Es el primer viral del 2019. No hablo del vestido de la cansina y ¿feminista? Pedroche, sino de Bandersnatch. ¿Película o videojuego? ¿El futuro es sentarnos ante una pantalla atados a un mando a distancia para seleccionar las opciones que nos van presentando? ¿Elegir nuestra propia trama, planteamiento, nudo y desenlace? Me molestó especialmente que prácticamente a las primeras de cambio no me dejaran seguir por el camino escogido, se ve que los programadores no querían excederse con las posibles líneas argumentales. Una cosa es que haya cinco o seis finales, y otra seis largometrajes diferentes. Pero es un experimento. A su lado, las idas de olla como Memento, Matrix u Origen son el cuento de Caperucita. Christopher Nolan tendrá que reinventarse.
El resultado es interesante. Intriga, mantiene la tensión y te deja con las ganas de seguir explorando, antes que pinchar en los títulos de crédito. Pero no hasta del punto de volver al comienzo del filme, por lo menos no en mi caso: al fin y al cabo, lo único que variará será el orden en que llegaremos a los distintos desenlaces.
También es excelente para el product placement. Ya no es que nos cuelen una caja de cereales en una escena intrascendente, sino que nos obligan a escoger entre una u otra marca. Esa publicidad se pagará mucho más cara, y la información extraída de las decisiones de los usuarios se podrá también rentabilizar. Otra vez el Big Data.
Netflix se apunta un tanto, ya es la plataforma de streaming por antonomasia y con propuestas como Bandersnatch refuerza su liderazgo. En realidad, toda la serie Black Mirror es una apuesta ganadora, como hace dos años lo fue Stranger Things. En la historia de Stefan, lo más inquietante y atractivo es cuando el protagonista sospecha que nosotros, los espectadores, estamos detrás de sus acciones. Ya no somos consumidores pasivos, ahora formamos parte de la ficción. O quizá no sea ficción, y las auténticas víctimas de la película estamos a este lado de la pantalla.