Indefensos en el supermercado

OPINIÓN

10 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Qué tiene hacer la compra que nos convierte en seres indefensos? Yo me enfrenté por primera vez a este reto cuando fui a vivir a Italia. Sola en el supermercado. El supermercado y yo. ¿Y ahora, qué? Llevaba toda la vida acompañando a mi madre, a mi abuela, a mi padre (¡a todo el mundo!) y de repente me vi en la soledad de los pasillos sin saber hacia donde dirigirme. Volví a casa con muchas bolsas, sí, pero todas llenas de cosas que no necesitaba.

Recuerdo que en primero de carrera llamé a mi madre indignada porque un paquete de jabón de lavadora costaba 14€. Mi madre me respondió «hija, ¿cuánto creías que costaba?» Y así fue como me di cuenta de que nunca me había fijado en el precio de las cosas. Esa historia quedó como anécdota ideal para que mi madre se la contase a sus amigas y a mi me sirvió como lección para la nueva vida que me esperaba.

Pronto fui aprendiendo a hacer los recados con orden y concierto así como fui entendiendo el porqué de algunas conductas de los consumidores y de los propios encargados de marketing de los supermercados. Entre otras, cómo colocan los huevos Kinder al lado de la caja para que el típico niño pesado amargue a su madre hasta que se lo compre, compartiendo espacio con las maquinillas de afeitar con el objetivo de que los más despistados no se olviden de tener una cara suave como el culo de un bebé.

Las grandes superficies están hechas para captar nuestra atención y hacer que despertemos nuestro lado más consumista. Por los ritmos que llevamos, a veces se nos hace prácticamente imposible encontrar el momento de ir al mercado tradicional y tenemos que acercarnos a estas grandes tiendas donde podemos encontrar desde pan hasta ruedas de invierno. ¡Así es este siglo nuestro, falto de tiempo y hambriento de ofertas!

¡Ay, el hambre! El peor enemigo de tu cesta de la compra. Las horas más catastróficas para ir a rellenar la despensa son antes de comer y antes de cenar, o bien, las horas en las que solemos poder ir a hacer la compra: la pausa del almuerzo o después del trabajo. Para luchar contra esto lo mejor será engañar el estómago y comer una manzana o una barrita o lo que más os apetezca antes de meter el pie en ese lugar lleno de pecados de gula. Creedme, lo he hecho mil veces. He ido muerta de hambre al súper y he vuelto con todo tipo de golosinas a casa. Con el estómago vacío estaremos más expuestos a comprar comida basura. Es así.

Es importante también ir decidido al pasillo pertinente. Estas instalaciones están diseñadas para que caigamos en la tentación de chocolates, patatas y demás. Al ir con tu lista de cosas estrictamente necesarias bien definida tendrás tu «guía» para ir a por lo que necesitas sin dar palos de ciego y sin «pecar». Tómate tu tiempo para pensar que es lo que vas a cocinar y si vas a tener tiempo para consumirlo. Yo suelo pensar en el súper los menús que voy a hacer, voy a la sección de verduras, por ejemplo, y compro en función de lo que cocinaré y lo que ofrezca el mercado.

Por último, tómate tu tiempo. Este es uno de los puntos más importantes. Las cosas a toda prisa no suelen salir bien a no ser que seas Usain Bolt. Disfruta de hacer la compra y, aunque lo detestes, intenta sacarle su lado positivo. Regálate unos segundos para mirar las etiquetas, para pensar en lo que te apetece comer, en lo que deseas cocinar. Un buen gastrónomo ha de disfrutar cocinando pero también comprando.

Quiero aprovechar también para preguntaros algo con lo que convivo desde hace años y que quizás me podáis responder: ¿Por qué siempre hay una hoja de lechuga en el carrito de la compra?