Boal también existe

OPINIÓN

Juanjo Arrojo

08 abr 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Asturias lleva décadas languideciendo, entre la inconsciencia y la impotencia ciudadana, y la irresponsabilidad política. Lo que parecía una extinción lenta, en la última década ha cogido ritmo, y de año en año la huella del éxodo, de la despoblación, del envejecimiento demográfico y de la falta de relevo generacional, y la ruptura de la cadena del conocimiento, se hace cada vez más patente y vertiginosa. El empobrecimiento y la falta de expectativas laborales y de vida también resultan más que evidentes.

Si este patético cuadro se percibe con nitidez en el centro de la región, en las llamadas alas - oriente y occidente - es mucho más acentuado, y de forma mucho más sangrante en el occidente asturiano.

Juanjo Arrojo

Seguramente habrá miles de personas en Asturias que si oyen hablar de Boal, tal vez no sepan ubicarlo en el mapa. Es posible que les suene vagamente, y nada más. Como tantos otros lugares de la Asturias rural, que ni siquiera conocemos los asturianos, y mucho menos las personas llegadas de otras partes del mundo.

Sin embargo, en este firmamento rural de vez cuando, se produce una explosión de entusiasmo y motivación, un intento organizado para evitar el desastre de la desaparición de una cultura.

Uno de estos casos esperanzadores se está dando con la Sociedad de Amigos de Boal, donde un grupo de vecinos - unos que viven en la zona y otros que están fuera- se está implicando a tope en la recuperación de la memoria rural, con la idea de poner el foco en esta parte de Asturias, y de esta forma darle vida. Esa vida que, de no existir iniciativas de esta naturaleza, estaría tocando a su fin.

Resulta que una de las iniciativas de este grupo de amigos bien avenidos y armonizados, ha sido la recuperación de una ruta turística muy especial: la de los miradores del Navia. Y digo especial porque está tan bien pensada, que es circular, lo que da mucha vidilla a los senderistas para organizarse, y además es bastante fácil, para que cada cual la haga y la disfrute al ritmo que considere.

En la ruta hay un poco de todo, que es lo bueno, porque la excursión se hace mucho más amena, y es la forma ideal de «engancharse» a un territorio que se vuelve sorprendente a cada paso.

Los que sean amantes de las obras de ingeniería civil, pueden disfrutar con la presa de Doiras, y con un pueblo que destila el esplendor de otros tiempos, y una paz inmensa, hoy solo quebrada por el paso de los muchos andarines que van anidando por sus rincones.

Yo me habría quedado a pernoctar bajo un manto de estrellas en el pueblo deshabitado de El Rebollal, o me habría puesto a «semar» el «horto» con las gentes de Silvón. O me habría bañado «en pelota» en el Navia, bajo el mismo puente de Castrillón, si el lugar no hubiese estado lleno de excursionistas.

Sinceramente, el sitio donde el río Roxíos se funde en el caudal del Navia es como un hogar de xanas, donde no falta de nada: cascada, árboles como esculpidos por un trasgu, un pequeño puente de madera, y a pocos metros, las barquitas y canoas de vivos colores que parecen estar esperándote para surcar las aguas del poderoso Navia.

Bueno, fue tanto lo que me emocioné que hubo un momento en que perdí el juicio (el poco que tengo), y ya sentía que el Navia tenía que ser un río salmonero, hasta que un buen amigo me dijo: «Estherina, vuelve al planeta Tierra…  ¿Cómo van a remontar el río los salmones con tres presas como Arbón, Doiras y Salime?... Y de pronto, no sin rubor, aterricé…».

Y también caí en la cuenta que no hacen falta presupuestos milmillonarios para dar vida a un territorio. Que hace más la voluntad y la unión, que un presupuesto sin alma y mal administrado por «alguienes» que desconocen la historia, las inquietudes y las posibilidades de un lugar.

La Ruta de los Miradores del Navia es el que mejor ejemplo de «sextaferia promocional», engendrada por los que aman su tierra, y se afanan por decirnos que Boal también existe y tiene un enorme potencial.