Háganse cargo señorías

OPINIÓN

23 oct 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

(Acotación: este artículo donairoso no se habría escrito sin el Tsunami Terrorista que está azotando Cataluña desde el lunes 14, infausto e indecente día en el que el poder Ejecutivo se impuso al Judicial y no se condenó por rebelión a los golpistas, más que dispuestos a repetir la sublevación violenta en cuanto sean excarcelados en unos meses).

Señorías (diputados y senadores desde 1982 hasta hoy), háganse cargo del menoscabo histórico al que están sometiendo a mi Pueblo, el asturiano, y se ha de poner el acento en lo histórico porque (pese a que) ni en la Constitución de 1978 ni en las legislaturas socialistas y populares nos han otorgado la condición de Nación histórica, que han reservado solo para Galicia, el País Vasco y Cataluña, cuando, como ustedes saben (o deberían saber), hemos sido el Pueblo que inició el combate contra el musulmán en tan lejano siglo como el VIII, y fundamos un Reino, heredero del visigodo, que se expandió por Galicia, al oeste, y al este engulló al País Vasco.

Y para mayor gloria de Dios, nuestro rey Alfonso II, que según las crónicas no olió hembra alguna (¿y macho?), se sacó de la manga que Santiago el Mayor estaba enterrado en, naturalmente, Santiago y, naturalmente, con estrellas que señalaban con su luz el santo lugar (Compostela). Alfonso II inició así, con esta treta para ampliar sus dominios y su prestigio, siguiendo la estela de la estrella del momento, Carlomagno, el Camino de Santiago, que vertebró el territorio comprendido entre el río Duero y el mar Cantábrico; inauguró un período fructífero de relaciones entre gentes venidas del norte de los Pirineos con los del sur, que se tradujo en nuevas ideas y negocios, y, hoy, personas de todo el globo terráqueo andan por los diversos caminos que llevan a Santiago, que, además, es el patrono de España. Casi nada.

Entonces, desde una perspectiva histórica, mi Pueblo es el más histórico de la península y, sin embargo, nos colocan al lado de las regiones con un devenir paupérrimo. E incluso, hasta puede que seamos más grandes (grandones, gigantes) que los gallegos, vascos y catalanes. Porque cómo comparar la sardana con la danza prima, por Dios; cómo comparar nuestras gaitas en honor a la Princesa con las gallegas de Fraga y Feijoo, por Dios, y cómo comparar nuestra lengua con el euskera, por Dios, que parece que solo tienen en su alfabeto la k, que la utilizan para todo, ya sea un kale, ya sea un borroka.

Señorías, la lengua asturiana, brillantemente fabricada en nuestros laboratorios científico-filológicos, que se codean con los de Harvard y Oxford, es el resultado de un meticuloso trabajo de ensamblaje de hablas de tantos y tantos valles, laderas, brañas, montes y un opus caementicium. En ella, si uno la analiza al detalle, encontrará un origen tan ancestral cual es el del chasquido. Con esta lengua, los profesores pueden explicar a sus alumnos la Teoría de Cuerdas, el razonamiento metafísico de Tomás de Aquino, la evolución por selección natural de Darwin, que España es una puta mierda y cómo se asan las castañas. Ahí queda eso.

Y, no obstante, mi Pueblo sigue sin poder hablar en su idioma. Como bien sostienen los catalanes verdaderos acerca del suyo, el asturiano tendría que ser obligatorio en todo el Estado español, porque es la seña de identidad de un pueblo cojonudo, sin el que España no existiría. Aunque hay que reconocer, como ha dicho nuestro presidente Adrián el de la Pola (dense cuenta, señorías, tenemos Polas, que son villas con pedigrí, como la de Laviana), en parte la culpa de que nuestra lengua no sea guay del Paraguay es nuestra, porque tenemos “complejo de inferioridad”. Bueno, no es que sea esta una reflexión de hondo calado filosófico, pero qué quieren, si nos han metido en la mollera que somos unos paletos.

Pero lo que más daño nos hace, señorías, es que nos despojen de nuestra condición de Pueblo súper superior, muy por encima del castellano, andaluz, extremeño, murciano o canario. Nosotros estamos, cuando menos, a la altura de gallegos, vascos y catalanes, y a años luz de los últimos en apuntarse al desguace: valencianos y baleares, navarros y aragoneses. Quiero decir, o me explico mejor, para que no solo lo entiendan, sino que lo comprendan: no somos españoles, que estos son africanos, medio humanos y medio animales; somos arios de pura sangre, como nuestros gallos y nuestros cerdos. Nuestra sangre contiene el Rh de Arzalluz y el ADN sin taras de Torra. Por eso, batallaremos contra el Estado opresor y fascista sin descanso, infinitamente (bellum ómnium contra omnes), ya que somos esencia y sustancia. Vamos, la hostia en verso.

Así que, señorías, háganse cargo y rectifiquen. Colóquenos en el lugar donde se hallan los celtas, los anglos, los sajones, los jutos, los alamanes, los vikingos, los normando, porque, de lo contrario, nos levantaremos y lucharemos, codo con codo con nuestros hermanos nacionalsocialistas catalanes, con uñas y dientes, piedras y fuego, cócteles molotov de gasolina y ácido, cuchillos y palos con puntas, hachas y motosierras (y lo que haga falta, porque no somos violentos en absoluto; los violentos son las fuerzas de ocupación y represión del Estado español). Lo haremos, como los catalanes, por nuestro País, nuestro Derecho, nuestra Libertad, nuestra Identidad, nuestra Lengua, nuestra Bandera y, particularmente, por nuestra Madreña.