Triste marcha de Llamazares

OPINIÓN

23 ene 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

La izquierda-izquierda española, quizá por el influjo lunar y lunático del estalinismo soviético, siempre ha sido dura con la oposición y extremadamente implacable con la propia disidencia. Ahora que está de moda hablar de las derechas, un término viejuno que por cierto ya usaba mi abuelo, sería más que apropiado hablar de las izquierdas: hay casi tantas como paisanos. O cada militante, como en La vida de Brian, es en sí mismo un partido de siglas recombinadas. La izquierda es en este país, por definición, fragmentaria, autodestructiva, con una tendencia centrífuga que acaba generando sectas. Pablo Iglesias, el líder en su dacha junto a su lideresa, se ha petado a la disidencia sin un meneo de coleta. De los fundadores sólo queda él. A Monedero se lo fulminó por aquellos dineros sabrosones y por bocas, a Bescansa por contestona, a Errejón por ambicioso, rebeldón y por ser más listo que él. Y tantos otros bonitos cadáveres. Al final va a quedar él solo con los votos de los aduladores.

Más triste es la historia de IU, que ya venía con una mochila añeja de desuniones, peleas internas, mamporros, traiciones y demás incoherencias. El pobre Alberto Garzón cayó en la trampa y quedó abducido por el podemismo, diluido y sin capacidad de endilgar su discurso sobre las clases populares más que en casa y a la hora de la comida. Y la guinda es la dimisión/expulsión de Gaspar Llamazares, de lo último decente e intelectualmente amueblado que le quedaba a IU. La marcha del asturiano es una pérdida inasumible para la coalición, comoquiera que se llame en las próximas elecciones. Vienen tiempos malos, y no sólo para la poesía, con la cacareada irrupción de la ultraderecha. La derechona carca franquista siempre estuvo ahí, lo que pasa es que ahora se separa de lo civilizado y declara el día del orgullo facha, azuzado por Trump. Y no van a sobrar políticos sólidos como Llamazares para lo que se avecina.