¿Cambio de alianzas?

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

OPINIÓN

21 ago 2016 . Actualizado a las 09:22 h.

Aunque transcurran en las orillas de la guerra de Siria, los combates de estos días en Hasaka son importantes porque apuntan a un posible cambio de alianzas que puede acabar afectando al conjunto. Hasaka fue liberada hace un año de manos del Estado Islámico por una coalición formada por la guerrilla kurda del YPG, el ejército de Al Asad y una pequeña milicia, el Consejo Militar Siríaco, que representa a la nutrida minoría cristiana de Hasaka (hay allí nueve iglesias). Era una alianza circunstancial. No es ningún secreto que los kurdos aspiran a crear un estado independiente, algo que muchos cristianos siríacos ven con preocupación y a lo que el Gobierno sirio se opone rotundamente. Se esperaba que el asunto quedase aplazado hasta el fin de la guerra.

Esta semana, sin embargo, parece que el YPG se ha sentido lo suficientemente seguro como para lanzar un ataque contra la guarnición del Ejército sirio en Hasaka (porque es este detalle, extrañamente omitido en las noticias, lo que ha provocado la de otro modo incomprensible respuesta de la aviación gubernamental). Es decir, una vez alejado el peligro del Estado Islámico, el YPG está listo para la independencia. En esto contaría con el beneplácito de Estados Unidos, que necesita al Kurdistán sirio como base de operaciones contra el Estado Islámico. De hecho, hay unos 300 soldados norteamericanos de élite en Hasaka, lo que ha obligado a Washington a enviar cazas de combate para protegerlos. El peligro de una confrontación directa entre Estados Unidos y el régimen de Al Asad es pequeño porque Rusia se está encargando de coordinarlos para que no coincidan en el mismo espacio aéreo; pero nunca hay que excluir una torpeza que cause un incidente grave.

Lo que sí está casi garantizado es un choque diplomático entre Washington y Ankara. Las relaciones entre los dos aliados no han dejado de deteriorarse desde el fallido golpe de Estado en Turquía, en el que Ankara insiste (sin pruebas) en ver alguna connivencia norteamericana. Ese enfado mutuo explicaría, por una parte, la más que probable luz verde de Washington a los kurdos para su ataque en Hasaka, y por otra que el primer ministro turco anuncie que su país va a implicarse más en la solución del conflicto sirio «para evitar su división en regiones étnicas». Traducción: que va a concentrarse en impedir la independencia de los kurdos de Siria. ¿Incluso a costa de abandonar su proyecto de derrocar a Al Asad, de quien ahora se dice que podría pilotar una transición? Difícil de creer. Sería un giro de 180 grados. Pero lo cierto es que la Turquía de Erdogan nos tiene últimamente acostumbrados a toda clase de contorsiones.