Manual para monárquicos ingenuos

OPINIÓN

26 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Ahora que ha pasado la algarabía de los premios Princesa y Oviedo vuelve a ser una ciudad pequeña del norte, ahora que han pasado la estrafalaria fiesta de la hispanidad y sus rozaduras, podemos hablar de los reyes y reinas y príncipes sin producir quizá tanta reacción histérica. Premios aparte, en este país el papel de la monarquía ha sido demasiado a menudo lamentable.

Hace poco me llamó la atención una noticia y una foto rescatada de la hemeroteca: en la imagen se veía al ahora rey jubilado, Juan Carlos, cuando llevaba apenas tres años en el trono junto a uno de los personajes más lamentables de la historia hispanoamericana: Jorge Videla. El dictador argentino también estaba casi de estreno; hacía dos años que había tomado el poder por la fuerza. La fotografía muestra en el centro a Juan Carlos y Videla caminando por el aeropuerto de Buenos Aires, supongo que Ezeiza, con un avión al fondo. A la izquierda, una joven Sofía se alisa el pelo con la mano y a la derecha la esposa de la muerte, creo, Alicia Hartrigde. Videla, flaco y bigotudo, ataviado con uniforme blanco de teniente general, sonríe y comenta alguna gracieta con el rey español. Era 26 de noviembre, frío otoño en Madrid y primavera en Buenos Aires, así que nadie lleva abrigo.

La fecha es importante: dicen varios medios y jueces argentinos que en esos mismos días que el rey español estuvo en Argentina está documentada la desaparición de al menos diez personas a manos de los secuaces asesinos y torturadores de Videla. Se ofrecieron agasajos, convites y parrilladas a los monarcas, pero a escasos 15 kilómetros de la Casa Rosada, en la Escuela de Mecánica de la Armada, la chacinería tampoco paraba. Unas 5.000 personas llegaron y no volvieron de ese centro de tortura y exterminio, hoy reconvertido en museo.

Lo peor es que hay constancia de que tanto el gobierno de Suárez con UCD como el rey sabían lo que estaba ocurriendo en Argentina. Así lo acreditan docenas de cartas que la Casa Real recibió antes de la visita, en la que familiares de españoles desaparecidos apelaban a la ayuda de Juan Carlos, que por supuesto jamás contestó. Los documentos están publicados y se pueden encontrar en una simple búsqueda en internet.

También lo sabía la oposición en España y así lo denunció, y los medios de comunicación no afines al franquismo lo reflejaron y condenaron en sus editoriales. Tal vez Juan Carlos no leía los diarios. En cualquier caso, de nada sirvió. Él volvió sin decir ni pío de su gira de cuatro días y Videla se puso a lo suyo, con el apoyo económico de jugosos créditos y tratados comerciales con España en el bolsillo. Y lo suyo fue bastante siniestro, como reconocen todas las personas decentes.

Así que baste ese único ejemplo, que docenas más, para mostrarles a los tontos útiles que se definen con el pueril término de juancarlistas, a los indocumentados que defienden una monarquía que siempre lastró más que ayudó a este país, a los nostálgicos de las cadenas,  cómo no hay nada que defender. Todos tenemos otras cosas más importantes en las que pensar.