El juez debe ver si el arzobispo tapó a un violador

OPINIÓN

01 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Como todos los casos de abusos sexuales por parte de miembros de la iglesia católica, la acusación de una mujer asturiana contra el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz, es un asunto con muchas espinas y pocas rosas. La mujer afirma que un cura de Villaviciosa abusó de ella cuando tenía menos de 13 años, y eso ocurrió hace más o menos 25 años. Todo es presunto de momento, pero cuesta creer que alguien se invente una historia tan desgarradora y que ocurrió hace tanto tiempo si no es verdad. Yo, al menos, me inclino a pensar que en efecto ella fue víctima de uno de los tantos depredadores que andan escondidos tras las faldas de la iglesia, individuos perversos y reprimidos. La peor basura humana, que por supuesto también existe en los demás rincones de la sociedad, donde cada vez es más difícil que escapen. Sin embargo, hasta ahora la iglesia católica no ha querido barrer sus rincones, hipócrita y temerosa de perder la imagen de bondad y fraternidad que se atribuye a sí misma. Qué asco y qué inmenso desprecio me produce esa actitud. El resultado es aún peor cuando se descubren los hechos: los cómplices de los violadores son más culpables, porque ayudan a que el delito se perpetúe.

Puede que el arzobispo de Oviedo no supiera, tuviera dudas razonables o no creyera a la mujer, en principio es obligado suponer que así fue. Habría que saber si de verdad investigó a ese personaje, si realmente hizo algo útil. Lo que no hizo está claro: llevar el caso ante la justicia. Porque en un estado laico, la justicia interna de la Iglesia no importa un comino. Sólo hay una justicia y está en manos de quien tiene que estar, que son los tribunales de verdad, donde debería haber acudido la víctima en primer lugar. Dice, por cierto, que eso es lo que hará. Veremos qué testimonios aparecen ante los togados. No obstante es muy posible que el caso del presunto cura violador haya prescrito ante los jueces y no vaya más allá de unos titulares pero, si fue cierto, el dolor que causó, seguramente a más de una persona, no prescribirá nunca.