La burdelización de la política

OPINIÓN

16 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El enfoque archirrealista que se aplica a la economía de mercado es alto y convenientemente necesario para su sostén, e ineludible asimismo por los excelentes resultados que da (el enfoque archirrealista) emplearlo en la política, donde, por de pronto, tiene en común con el primero el mercadeo.

Se hace preciso antes de proseguir, para que no quepan sombras que impidan una visión, además de central, periférica, aclarar que no es real que las democracias sean un calco de las democracias helenas, que tienen su icono en la Atenas de Pericles del siglo V a.C. y en la teoría, un siglo después, de Aristóteles y su compresión del hombre como «animal político». Porque, materialmente, contradistinto es una asamblea de ciudadanos de una ciudad-Estado, incluso más reducida porque de ella eran excluidos los no libres (no ciudadanos) y las mujeres, y un Estado-nación con millones de votantes.

El número, pues, es un cortafuegos. Por las democracias modernas circula a elevada presión cantidades de ponzoña inéditas (la ponzoña, que porta el hombre por ser hombre, no llegaba antaño a los cinco litros, los mismos que, más o menos, tenemos de sangre). Y cuando se cruzan el dinero y el trabajo, la virulencia crece. Esta virulencia, que queremos pensar que no escapa al entendimiento de los más, circula igualmente con naturalidad en la encrucijada que establecen gobernantes y gobernados, y su verificación la hallamos en nuestro país, sobremanera desde que Pedro Sánchez entró en La Moncloa e hizo de ella una guarida despótica.

Cubrir ocho líneas con el Marx de «El Capital» nos ubicará. De las transacciones de mercancías por mercancías al uso del dinero para adquirirlas, media una zancada de gigante, que, no obstante, se queda corta cuando el dinero se hizo capital. Este se fundamenta, en esencia, en las plusvalías. La plusvalía, dígase ya, rotundamente, es un robo. Pero no un robo cualquiera. Es el robo por antonomasia. Es total (global). Es perfecto (legal). Es el Robo (mayúsculo), porque da más dinero, y más, y más. Montañas de dinero. Cordilleras. No los Pirineos. No el Sistema Central. El Himalaya, que sigue creciendo.

Ha de quedar establecido que las nuevas estrategias de acumulación de capitales son extraordinariamente eficaces, sin precedentes. Los fondos de inversiones son uno de los artilugios más devastadores. La burguesía acude a ellos para, succionando los escasos haberes de las familias y de las comunidades que van siendo desalojadas de la protección de los estándares de bienestar, incrementar su patrimonio. Aterradora es la situación de los, aproximadamente, trece millones de desahuciados de este país, con más de dos millones de niños que no reciben el alimento básico. La semana pasada, un relator de la ONU declaró que hay lugares de España en peores circunstancias que algunos campos de refugiados sirios.

La confluencia entre economía y política mencionada antes se dibuja ahora con rotulador grueso. El actual Gobierno, de «izquierdas» aduce, o no ha aprendido los fundamentos más sencillos de Marx, o no los ha entendido (el postmodernismo es, llanamente, y junto a otras imposturas, el reino de los gobernantes idiotas), o les importa un carajo, porque les basta con proclamas, y hasta les sobran.

Pero el argumento de este drama es más superestructural. Visible a distancia. Sánchez-Iglesias carecen de valores éticos. Probablemente no los hayan adquirido durante su formación académica. Más probable todavía es que los hayan arrojada a alguna alcantarilla. Eran un estorbo para hacerse con el poder (de qué manera y a qué interés obedecen los hemos desgranado en el artículo publicado el pasado jueves en La Voz de Asturias, titulado «Congresos, dineros, nazis, vidas»).

Lo que importa en este análisis es la vinculación entre economía y política, en la que la moral ha sido reducida a cenizas. De meter los dedos en las cenizas, de examinar con atención su composición, se detectará de inmediato lo que ha sido pasto de las llamas. Llamas y cenizas son una metáfora de la violencia y violación ejercida contra los hombres por los mercadores de la economía y de la política en cualquier parte del mundo donde se ponga la atención.  Naturalmente, en grados diferentes.

Sin embargo, el logro, al que el calificativo de milagroso le sienta mejor que a la multiplicación de los panes y los peces, del capitalismo económico-político yace en que el insoportable incremento de la plusvalía y del engaño en el mensaje a los votantes en las pseudo democracias han sido asumidos por los incorrectamente llamados «ciudadanos», un eufemismo que esconde la condición de estos, que no es otra que la de siervos de la gleba. Esto se asemeja a lo que Freud denominó el «principio de realidad», porque la patraña se ha incrustado de tal modo en las conciencias de los ciudadanos-siervos, que se ha vuelto dogma (principio innegable). O sea, realidad.

Pero, en verdad, esta realidad, de sórdida que es, rompe las costuras freudianas. Esta realidad, en realidad, es una tela de araña tendida por estos traficantes de cuerpos con los que han levantado un burdel universal. Esta burdelización es la ideología más viral diseñada jamás y se sobrepone, abarca, domina, a todas las creencias que puedan caber en las mentes, especialmente las creencias políticas, de los que son prostituidos, por supuesto, con gusto, y hasta con gran placer por no pocos, por ser ajenos a la infección. Uno puede estar disfrutando de un período agradable de su vida mientras el Síndrome Ramsay-Hunt, en silencio, está haciendo de las suyas; o sea, minando irreversiblemente alguno de tus sentidos, el cerebro o la región anatómica «elegida» por el virus.

Parte de la tesis que acabamos de desarrollar tiene su apoyo en el ensayo «Crítica de la razón cínica», del alemán Peter Sloterdijk, uno de los filósofos vivos más influyentes. Este volumen fue reeditado en 2019. Nosotros hemos utilizado el que poseemos, la tercera edición, publicado por Siruela en 2006).