¿Quiere Sánchez presidir el Eurogrupo?

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

E. Parra. POOL

16 jun 2020 . Actualizado a las 09:19 h.

Después de tener que renunciar a su idea inicial de mantener el estado de alarma «hasta julio» alegando que era «importantísimo» que el Gobierno retuviera el mando único hasta ese momento -el Consejo de Ministros llegó a aprobar pedirla hasta el 27 de junio- Pedro Sánchez ha ido perdiendo el interés por responsabilizarse en solitario de las medidas de control sobre la pandemia, al tiempo que ha ido rebajando el tono sobre la gravedad de la situación. Perdido el poder casi absoluto que le otorgaba el estado de alarma, el Ejecutivo acelera, endosa ahora a las comunidades toda la responsabilidad de posibles rebrotes durante el verano -la fase más complicada para la contención del virus-, se olvida de la «cogobernanza», abre de inmediato las fronteras y se pone ya en modo puramente político.

El foco de Sánchez está ya más en aprobar los Presupuestos que en el covid-19. Y ahí, mantiene el desconcierto habitual. En medio de una crisis histórica que probablemente no haya hecho más que empezar, Sánchez ve posible pactar unas mismas cuentas públicas con Unidas Podemos, cuyos dirigentes se han quitado la careta y se declaran ya comunistas a mucha honra, y con Ciudadanos, defensor del liberalismo económico, sumando unas gotas del nacionalismo pragmático -por no decir otra cosa- del PNV, y añadiendo al independentismo sedicioso y de izquierda de ERC. Solo Sánchez cree posible que de semejante cóctel surjan unos Presupuestos que marcarán el futuro de España durante años. Y lo más preocupante es que es posible que acabe saliéndose con la suya, lo que da idea del nivel de sus actuales y cambiantes socios. Lo que es evidente es que de ahí no pueden salir las cuentas que necesita España.

El extravagante plan de Sánchez para aprobar los Presupuestos no debe sorprender si se tiene en cuenta que en un mismo Gobierno conviven Nadia Calviño, aspirante a presidir nada menos que el Eurogrupo, y un antisistema como Pablo Iglesias, que demoniza a los empresarios, denuncia golpes de Estado imaginarios y plantea nacionalizar sectores estratégicos. Una incoherencia que antes incluso de empezar a buscar socios augura una batalla interna feroz por la orientación de los Presupuestos que puede derivar en una crisis de Gobierno. De que Calviño salga vencedora de esa pugna con Iglesias depende en buena parte el futuro de España. Por ello, la oposición ya está tardando en salir a defender con entusiasmo la candidatura de Calviño al Eurogrupo que, paradójicamente, una buena parte del Gobierno de coalición contempla con horror. La UE es consciente de ese pulso interno y del riesgo sistémico de que España entre en barrena si el Ejecutivo asume los postulados económicos de Podemos. Y, si acaba nombrando a Calviño presidenta del Eurogrupo, el motivo no será otro que forzar así a Sánchez a asumir la ortodoxia económica, aplicar las reformas necesarias, y tratar de aprobar unos Presupuestos realistas, porque la ministra no podrá defender una cosa en Bruselas y otra en Madrid. Veremos entonces la reacción de Iglesias.