El PP, ante el pelotón de fusilamiento

OPINIÓN

Tablero de ajedrez
Tablero de ajedrez

22 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Acaso singulares actitudes que accionaron al primer Felipe González moldearon a este como el único político al que se le pudiera catalogar de estadista desde, por ejemplo, Manuel Azaña, sin que ello obligue, ni mucho menos, a colocarlos uno al lado del otro. Una de esas acciones singulares de González fue la de cortar el cordón umbilical que mantenía unidos al PSOE con el marxismo.

El PP, desde que fue PP, o sea desde que dejó de ser la Alianza Popular de Manuel Fraga, no contó con una talla parigual a la de los socialistas, una talla que cortara su propio cordón umbilical: el del franquismo. Supondremos que los retardatarios del partido y la atracción que este quería ejercer sobre los grupúsculos fascistas cancelaron el corte de bisturí, que, no obstante, no amilanó a González aun contando con los mismos escollos, naturalmente de color dispar.

La no intervención quirúrgica, la ausencia de líder con actitudes accionadoras, deja al PP expuesto a la intemperie en la moción de censura que se debate estos dos días en el Parlamento a iniciativa de Vox. Y pudiera ocurrir que la formación de Pablo Casado enferme de neumonía bilateral que precise de respirador y antibióticos de amplio espectro.

Pero con ser este un cuadro clínico grave y de evolución incierta, el PP, digámoslo ahora en términos gruesos, va camino del paredón, donde le aguarda un pelotón de fusilamiento. Porque en línea con la hipótesis que estamos exponiendo, esto es así por el resumen que Santiago Abascal hizo ayer del programa que estamparía de ser presidente del Gobierno. Como ocioso es enumerar los puntos, lo concretamos diciendo que son una copia compulsada de la dictadura de Francisco Franco, de ahí que utilicemos la analogía de pelotón de fusilamiento para referirnos a los porqués de esta moción de censura.

En efecto, y brevemente para concluir este análisis que, por llano, no precisa de un estudio topográfico de envergadura alguna, Vox se está presentando ante los ciudadanos, desde la altura de la tribuna del Congreso, su candidatura a La Moncloa (no ahora; sí pronto) con predicados simples pero contundentes, desfachatados pero atractivos para quienes son un calco de la España facha de los inicios de los años 30 del XX (sociológicamente, esta España ha vuelto). Esta moción de censura es un macro márquetin, el Saturno V de Abascal.

En concordancia con lo anterior y absolutamente indeclinable para que se abran las puertas de La Moncloa, Vox tiene que laminar al PP, diezmarlo, arrancarle votos y militantes. Porque, como en una partida de ajedrez es aconsejable, más allá del próximo movimiento, pasar la mirada por todo el tablero para hallar una debilidad en la estrategia del adversario, y en la propia también (en el flanco de la dama, o del rey, o en el centro, o en una pieza desamparada), el partido de Casado, al enrocarse en el lado equivocado, el de la timorata herencia del dictador ferrolano (cordón umbilical intacto), está expuesto al asedio de peones, alfiles, caballos y dama de la antítesis de esa herencia timorata, por cuanto el adversario, Vox, es el genuino heredero del golpista nacional por antonomasia. La cuestión, entonces, es si el PP logrará parar los envites sucesivos y demoledores del atacante o si acabará frente al pelotón de fusilamiento (jaque mate).