La mascarilla en el deporte

Pedro Rascado FIRMA INVITADA

OPINIÓN

MARCOS MÍGUEZ

22 sep 2020 . Actualizado a las 08:49 h.

Han pasado solo unos meses desde que la OMS declarase una pandemia. Seis meses de convivencia con el covid-19 en los que, quizá, hemos tendido a quitarle importancia a la amenaza. Debemos concienciarnos de que ignorar la gravedad de la situación no ayudará a mejorarla. Solo saldremos adelante si aceptamos que debemos modificar nuestros hábitos. Tenemos que hacerlo todos y en todas las circunstancias. Después de los miedos e incertidumbres iniciales, ahora tenemos algunas cosas claras: el virus sigue con nosotros y no hemos encontrado ningún tratamiento definitivamente eficaz. Como contrapartida también hay buenas noticias, sabemos qué medidas nos permiten protegernos: distancia social, mascarilla, higiene de manos y respiratoria son la solución. Para superar la crisis, necesitamos conjugar la protección con mantener el contacto personal, la actividad económica e incluso el ocio o la práctica deportiva. La mascarilla nos aporta el poder de continuar con nuestra vida. El deporte no puede ser una excepción al uso de mascarilla, menos aún en el caso de contacto, cuando no se puede mantener la distancia social. El virus se cuela por los resquicios de las excepciones. O nos protegemos unos a otros o pagaremos el error con enfermedad, muerte, soledad, crisis económica, y sufrimiento. El ser humano tiene especial habilidad para buscar excusas y justificar incumplimientos. Aseguramos que la mascarilla no nos deja respirar, pero no es una afirmación real. No hay evidencia científica que apoye mínimamente esta aseveración. Más allá de la sensación subjetiva de incomodidad, el uso de mascarilla no afecta a la oxigenación o la ventilación, tampoco durante el ejercicio. Ni se retiene anhídrido carbónico ni se produce hipoxia. Aunque así fuera, la solución no sería prescindir de lo único que nos permite continuar con nuestra vida y llevar a cabo actividades hasta ahora no permitidas por el riesgo individual y colectivo. Mantengamos la mascarilla y adaptemos la actividad si fuera necesario. Circula por las redes sociales un vídeo donde una niña de muy corta edad resume de manera magistral la necesidad del uso de mascarilla: «Es un poquito peor... pero no pasa nada, es mejor eso que morir». Reflexionemos. El virus no entiende de excepciones: un amigo contagia igual que un desconocido, una licencia federativa no frena la transmisión del virus. Usar la mascarilla en todas las circunstancias significa también proteger a los vulnerables. Resiliencia y solidaridad son, más que nunca, imprescindibles.