¡Cómo nos gusta el verano!

Javier Guitián
Javier Guitián EN OCASIONES VEO GRELOS

OPINIÓN

Oscar Vázquez

11 ago 2019 . Actualizado a las 11:22 h.

En un país donde el turismo es la primera industria no resulta fácil que alguien diga que no le gusta el verano y que hay demasiados turistas. La respuesta más común a tal afirmación es que la economía y el empleo mejoran gracias a la hostelería, que muchas familias dependen de ese sector y, en consecuencia, que se trata de una posición elitista.

Pues bien, yo he decidido salir del armario y decir públicamente que estoy harto del verano, solo le veo inconvenientes e incomodidades, y cuento los días para que este viacrucis estacional termine. Obviamente, no tengo nada contra el sector turístico, pero, o nos moderamos, o nuestros pueblos se van a convertir en lo más parecido al infierno.

En verano hace calor, a veces mucho, y nuestro cuerpo nos pide una cerveza fría, pero está caliente. Los coches invaden campos, caminos y aceras, mientras los residentes no pueden aparcar en ningún sitio. Las playas están llenas de gente que grita, de bolsas neveras, palas y hasta drones; hay motos de agua que circulan a velocidades supersónicas y embarcaciones que ponen música a alto volumen para bailar a bordo. Los niños se tuestan desafiando a la radiación ultravioleta.

Los restaurantes están llenos de gente en bañador que suda, y a veces es imposible comer decentemente. Por las mañanas, casi todos los días suenan bombas para anunciar las fiestas, pero nadie sabe explicar por qué se lanzan a las ocho y no a las doce; ahora entiendo la canción: «Pum, catapum, pum, pum / ¡cómo nos gusta el verano! / Pum, catapum, pum, pum / pa levantarnos temprano».

La extinción de la sardina es inminente y el calamar de verdad está a cuarenta euros el kilo. Y el clásico «póngame una copita de godello bien fresquito», pues lamento comunicarles que la cosecha no da para tanto. En fin, ¿alguien puede decirme donde están las ventajas? Porque yo no las veo.

Por supuesto, no pretendo que nadie comparta mi opinión, entiendo que a la gente le guste la masificación, pero reclamo el derecho a discrepar de quienes creen, como yo, que la Ley de Dalton es aplicable a los turistas: la presión total de una mezcla -de turistas, añado- es igual a la suma de las presiones parciales de sus componentes. Esto puede explotar.

Tengo que reconocer, sin embargo, que el verano nos depara momentos divertidos como el que viví el pasado domingo. Un coche estaba aparcado en la plaza del pueblo, donde está prohibido estacionar. El propietario, que se entretenía gritando a su mujer, fue advertido por un vecino, y esta fue su contestación: «Ya me lo dirá la policía municipal». Mientras tanto su niño, de corta edad, jugaba con una motosierra tratando de destrozar una mesa del bar. ¡Angelitos!

Oh, tengo que dejarles, hay un autobús de turistas atrancando la calle que no deja pasar a los ciclistas, los motoristas, los patinetes...