denominados valles del Oso, así que es una oportunidad única para que visites la Casa del Oso (Proaza); la senda del oso, una vía verde que se puede completar en bicicleta o a pie; y el cercado osero, en el límite entre Proaza con Santo Adriano, en el que viven Molinera y Paca, dos osos cantábricos. La zona está salpicada de áreas recreativas ideales para que hagas un alto en el camino.
Otra opción más reposada consiste en visitar el Parque de la Prehistoria de Teverga, un proyecto original en el que puedes conocer las pinturas del arte rupestre. En este singular equipamiento se han elaborado precisas reproducciones. En la denominada «Cueva de Cuevas» se descubre, en mitad de una penumbra que trata de emular la magia de los espacios originales, cómo son los trazos originales de Tito Bustillo, la cueva de Niaux (Francia) y el Camarín de la cueva de Candamo.
6. El Tabayón del Mongayu (Caso)
Muy cerca del pueblo de Tarna (Caso), en el corazón del Parque Natural de Redes, una de las siete reservas de la biosfera de Asturias, brota el Tabayón de Mongayu /Mongallu. Alimentada por un arroyo que termina desembocando en el río Nalón, se abre desde 60 metros para iluminar los sorprendidos ojos de aquellos caminantes que hayan cubierto los nueve kilómetros que distan desde el inicio de la ruta. Parte, precisamente, de Tarna y, al igual se sucedía en El Xiblu, cruza un hermoso bosque formado fundamentalmente por hayas. Pero también podrás encontrar brezo blanco, abedules, robles centenarios y acebos.
El agua está muy presente durante todo tu recorrido y la parte superior del Tabayón del Mongayu/Mongallu se vislumbra desde algunos recodos del camino, antes de llegar, como animando al senderista con un refrescante aperitivo. Las fuentes y los arroyos son otro compañero más en esta ruta sencilla, de unos nueve kilómetros de longitud.
Para saber qué es realmente Redes, su importancia social, económica y natural, puedes aprovechar esta escapada al Alto Nalón para acudir al Centro de Interpretación de la Naturales del Parque Natural, situado en Campo de Caso. Allí podrás conocer su geología, la flora y la fauna de la zona. Recopilar documentación sobre sus rutas y disfrutar de montajes audiovisuales y figurativos que teatralizan el parque. Para recuperarse del esfuerzo, nada como disfrutar de la gastronomía de la zona. Los denominados Suspiros del Nalón son un excelente ejemplo de la repostería.
Descendiendo por el curso del Nalón, en dirección al centro de Asturias, el valle ofrece multitud de posibilidades para el viajero curioso. En Laviana, se encuentra el Centro de Interpretación Armando Palacio Valdés, ubicado en la casona tradicional del siglo XVIII en la que nació el escritor. Ya en El Entrego, se levanta uno de los museos más visitados del Principado, el Museo de la Minería.
7. Cascada Guanga (Oviedo)
Para disfrutar del agua en Asturias no es necesario realizar largas ni complicadas excursiones. A escasos 20 kilómetros de Oviedo, se localiza este tesoro natural, que está a buen recaudo en el valle del Trubia. Pocos conocían hace unos años la ruta de Guanga, que llega hasta una espectacular cascada que, aunque tiene agua todo el año, en época de lluvias se vuelve impresionante.
Su punto de partida está solo a 20 minutos en coche sin salir de Oviedo, en la localidad de Perlavia. El camino, de unos cinco kilómetros de longitud, no es muy inclinado y se hace fácilmente. Termina abruptamente frente a la cascada, donde antaño hubo un molino de agua que daba servicio a los vecinos de Perlavia y alguna aldea colindante. Actualmente, ese molino está abandonado y en ruina. Sigue siendo propiedad privada, pero el acceso a la cascada está abierto. Al unirse al río Trubia, el Guanga se desprende con agilidad entre las rocas creando una sucesión de cascadas, alguna de ellas doble, que componen una estampa de auténtica selva cantábrica, en la que además del rumor del agua, podrás sumergirte en la frondosidad del bosque atlántico, en el que abundan robles, castaños, abedules, helechos... Esta ruta, que puedes hacer circular o lineal y que tiene unos cinco kilómetros de longitud, está salpicada de antiguos molinos. En lo que fue la aldea de Guanga, quedan algunas casas y hórreos.
Muy próxima a Trubia con su patrimonio industrial o al Prerrománico de Tuñón, la ruta a las cascadas de Guanga es una excusa perfecta para conocer los alrededores de la capital del Principado. Otra opción es que aproveches la incursión para descubrir la localidad de Las Caldas, con su balneario construido en el siglo XVIII y su campo de golf. O continuar hasta la localidad de Caces.
Para más información y reservas de alojamiento, consulta la web www.turismoasturias.es