Rivera y el canto del cisne

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

Marta Fernández Jara | Europa Press

17 sep 2019 . Actualizado a las 08:06 h.

Se dice que el cisne, mudo durante la mayor parte de su vida, entona una bella canción antes de morir. Su lamento postrero. «Canta, mientras muere, su propio réquiem», escribió Ovidio. Si le quitamos el cariz trágico, porque aquí no se ha muerto nadie todavía, diríase que ayer asistimos al canto del cisne Rivera. Después de varios meses de inmovilismo e incluso de sorprendente silencio, el líder de Ciudadanos se desató ayer con un singular graznido de última hora. Propone al PP abstenerse conjuntamente en la investidura de Pedro Sánchez si el PSOE acepta tres condiciones: romper con los nacionalistas en Navarra, aplicar el 155 si la Generalitat catalana no acata la sentencia del procés y no subir impuestos. La veleta naranja, engrasada, vuelve a funcionar.

No tengo ni pajolera idea de si el cisne canta o no canta en la antesala de la muerte. En ornitología me quedé in albis. Apenas consigo diferenciar entre el virtuoso gorjeo del ruiseñor y el trino aflautado del mirlo. Pero de una cosa sí estoy seguro: el canto del cisne Rivera no busca una «solución de Estado», por más que se empeñe el ex ministro García Margallo, quien se ha apresurado en calificar al pájaro de «gran estadista y gran español». Basta para demostrarlo la cuarta condición implícita en la propuesta de Albert Rivera: Ciudadanos solo se abstendrá si también lo hace el PP. Es decir, España importa, pero no tanto como para sacrificarme un ápice más que mi adversario de la derecha. No vaya a ser que los electores me consideren más blando con «la banda» que el aznarista Pablo Casado.

Descartado el fin altruista, el canto del cisne solo puede tener dos intenciones: o evitar unas elecciones que se le presentan con pésimos augurios, o reanudar la campaña electoral donde la dejó en abril. En el primer caso, las tres condiciones solo serían un pretexto fatuo para salvar la cara y facilitar la investidura in extremis. Si esa fuera realmente la intención de Rivera, los escollos parecen superables. Ya lo dijo Pedro Sánchez: las condiciones se cumplen, no hay obstáculos que impidan su abstención. En Navarra gobiernan partidos constitucionalistas y no hay pacto alguno con Bildu, no le temblará la mano en aplicar el 155 si la situación catalana lo requiere y en ningún caso prevé subir impuestos a la clase media y los trabajadores.

En la segunda versión, el canto del cisne solo es el primer trino electoral de Ciudadanos. El inicio de la campaña del 10-N. Consiste en agrandar aquellas tres condiciones hasta hacerlas indigeribles por el PSOE. Rompan el Gobierno de Navarra y denle paso a la derecha. Apliquen ya un 155 preventivo, en las difusas fronteras de la constitucionalidad. Renuncien a la potestad constitucional de conceder indultos. Diseñen la política económica al dictado de la derecha. Y una vez que entren por el aro llameante, esperen todavía la bendición conjunta de Albert Rivera y de Pablo Casado.

¿Qué pretende realmente Rivera con su canto del cisne? ¿Le ha entrado el pánico electoral o se rearma para una nueva cruzada? Muy pronto lo sabremos.