Coronavirus: Muchas preguntas y algunas respuestas

M. Belló, Francisco-Javier Gutierrez-Alvarez, J. M. Honrubia, I. Sola y L. Enjuanes TRIBUNA

OPINIÓN

María Pedreda

05 jul 2020 . Actualizado a las 09:54 h.

Cuál es el origen del virus? ¿Cómo se ha podido propagar tan rápido? ¿Qué alternativas tenemos para enfrentarnos a esta pandemia? Estas son las preguntas más frecuentes que se han generado entre la población durante el confinamiento. En este artículo intentaremos aportar nuestro conocimiento, a pesar de que será necesario un mayor nivel de estudio para conseguir las respuestas definitivas.

Aunque popularmente se le conozca como «el coronavirus», lo cierto es que hay otros seis coronavirus más que infectan al ser humano. El nombre con el que se ha bautizado a este nuevo virus es SARS-CoV-2 y la enfermedad que produce se conoce como covid-19. Desde el pasado mes de diciembre, una de las primeras incógnitas sigue siendo cómo se contagió el paciente cero. Como otros coronavirus, el SARS-CoV-2, apareció en el reino animal y se propagó a la población humana. Aunque nuestro conocimiento apunta a que el virus se originó en murciélagos, requerimos más información para saber el hospedador intermedio necesario para dar el salto a humanos. Hasta la fecha, en ninguno de los animales propuestos (tortugas, serpientes o pangolines) se ha encontrado un virus lo suficientemente similar al SARS-CoV-2 como para decir que procede de ese animal.

¿Qué es lo que sabemos de este nuevo virus? En primer lugar, el SARS-CoV-2 tiene un primo hermano, el SARS-CoV-1, con el que tiene un 80 % de identidad de secuencia entre sus genomas. El SARS-CoV-1 causó en el 2002-2003 una epidemia que afectó a más de 8.000 personas, causando la muerte de alrededor del 10 % de ellas. La semejanza entre ambos virus ha permitido que los estudios de SARS-CoV-2 vayan mucho más rápido, a pesar de que existe una diferencia primordial entre ellos: su transmisibilidad. El SARS-CoV-2 es un auténtico escapista, dado que se transmite incluso cuando las personas no muestran síntomas, como si de uno de los mejores magos de todos los tiempos se tratase. Estos pacientes asintomáticos no requieren hospitalización, dado que no son conscientes de su infección, aumentando el número de contagios. Esto le permite al virus propagarse de una forma muy rápida, motivo por el cual la OMS consideró la enfermedad del covid-19 una emergencia sanitaria a nivel mundial.

Actualmente, con casi 9 millones de casos y más de 450.000 fallecidos, es imperativo encontrar soluciones para prevenir la transmisión de este virus. Y, en este sentido, el desarrollo de vacunas que puedan estar disponibles para futuros rebrotes es de vital importancia. Desde nuestro grupo de investigación, liderado por los doctores Luis Enjuanes e Isabel Sola, llevamos muchos años estudiando la familia de los coronavirus. Por ello, en esta crisis sanitaria actual, nos hemos volcado en el desarrollo de un candidato a vacuna frente al SARS-CoV-2.

El primer paso es conocer qué hace que el SARS-CoV-2 sea tan patogénico. Para esto se utiliza la misma metodología que para averiguar cómo funciona una máquina: la genética reversa. La idea es construir una versión sintética y manipulable del virus, denominado clon infectivo, para poder modifcar o eliminar cada uno de sus genes. Cuando se han construidos estos virus defectivos, se analiza su comportamiento en cultivos celulares o en modelos animales. Ello permite identificar qué genes son responsables de la virulencia del virus original, de manera que si eliminamos esos genes se puedan producir vacunas basadas en versiones atenuadas del virus.

Las vacunas que se diseñan en nuestro laboratorio tienen dos ventajas. La primera es que son muy seguras, dado que eliminamos al menos tres de sus genes de virulencia para evitar que puedan recuperarla. La segunda es que producen una respuesta inmunitaria potente, equilibrada y duradera, puesto que estimulan nuestras defensas de la misma manera que lo haría el virus original, con la ventaja de que no producirían ninguna patología. Actualmente ya se han construido diferentes versiones de vacunas en las que hemos eliminado distintas combinaciones de genes y las estamos estudiando en cultivos celulares. Somos optimistas y esperamos poder probar la seguridad y la eficacia de nuestro candidato más prometedor en modelos animales a lo largo de los próximos meses. Esto nos permitirá poder llevarlo a la fase clínica de ensayos en humanos y así aportar nuestro granito de arena en esta crisis sanitaria.

Pese a todos los esfuerzos de la comunidad científica para la obtención de una vacuna cuanto antes, debemos ser realistas: una buena vacuna requiere, inevitablemente, de tiempo para su desarrollo. Las vacunas se caracterizan por producir una protección segura, eficaz y duradera frente a un determinado patógeno. Y, para comprobar estas características clave, se requiere de muchos ensayos que, a día de hoy seguimos sin terminar. Por ello, la única vacuna que tenemos actualmente es el buen comportamiento de cada persona manteniendo la correcta distancia de seguridad y las medidas de higiene adecuadas.

Por último, existe una falsa sensación de seguridad al percibirse que esta epidemia ha terminado. Pero hay que tener en cuenta que esto es una carrera de fondo. Las prisas podrían provocar rebrotes que nos hicieran retroceder a la situación de hace unos meses. Solo hay que poner los ojos en otros países como Irán, China o, sin ir más lejos, Portugal.

Por Melissa Belló, Francisco-Javier Gutierrez-Alvarez, José M. Honrubia, Isabel Sola y Luis Enjuanes