El presente y la angustia de los «influencers»

OPINIÓN

02 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo malo de escribir a toro pasado es que todo está ya dicho y hecho. Lo bueno de escribir a toro pasado es que todo está ya dicho y hecho. El presente no tiene límites (aunque seguro que los astrónomos, los filósofos, los físicos o los lingüistas generativos dirán lo contrario). A toro pasado vemos la muy blasonada localidad de Tordesillas («De plata, un montículo de sinople, cargado de tres sillas de montar de gineta de oro, puestas 1-2, y sostenido de ondas de azur y plata, y acompañado de dos llaves de oro fileteadas de sable. Al timbre, Corona Real cerrada») incendiada por la decisión política de prohibir su ritual centenario y votando nulo por votar algo, porque si hubieran podido habrían coronado de nuevo a Juana la Loca reina de Castilla con mantilla y peineta al son de un pasodoble de Marifé de Triana o de Concha Piquer («Capote de grana y oro...»). A toro pasado vemos en la barrera de la plaza de Torrejón de Ardoz a Felipe Juan Froilán de Todos los Santos de Marichalar y Borbón con su nueva cuadrilla de torerillos, moteros y exnovios de la «Pechotes» (sic). Y es que hasta el rabo todo es toro. Y cuando este se pone a hacer twerking en el ruedo con los cuartos traseros en temblorina arrítmica a causa de estoque y garapullos, no hay J. Lo ni Miley Cyrus que lo mejoren. Ni hay perreo que pueda superar a este toreo de salón recreativo. ¡Quién puede negar que el toro lo lleva en la sangre!

En los últimos días, como todos los días, se han hecho anchos y ajenos, tal que el mundo de Ciro Alegría, los tópicos más previsibles. Gran responsabilidad en esta caravana del tópico la tiene la figura del influencer. Si Chiquito de la Calzada hubiera cogido esta palabra en su momento de mayor gloria (sic transit gloria mundi /gaynor/ lasso/ estefan), habría hecho maravillas con ella. El Señor habría hecho en él maravillas. Habría entonado el cómo me la maravillaría yo. «Eeeeesssse pedazo de influeeeeencer con dos graduaosescolar», «siete influencers van para Bonanza», «meviacagáhentusmemes»... Todos somos influencers y a ti te encontré en la calle. Desde los más conocidos, cercanos y asturianísimos como la épica pelaya, hasta los primeros espadas en la refriega política. Sabemos las tendencias, los tonos, los tejidos. Rechazamos imitaciones, jugamos al despiste, mantenemos el tipo. Decidimos por nosotros mismos las calas apartadas de aguas cristalinas, las bandas indies en festivales de Aranda de Duero o de Oporto, los diseñadores de marcas de ropa que se ocultan en apartadas zonas de los barrios de Chelsea o de Brooklyn, las páginas webs, las apps y los dispositivos más cool y más im-pres-cin-di-bles, los restaurantes y clubs chics aunque ya no se llamen así, sino locales trendis.

Entre los bloggers de éxito, el brexit de diseño y el wonderbra veraniego nos salimos de los comicios bien comidos y bien servidos camino de la sombrilla. Con el cien por ciento de los votos escrotados, nos ha votado la gente normal, dicen los ganadores al tiempo que los troncos no les dejan ver a Del Bosque: la victoria electoral enjuaga como una balleta de cocina la baba corrupta. El beso presidenciable no empaña un discurso más gemelier que influencer. El piquito sin saliva enciende a los beatos. Los sorpassos se tornaron sopapos o mamporros en los lomos izquierdos y suenan a pelea amañada de peli de Bud Spencer, que en paz descanse. Del beso popular a la onomatopeya neozurda (¡Zasca!, porque del ¡ele! al ERE, todos somos líquidos: corramos un tupido velo), pasando por la centralidad parsimoniosa de la naranja mesiánica. Todos unidos, junto a la podémica y celeste sonrisa vitalicia (Vitaldent es marca registrada) derivan ahora en la «Marca España», pero España no marca y se vuelven de Francia los idolatrados héroes derrotados con dagas poco florentinas a tensar el arco y la lira con Penélopes 90-60-90 en yates soberbios, a tomar combinados en camas balinesas de playas no menos indonesias, mientras nosotros, la gente normal ni blogger ni youtuber ni influencer, degusta helados Kalise para todos en bochornosos y caniculares campings de Castilla con nuestro torpe aliño indumentario. Ya es julio.