Huir no es lo mismo que exiliarse. Su confusión es tan irresponsable como llamar «ideología» a cualquier doctrina simplista. Y aunque el gentil manto posmodernista (que arropa a quien sea bajo el «todo vale») diga lo contrario, es menester de cualquier texto serio hacer la puntual diferencia.
La complejidad del exilio va mucho más allá de la reivindicación política. Implica, pese a las particularidades de cada caso, una persecución injustificada, una vulneración a las garantías mínimas de ciudadano, y una amenaza real ante hechos no probados. Y ser llamado a declarar ante la Justicia, como es el caso de Anna Gabriel, nada tiene que ver con lo anterior. El exilio es un recurso para salvar la vida y defender el honor. No un as bajo la manga para evadir las responsabilidades propias del poseedor de una apuesta perdida.
Pero el honor, dentro del juego político, es un concepto en vías de extinción. Y para muestra de ello, está quien se hace la víctima y escapa después de haber perdido la partida. Eso es jugar sucio y perder mal. No aceptar la derrota con dignidad y disfrazar una vil huida como «exilio» (o «refugio») no sólo es irresponsable, sino insultante.
Anna Gabriel argumentó una «persecución política» y el que en «su país» no existan las garantías suficientes para recibir un «juicio justo». Para empezar, llama la atención que se hubiese referido a España de esa manera. Y después sería prudente repasar seriamente la retórica de su abogado, Benet Salellas, quien se niega a considerarla como una «huida», ya que para él y para el resto de radicales (como era de esperarse) ese desterramiento voluntario, per se, le da la condición moral de «refugiada». Pero la absurdez no se termina ahí, sino que también sorprende el hecho de que haya optado por ‘desterrarse’ en Suiza, cuando uno de los tres delitos graves de los que está acusada es la malversación.
Y así, después de casi cinco meses del 1-O, tenemos al ala más radical del separatismo dando continuidad a su causa desde Bélgica y Suiza. También hay quien, como Junqueras, lo hace desde prisión. El centro neurálgico y capital institucional de la Unión Europea, el refugio alpino para los millonarios silenciosos del mundo, y el alma mater del hampa, respectivamente. ¿Paradoja?
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